La carrera por la Presidencia fue diseñada por el guionista de Desafío Siglo XXI, que Caracol transmite todas las noches.
Los concursantes en ese reality se dividen en equipos que compiten en pruebas diversas, se alían o se traicionan, y van siendo eliminados hasta que queda un ganador. Pues es lo mismo que hacen los más de cien aspirantes a vivir en la Casa de Nariño, con la única diferencia de que el concurso es aún más enredado.
Para empezar, los equipos no están predeterminados: hay quienes corren por su propia cuenta y otros que van cambiando de equipo.
Más curioso todavía, tenemos un sistema de cuatro vueltas que es único en el mundo. Primero vendrán las consultas de los partidos o coaliciones. Después, en marzo, la consulta interpartidista. En mayo será la primera vuelta presidencial, y en junio la segunda vuelta. Cuatro campañas, cuatro cheques que pagará el erario y cuatro tandas de cansancio para los votantes.
El reglamento del juego acaba de empeorar la situación. El candidato o candidata puede presentarse con firmas o con el aval de un partido. Peor todavía, puede escoger el momento y la manera de sumarse a la carrera: competir dentro de su partido, que a su vez decide si usa consulta, encuesta o directorio; saltar a la consulta interpartidista de marzo; o lanzarse directamente a la primera vuelta presidencial.
Y encima de eso, las consultas o encuestas no están cerradas a los militantes, sino que pueden ser decididas por los adversarios.
Este diseño logra exactamente lo contrario de lo que debería lograr: multiplicar el número de candidatos, en lugar de reducirlo. En vez de fortalecer partidos y proyectos colectivos, promueve candidaturas de ocasión y personalismos cada vez más frágiles. La política se convierte en un mercado de firmas o de franquicias, y las consultas o encuestas reemplazan a los partidos por una serie de espectáculo televisados.
No abrumaré al lector con teoremas de teoría de los juegos, pero le puedo asegurar que este absurdo diseño aumenta la incertidumbre, da más peso a la estrategia que al proyecto de país, debilita al ganador y hace que en realidad no represente a la mayoría de los electores.
Colombia se prepara entonces para un Desafío político de gran escala. La diferencia es que aquí no hay premio en efectivo: el premio es Colombia. Y la estamos rifando.
* Director de Razón Pública.