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La recta final

Hernando Gómez Buendía

27 de julio de 2025 - 12:06 a. m.
“El Gobierno ya no tiene un programa de reformas, sino un libreto de despedida”: Hernando Gómez Buendía.
Foto: Óscar Pérez

A Gustavo Petro le queda un año. No tiene Congreso, no tiene reformas, no tiene mayorías y ya no tiene tiempo para intentarlas. Lo que sí tiene es la Presidencia —el micrófono, la agenda, los nombramientos, los decretos— y los va a utilizar hasta el último minuto.

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En esta recta final habrá cuatro prioridades, que ya está poniendo en marcha. La primera es dejar una constancia. El discurso del 20 de julio fue eso: un largo inventario de lo que se hizo, y lo que no lo dejaron hacer; Petro no habló para el Congreso, sino para el archivo. Sabe que perdió el poder, pero no quiere perder el relato.

La segunda prioridad es seguir haciendo el cambio por decreto. Si ya no puede cambiar las leyes, puede ajustar los reglamentos, mover el presupuesto y mantener viva la agenda desde el Ejecutivo. Ahí tenemos la reforma de la salud, la obsesión de su cuatrienio, que se cayó hace un año y seguirá muerta este año, una reforma que, sin embargo, ya no tiene reversa. Ahí tenemos la rebaja de penas, una versión retocada de la ley de sometimiento que se cayó hace tres años y, sin embargo, seguirá siendo el incentivo para que algún grupo armado firme un acuerdo de paz. Ahí tenemos el bono pensional, que puede repartir sin reforma pensional. Ahí tenemos la reforma financiera sin reforma, el giro de más recursos a través del Banco Agrario, los subsidios a la tasa de interés, el aumento del crédito popular o el reglamento de las inversiones forzosas. El margen es estrecho, pero existe.

La tercera carta —la más incierta y también la decisiva— es que el cambio se prolongue más allá del año entrante. Petro no puede reelegirse, pero puede dejar un heredero, o intentarlo. Aún no ha bendecido a nadie, pero ya está en campaña. Cada pelea, cada gira, cada frase calculada apunta a marcar el terreno y a prepararlo para su sucesor. Las elecciones se vinieron encima, y para Petro son mucho más que un juego: si su candidato gana, él gana; si su candidato pierde, todo esto habrá sido un episodio.

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La cuarta carta es consultarle algo al pueblo. Lo que sea. Lo ha repetido mil veces y lo dijo en su discurso: que las decisiones públicas no pueden quedar “en manos de cien personas”, que hay que volver a la plaza. No se sabe si será una consulta, una constituyente o una simple movilización, pero el principio está claro: saltarse la división de poderes, convocar a los suyos y cerrar con un acto de legitimación popular. Es una apuesta riesgosa, pero coherente con su manera de entender la democracia.

Estas son las cuatro cartas. Puede jugarlas todas y está jugándolas todas. El Gobierno ya no tiene un programa de reformas, sino un libreto de despedida. Se trata de repulir el legado, de mantener la iniciativa, de asegurar un sucesor o sucesora y de cerrar con dignidad.

En eso está el presidente. Ya no espera lograr cambios; quiere que quede claro quién fue, qué quiso y por qué lo bloquearon.

* Director de la revista “Razón Pública”.

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