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Fue la noticia más importante del año (o de la década, o del siglo) y sin embargo pasó casi de agache.
El Instituto Nacional de Salud encontró que un 89 % de los colombianos ya habían sido contaminados por el SARS-CoV-2. El hallazgo se basó en el último estudio de seroprevalencia en 12 ciudades del país y es tan confiable como pueden ser estos estudios: la cifra real puede ser algo menor o algo mayor debido a que se basa en una muestra y a que las pruebas de laboratorio a veces se equivocan.
Aunque la mayoría de los seropositivos no presentaron síntomas o síntomas graves de COVID-19, el hecho sigue siendo que la gran mayoría de la gente ya fue afectada por el virus. Una noticia patética y al mismo tiempo excelente para el sistema de salud y para todos los colombianos.
Patético es el hecho de que ni el Gobierno ni la sociedad hayamos sido capaces de evitar la propagación del virus. Tantos tapabocas, lavadas de manos, escuelas cerradas, cuarentenas, multas, empresas quebradas, violencia doméstica, desempleo masivo, protestas sociales, auxilios y discursos del Gobierno… para que a fin de cuentas la pandemia se expandiera casi a su ritmo natural, es decir, como si no hubiéramos hecho nada para impedirlo.
Hay otra prueba de este fracaso que es todavía más dolorosa: 127.000 personas muertas por COVID-19, una tasa de 254 defunciones por 100.000 habitantes, más de cuatro veces por encima de la tasa mundial, un país que cada día se disputa los últimos lugares en las comparaciones internacionales. Más viudas y más huérfanos de los que dejan cada año las enfermedades degenerativas, los accidentes de tránsito o la violencia, que hasta 2019 fueron las causas principales de muerte.
Excelente, de veras excelente, es el hecho de que Colombia habría alcanzado la inmunidad de rebaño. Esto se debe a una ley matemática, según la cual el virus deja de expandirse cuando le queda poca gente por contaminar. Tan simple como eso.
Esa ley matemática se basa en el supuesto de que las personas contagiadas desarrollan inmunidad natural, es decir, anticuerpos que evitan un segundo contagio. La evidencia mundial muestra hasta ahora que el SARS-CoV-2 produce inmunidad natural al menos durante un tiempo, y esta es la gran noticia para Colombia. A lo cual por supuesto se añaden los avances notables en materia de vacunación (56 % de la población con dosis parcial, 39 % con dosis completas, la mayoría de los grupos de alto riesgo ya cubiertos): en este punto es indudable que sí hemos hecho algo o que hemos hecho mucho.
Pero puede suceder que una variante del coronavirus reviva la pandemia, o que la delta o la mu nos ocasionen una cuarta ola, como de hecho lo ha anunciado el Ministerio de Salud. Por eso no podemos seguir relajándonos, como empezamos a hacerlo hace ya más de un año, cuando Duque cambió las cuarentenas por el “aislamiento selectivo con prevención individual responsable”.
Pues Duque fue prematuro y los individuos no fueron responsables: por eso, a 12 meses exactos del anuncio, el virus había contagiado al 89 % de los colombianos.
Para ver más de cerca este proceso, sigo invitando a consultar mi libro Entre la Independencia y la pandemia. Colombia, 1810 a 2020.
* Director de la revista digital “Razón Pública”.
