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Santos II

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Hernando Gómez Buendía
09 de agosto de 2014 - 02:50 a. m.
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Son como corchos en el remolino: los presidentes creen dirigir la historia, cuando en realidad la historia los empuja.

Por eso al comenzar cada gobierno es natural que el presidente anuncie grandes cambios, y este 7 de agosto no fue la excepción: desde una “Colombia en paz, con equidad y educada”, con “casa propia, empleo estable, educación y salud para todos”, hasta el “nuevo amanecer”, la “gran potencia”, o la “nación que, además de justa, además de próspera, sea completamente feliz”.

De semejante retórica podrían decirse muchas cosas, pero la principal es que no se va a cumplir.

En efecto: por fuera —o además— de hacer discursos, la función efectiva de cada presidente es cumplir las tareas que les dicte el momento. Buen presidente es el que cumple bien esas tareas, y el que reduce los costos que de por sí conlleva cumplir cada tarea. Mal presidente es el que falla en su tarea, o el que agrava los costos de cumplirla.

Pienso yo que la historia reciente de Colombia ha estado y sigue estando reducida a dos tareas: acabar con las guerrillas y adaptarse a la nueva economía global.

El poder militar de las Farc creció desde Gaviria a Samper, llegó a su cima hacia el año 2000, obligó al Plan Colombia y produjo el fenómeno Uribe. Entre 2002 y 2018, la principal tarea interna del Estado consistirá en acabar las guerrillas (y este sería un logro formidable). Los años duros de la Seguridad Democrática para lograr su “derrota estratégica”, los sobrecostos de autoritarismo y paramilitarización, el debate sobre cómo proseguir (paz negociada o escalada militar) que marcó las pasadas elecciones y seguirá marcando la distancia Gobierno-oposición, el compromiso final de Santos II para firmar el acuerdo de La Habana.

Cumplir con la tarea significa que Santos suscriba esos acuerdos. Cumplirla bien implicaría otras dos cosas: lograr que el pueblo los apruebe —lo cual será difícil—, y convertir en realidad los compromisos en materia de tierras, de drogas, o de víctimas —lo cual es más difícil—. Evitar sobrecostos es sobre todo reducir la impunidad que es parte inevitable del proceso.

Internet, la emergencia de China y la abundancia de dólares a raíz de la crisis de 2008 son en esencia los cambios económicos del mundo que han venido marcando la agenda colombiana. La revolución tecnológica, el boom energético-minero jalonado por China y el diluvio de inversión extranjera han sido los secretos de la “prosperidad”, la feria de subsidios y la política social paternalista que ha permitido reducir la pobreza.

Santos II cumplirá si mantiene la confianza inversionista, la velocidad de la locomotora minera y el aumento del gasto social. Lo hará bien si sobreagua las turbulencias que muchos avizoran en el mundo, y si logra reducir los sobrecostos, que en este caso son básicamente los daños ambientales, los conflictos sociales y la corrupción que trae una bonanza fiscal.

Tal vez piensen algunos que no es mucho, pero es todo lo que cabe esperar de Santos II.

 

Hernando Gómez Buendía *

Director de Razón Pública

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