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Este es uno de los secretos mejor guardados por los gobernantes y periodistas de Colombia: la formidable ineptitud de las Fuerzas Armadas, que en 50 años no lograron acabar con una guerrilla de campesinos palúdicos.
En defensa de nuestros militares podrían decirse —y se han dicho— muchas cosas: que la geografía prohíbe su victoria, que las Farc tienen demasiado dinero, que los jueces les impiden cumplir con su deber (¡!)... Yo agregaría otra cosa de más fondo: que para hacerse matar un soldado necesita convicciones más profundas de las que puede inspirar nuestra “clase dirigente”.
Sea cual sea la razón, el hecho es que unos 10.000 guerrilleros siguen matando, secuestrando, traficando y pisoteando los derechos de millones de personas. El hecho es que el Estado no pudo acabar la guerra. Y que esta guerra la pagan sobre todo los civiles: 82% de los muertos en este medio siglo de conflicto.
Por eso no hubo más remedio que sentarse a negociar. No se negocia porque a Santos o a los ciudadanos que apoyamos el proceso nos gusten los guerrilleros, sus ideas, o sus crímenes infames. Negociamos porque toca: y esta es otra verdad impopular.
Las Farc decidieron negociar porque entre Uribe, los gringos y los paras las golpearon hasta hacerlas aceptar que jamás podrán ganar. No negocian por bondad, por patriotas, ni por arrepentidos: negocian porque tampoco tienen más remedio.
Y como ambos bandos necesitan el acuerdo, esta vez sí están negociando en serio. Lo cual implica negociar sin condiciones, porque poner condiciones es lo mismo que romper el proceso desde antes, ya que cualquier día cualquiera de las partes incumple o dice que la otra está incumpliendo.
Negociar en medio del conflicto es el único modo de evitar la ruptura del proceso: y esta es otra verdad impopular. Por eso el gran acierto de La Habana ha sido negociar sin despejes ni treguas. Por eso el Ejército mantiene su ofensiva. Y por eso las Farc han seguido delinquiendo: la “guerra” de las Farc consiste —y ha consistido siempre— en delinquir.
Pero ahora resulta que el presidente viola lo pactado, y condiciona la continuidad del proceso a que las Farc liberen al general Alzate y sus acompañantes. ¿Qué pasará mañana si cualquier “fuerza oscura” decide secuestrar o asesinar a otro general? ¿Qué pasa si el secuestrado es un mayor, un capitán o un político? ¿Dónde está el árbitro imparcial que determine cuál fue la fuerza oscura detrás del crimen en cuestión?
Por esta vez las Farc reconocieron la autoría y van a liberar al general. Por esta vez, entonces, Timochenko demostró más seriedad y más visión que el señor presidente de Colombia: y esta es otra verdad impopular.
Ojalá que mañana regrese el secuestrado. Y ojalá que a Timochenko no le dé por poner condiciones, como a Santos, porque otros muchos civiles indefensos tendrían que pagar la ineptitud de nuestros “dirigentes”.
Director de Razonpublica.com.
