El discurso del presidente Petro este 1.° de mayo fue una radiografía de su drama y del drama de Colombia.
Rodeado de funcionarios, sindicatos y personas de clase media-baja, el presidente habló muy largo y dijo cuatro cosas que resumen la visión del país en la que creen él y quienes lo acompañan.
Dijo, en primer lugar, que el 21 de abril Colombia había vivido “la marcha de la muerte”, una marcha de apoyo a los gobiernos anteriores que reprimieron las protestas populares, ocasionaron el conflicto armado y promovieron el narcoparamilitarismo. Estas son tres verdades indudables, las que ven y acentúan la izquierda, las que recoge, por ejemplo, la Comisión de la Verdad en su fallido intento de reconciliación nacional, porque no ven la otra verdad indiscutible: guerrillas que por sí y ante sí decidieron que ellas sabían lo que el pueblo debería de querer, las que sin votos y con armas precipitaron el largo desangre de Colombia.
Dijo después que la derecha estaba urdiendo un golpe de Estado porque, en efecto, el fiscal lo perseguía, el Congreso bloquea sus propuestas y las Cortes deciden como les da la gana. Solo que un golpe lo dan los militares que no tienen necesidad de tumbar a un Gobierno que no puede hacer mucho porque no tiene la gente, las armas, la prensa, los gremios, el Congreso ni los gringos.
Precisamente porque sabe que no puede, la tercera idea-fuerza del discurso de Petro fue el acuerdo nacional, el mismo que anunció en su posesión, el mismo que tiene dos significados opuestos: un acuerdo con las cúpulas, los partidos y los gremios, el que al comienzo ensayó y no podía funcionar porque se trata de las cúpulas; o el acuerdo con el pueblo, es decir, el acuerdo de consignas con interlocutores gaseosos. Un acuerdo de Petro con Petro.
Y sin embargo, no hay peligro para la democracia, no me aferro al poder, “no soy Álvaro Uribe”. Puede ser que 34 años de lidias democráticas demuestren que el otrora guerrillero cree en la democracia, pero aun si no es así, no hay manera de que Petro se haga reelegir porque el Congreso no le camina, en la Constituyente que vive mencionando tendría mayoría la derecha y, a voto limpio, perdería las elecciones.
Adenda. El presidente, con cada vez menos espacio en el país, habló también al mundo en protesta por el genocidio que estamos viendo en la televisión. Me uno a la protesta, pero no soy el presidente de Colombia y no tengo que actuar en función de los fríos intereses del país. ¿Qué ganará Colombia al romper con Israel?
*Director de la revista digital Razón Pública.