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Fue la persona más poderosa del mundo entre 2017 y 2021, y puede volver a serlo entre 2025 y 2029.
El expresidente Donald Trump fue obligado a presentase en la cárcel de Fulton (Georgia), donde quedó registrado como el preso PO1135809 de los Estados Unidos. Esta es la cuarta vez que le sucede en los últimos tres meses, por un total de 91 cargos criminales. Nada menos.
La principal diferencia entre éste y los tres casos anteriores consiste en que se trata de 19 cargos por violación de leyes de un estado, no de leyes federales o de alcance nacional. Aunque Trump fuera reelegido presidente, no podría indultarse a sí mismo, ni ordenarle al ministro de Justicia que deshaga el proceso, ni siquiera esperar que le perdone el gobernador de Georgia. Los procesos abiertos en Washington y en Miami son de alcance federal, y el gobernador de Nueva York no está facultado para conceder indultos. En resumen: si Trump es condenado, morirá en una cárcel.
La segunda diferencia es el tipo de delitos que se le imputan: Trump será procesado como cabecilla de un crimen organizado, o de una conspiración con otros 18 cómplices para robarse las elecciones en Georgia. Esto importa porque la ley de este Estado permite incluir actos que no son delitos, pero lo son si ayudan a consumar aquel propósito —lo cual hace más fácil condenar a los reos—. Pero del otro lado, el carácter colectivo del proceso complicará su trámite y podría prolongarlo hasta después de las elecciones.
Una tercera diferencia con los casos federales consiste en que este juicio será transmitido en vivo y en directo, acentuando, si cabe, la espectacularidad y resonancias política del caso: en medio de una campaña donde Trump es el casi seguro candidato del partido republicano, los procesos penales contra él se han convertido en escenario sustituto y enfermizo del debate electoral en Estados Unidos.
¿Cuál es ese debate? Desde la noche de elecciones en 2020, Trump declaró que había habido fraude, pero perdió los 62 procesos judiciales donde intentó demostrarlo, la Corte Suprema (donde tiene mayoría de 6 contra 3) se rehusó a considerar sus dos demandas – y en la propia Georgia se dieron tres recuentos de los votos, bajo supervisión de autoridades de su partido—.
No importa. Trump y sus abogados insisten en que él “estaba convencido” de la existencia del fraude, en que la ley garantiza la libertad de expresión, en que se limitó a las diligencias para evitar el robo de las elecciones, en que “Biden” (es decir, su ministro de Justicia) esperó más de dos años para entablar las demandas, y en que esta serie de procesos contra él es el caso más grotesco de persecución política en los 247 años de vida republicana.
A lo anterior se añaden otras dos circunstancias. Hunter, el hijo del presidente Biden, había abusado sin duda de su influencia, ha sido largamente investigado (por un fiscal nombrado por Trump) y no ha sido condenado ni está preso (la Cámara de mayoría republicana insiste en denunciarlo junto con su padre —y aunque no haya encontrado evidencias creíbles contra el segundo—). Tal vez más corrosivo o intrigante, en algunos estados y a raíz de la pandemia fue necesario adaptar las leyes electorales; esto pasó también en estados con mayoría republicana, pero ¿cómo convencer a los seguidores de Trump de que no existió el fraude?
Por eso el 65 % de los republicanos creen que sí hubo fraude, por eso Trump lleva más de 30 puntos de ventaja sobre el segundo en las primarias del partido, por eso todos sus rivales opcionados lo defienden, prometen votar por él si gana las primarias o prometen indultarlo; por eso cada acusación enardece a sus partidarios, por eso aumentan las donaciones, por eso Trump exhibe con orgullo su foto como el preso PO113509 —aunque esta sea en realidad la peor humillación de un presidente en la historia de Estados Unidos—.
Trump puede ser elegido presidente estando preso, y sus posibilidades mejoran con cada nueva denuncia. Un expresidente, candidato y posible presidente en abierta rebeldía contra la administración de justicia, las elecciones que vienen tachadas de fraudulentas, un evidente riesgo de violencia. Los Estados Unidos en medio de una crisis de veras gigantesca.
¿Lecciones para Colombia? Dos que creo oportunas e importantes: una sobre el pasmoso poder de enceguecer que tienen las ideologías, y otra sobre la imposibilidad de una justicia imparcial para los presidentes.
* Director de la revista digital Razón Pública.
