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Trump propuso sacar a los palestinos de Gaza y convertir la Franja en “la Riviera del Medio Oriente”.
La frase suena grotesca. Pero lo grotesco no es que sea absurda, sino que sea realista, o que sea la salida inevitable del conflicto que viene desde 1948: el Estado de Israel necesita mayoría demográfica y fronteras seguras, lo cual implica expulsar o encerrar o, en efecto, eliminar al pueblo palestino.
Israel fue creado después del Holocausto para ofrecer un refugio al pueblo judío. Pero para ser viable necesitaba dos cosas: una mayoría judía y un territorio continuo. Ninguna de las dos cosas se cumplía en el plan de partición aprobado por la ONU. Por eso la guerra “de independencia” en 1948 fue también una limpieza étnica: el nuevo Estado se quedó con el 77 % del territorio del Mandato Británico, y más de 700.000 palestinos fueron expropiados o forzados a huir.
En la Guerra de los Seis Días (1967), Israel ocupó lo que quedaba: Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este. Más tarde anexó Jerusalén y comenzó a construir asentamientos en los territorios ocupados. Hoy hay más de 600.000 colonos judíos en tierras reconocidas como palestinas por el derecho internacional. El proceso no se ha detenido: avanza con armas, con diplomacia y con maquinaria pesada. Mientras tanto, el mundo observa y financia.
Durante décadas se sostuvo la ficción de los “dos Estados”. Su clímax fueron los acuerdos de Oslo, en 1993 y 1995, pero lo que surgió fue una Autoridad Palestina sin ejército, sin soberanía, sin fronteras seguras. Gaza quedó sitiada y bombardeada. Cisjordania fue fragmentada en zonas autónomas sin continuidad geográfica. La vida de millones de personas quedó sujeta al control militar israelí.
Ante la humillación persistente, llegó la desesperanza, y con ella renació el terrorismo. El 7 de octubre de 2023, Hamás asesinó 1.213 y secuestró más de 250 israelíes. Pero la represalia ha sido aún más atroz: más de 35.000 palestinos muertos, más de 10.000 niños, 1,8 millones de desplazados, hospitales bombardeados, hambruna y ruinas.
Una injusticia no justifica otra injusticia. Ese es el principio básico de la moral y el derecho. Si lo ignoramos, solo queda la ley del más fuerte.
Trump propone lo impresentable como solución: pagar a los palestinos por su exilio y vaciar Gaza para construir un “resort de calidad mundial”. Lo que suena grotesco es, en el fondo, la versión sin adornos de lo que otros han hecho en silencio. Es una limpieza étnica con visa americana y con chequera en mano.
Lo que ofende no es tanto lo que dice Trump, sino que tenga razón en lo que dice.
* Para apreciar mejor este argumento, les invito a leerme esta noche en “Razón Pública”.
