No sé si el año entrante tendré un espacio en estas páginas, y por eso me anticipo a resumir lo que los periodistas llamarán grandes “noticias” del 2014.
No hay que ser adivino ni arrogante para predecir que Santos será reelegido, que se firmará la paz con las Farc y el Eln, que en Bogotá habrá un gobierno de derecha, que abundarán los choques entre instituciones (y entre “estadistas”), que la salud estará en crisis, que un proyecto de “reforma estructural” a la justicia quedará empantanado, que habrá aspavientos inútiles frente a Nicaragua, que Uribe hará bulla y estorbo en el Congreso, que Ordóñez seguirá destituyendo y predicando, que cada mes los medios “descubrirán” un desfalco billonario, que la jurisprudencia dará grandes bandazos, que seguirán los muertos y los desplazados, que habrá bastantes leyes nuevas y reformas que no reforman nada, que otra tele-narco-novela se alzará con los ratings, que un crimen pasional de clase alta será muy divulgado, que del mundial vendremos con un triunfo moral, que la locomotora minero-energética nos seguirá arrastrando, que el sector financiero tendrá enormes ganancias, y que el Gobierno repartirá subsidios (a los ricos) y limosnas (a los pobres) que no quepan allí.
Visto de una manera, ese inventario sería una reflexión sobre la banalidad de las “noticias”, sobre esa industria de espejismos que cada día nos presenta como nuevo algo que ya sabíamos (y después, los señores de Semana lo despiden a uno so pretexto de hacer el “auto-plagio” que ellos viven haciéndose).
Visto de otra manera, el inventario sería una reflexión tonificante sobre el peso de la historia: para bien —y para mal— lo que somos es hijo de lo que fuimos, lo que haremos es fruto de lo que hicimos. Lo demás sería magia.
Y es que detrás de todas mis supuestas “predicciones” no hay más que la creencia de que las mismas causas producen los mismos efectos. Cambian las circunstancias o los detalles, a veces cambia el rostro de los personajes, pero es el mismo sistema político, económico y social, el mismo modo colombiano de vivir y de entender el mundo, el mismo país de náufragos, talentoso y tramposo, sin sueños colectivos, moralista y amoral, desmesurado pero formalista, donde vivimos de la eterna ilusión y la eterna mentira de que expedir las leyes es hacer los cambios.
Santos será reelegido porque no hay nadie más. La paz se firmará porque las Farc y el Eln lo necesitan. Bogotá volverá a la derecha porque falló la izquierda. El relajo institucional seguirá porque la Constitución así lo dispone. Los acuerdos de paz, las promesas de campaña y las reformas quedarán en papel, porque es ahí donde vivimos. Y los medios seguirán dando “noticias”, porque viven de eso.
Yo entre tanto agradezco la hospitalidad de El Espectador. Para bien del lector, Mauricio García Villegas retomará su espacio en año nuevo y yo seguiré tratando de entender a mi país a través de Razón Pública.
Hernando Gómez Buendía./ Director de www.razonpublica.com*
