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Una reforma confusa y peligrosa

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Hernando Gómez Buendía
04 de octubre de 2014 - 02:23 a. m.
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Todos sabemos que el Estado en Colombia no funciona.

Que la justicia está en crisis, que nadie cree en los partidos ni el Congreso, que los organismos de control son elefantes blancos, que hay choques permanentes de poderes y abusos permanentes en cada una de las ramas, que hay demasiadas cuotas clientelistas.

El proyecto de reforma constitucional que cursa en el Congreso se ocupa de todos estos males. Y eso parece bueno. Lo malo es que se trata de problemas muy distintos y complejos, para los cuales no hay remedios claros y cuyo arreglo no pasa sola —ni principalmente— por la Constitución.

La dispersión se nota desde el título (“reforma de equilibrio de poderes, reajuste institucional y otras disposiciones”), y arranca por sus autores: 20 o 30 congresistas que cocinaron el texto, más los ponentes y otros que han venido añadiendo, quitando y enredando ese proyecto de por sí extensísimo.

Lo que está resultando es un chorizo de reformas, remiendos y ocurrencias de distintos sentidos, importancia, validez, maduración, pertinencia o utilidad aparentes, cuyo único efecto seguro —además de los micos— sería alargar y complicar nuestra ya recargada Constitución.

No digo yo que todas las ideas sean malas o improvisadas. Por ejemplo, acabar con el voto preferente que deshace los partidos, o con el Consejo de la Judicatura que daña la justicia, o con la Comisión de Acusaciones que es una obscenidad, son cambios que parecen necesarios y ya tienen bastante ilustración.

Pero otros son invenciones o remedios hechizos, como las “listas cremallera” y los senadores para departamentos pequeños, que rompen el sistema de representación, o como el voto obligatorio que no ha servido para nada en otras partes, o como el “tribunal de aforados” que no se sabe bien de dónde provendrá ni a quien responderá.

Hay otros muchos cambios anodinos o casuísticos, como las varias páginas confusas sobre el Sistema de Gobierno y Administración Judicial. Y también hay demagogia o engañifas, como prohibir la reelección de congresistas... después de cuatro períodos, o cambiar la elección del procurador... sin cambiar sus facultades.

De todo, como en botica. Y falta lo peor: otros siete debates por delante para que los congresistas, gobernadores, amigos y enemigos del procurador, el contralor, el fiscal, los magistrados y todos quienes tienen algo que perder o que ganar con el supuesto “reequilibrio de poderes”, muevan, cambien y metan cuantos micos se alcancen a imaginar. Será la versión ampliada y mejorada de la reforma a la justicia que el mismo Santos tuvo que ahogar a sombrerazos.

Señor presidente: por el bien de Colombia y por su bien, yo respetuosamente le sugiero que retire el proyecto y lo reduzca al articulito que prohíbe la reelección. Esta era la idea original y la promesa que usted había hecho para “restablecer el equilibrio de poderes” en Colombia.

*Hernando Gómez Buendía, Director de www.razonpublica.com.

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