Esto es lo bueno que se puede decir de la pandemia: que le ha mostrado al mundo cómo se hace la ciencia y por qué la ciencia es el único camino.
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
Pero Colombia y sus dirigentes no han aprendido nada ni han entendido nada. Aquí la ciencia es un oficio marginal, una mentira que meten los políticos, una herramienta que no usan los empresarios y un remedo que promueven las mal llamadas políticas para el avance de la ciencia.
Empecemos: en las comparaciones internacionales, donde peor le va a Colombia es en materia de Ciencia y Tecnología (C&T). Tenemos seis doctores por millón de habitantes frente a 38 en América Latina y 130 en los países de la OCDE; invertimos el 0,2 % del PIB frente al 2,0 % promedio mundial entre 2005 y 2015 —la décima parte de lo que el mundo dedica a estudiar la realidad, y esto en los años dorados de las regalías petroleras destinadas a la ciencia colombiana—.
No invertimos en ciencia porque la ciencia no se usa, no tenemos doctores porque no hay puestos donde se pueda ejercer el doctorado: las empresas no necesitan descubrir o inventar nada porque todo lo copian del extranjero, y las autoridades no se apoyan en la ciencia porque deciden a punta de ideologías.
Por eso los “doctores” se quedan en las universidades y se dedican a escribir artículos que sirven para ganar puntos en el escalafón, pero no han añadido ni una gota al saber de los humanos. Casi 2.000 revistas universitarias y los dineros de Colciencias, sin un hallazgo novedoso o importante para las respectivas disciplinas.
Digo “doctores” porque casi todos los supuestos Ph.D. no tienen ese título y el resto tiene “doctorados” de dudosas calidades. Por eso es fácil engañar a la gente, por eso Duque hizo una “especialización” en Harvard; Petro resultó máster y doctor en economía; Peñalosa, doctor en administración pública; Torrijos (el del Centro de Memoria), doctor en mentiritas; el director de Planeación (no) se graduó en Toulouse; el ministro de Vivienda tenía dos puestos cuando escribió su tesis doctoral; Barbosa, el fiscal, es “el más preparado de mi generación”, y el senador Macías en cambio se conforma con lo de “bachiller”…
Es el desprecio o la ignorancia de la ciencia, que en este Gobierno de la innovación o del “emprendimiento” hizo que la primera ministra de Ciencia fuera escogida por su origen étnico, aunque sus méritos eran los hongos no probados contra el cáncer y su esperanza sean los “remedios nativos” para la COVID-19.
El Gobierno de la “economía naranja”, ahora en cabeza del ministro Buitrago, coautor de Duque en el “libro” que es un Power Point y donde dice que el ingenio de los diseñadores colombianos va a convertirnos en una sociedad del conocimiento.
Dan ganas de llorar.
* Ph.D. Director de la revista digital “Razón Pública”.