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La octava papeleta

Hernando Gómez Buendía

29 de junio de 2025 - 12:06 a. m.
“La Constituyente de Petro no va a ocurrir, y precisamente por eso hay que hablar de ella”: Hernando Gómez Buendía.
Foto: EFE - Presidencia de Colombia

La constituyente de Petro no va a ocurrir, y precisamente por eso hay que hablar de ella.

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En efecto, lo que se discute no es una Asamblea, sino una idea fija: la obsesión con el pueblo como origen de toda legitimidad, como si el pueblo fuera un sujeto concreto, activo, deliberante. Como si el pueblo hablara.

Petro necesita que “el pueblo” diga que quiere una nueva Constitución. Pero no puede preguntárselo. No hay manera de hacerlo, no hay ley que lo permita, no hay organismo electoral que lo registre, no hay mecanismos legítimos para que la mayoría se exprese o para que sea certificada.

Por eso, el presidente y sus ministros nos invitan a presenciar un milagro: que el pueblo hable espontáneamente sin que nadie lo convoque, lo informe ni lo organice. Una especie de referendo telepático.

Y como el pueblo no habla telepáticamente, hay que inventarle una voz y un mecanismo para escucharla: el mecanismo se llama la “octava papeleta”. El Gobierno la presenta como una iniciativa ciudadana, pero no es más que un espejismo: si la ley no autoriza la consulta, que la gente consulte sola; si el Estado no puede validar la papeleta, que la valide la plaza. Se trata de meter en las urnas un papel simbólico sin valor legal.

Pero sucede que los símbolos también se agotan. Ya hubo una séptima papeleta, y funcionó porque había una crisis sin precedentes, una coalición muy amplia, un respaldo institucional y un enemigo común. Nada de eso existe hoy. Hoy hay un presidente con baja popularidad, un Gobierno aislado, una oposición movilizada y una opinión pública que no entiende muy bien para qué quiere él una nueva Constitución.

Lo poco que se ha dicho sobre el contenido es contradictorio: que se trata de cumplir la del 91, es decir, de cambiar la Constitución para cumplirla, de destruir la casa para obligarnos a vivir en ella. Es una idea digna del manicomio.

La verdad es que Petro no quiere una Asamblea: quiere una narrativa. Quiere que el pueblo diga que lo respalda, aunque no lo diga; quiere dejar sembrada una causa para cuando ya no esté en el poder; quiere explicar su fracaso como una traición de las élites al pueblo que nunca lo traicionó. La octava papeleta es una coartada para la posteridad.

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La única explicación coherente es esta: Petro ya no gobierna, Petro construye su legado. La Constituyente no es un proyecto jurídico ni político, sino narrativo.

Por eso debemos hablar de ella. Porque si este cuento no se desmonta a tiempo, puede volverse una realidad.

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* Director de “Razón Pública”.

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