“El que no está conmigo está contra mí”: es lo que quiere decir Petro cuando afirma que el centro no puede existir.
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Desde el punto de vista de la lógica, esta creencia se basa en tres supuestos sucesivos y cada vez más problemáticos. Primero: hay asuntos donde no caben las posiciones intermedias. Segundo: uno de esos asuntos es tan importante que divide o merece dividir todo un país entre dos bandos irreconciliables. Y tercero: yo (Petro) represento a uno de esos dos bandos.
Veamos el primer supuesto. No hay lugar a posiciones intermedias cuando se trata de la verdad o falsedad de una idea (hoy es domingo o no es domingo). Pero en casi todas las cuestiones relevantes para el debate público (cuestiones de valores) sí caben los matices y además son esenciales (frente al aborto, por ejemplo, hay el no absoluto y hay la plena libertad, pero además están quienes piensan, con razones, que hay circunstancias donde debe admitirse y otras donde debe prohibirse).
El segundo supuesto es desafortunado, si se cumple, y es irresponsable, si alguien lo propone. Una sociedad partida en dos mitades sobre una sola cosa (aborto o no aborto, el Sí o el No al Acuerdo de La Habana, con Petro o contra Petro) es una sociedad que ha reducido su existencia a una sola dimensión y, por tanto, a triunfar en un mundo que es complicado y tiene muchas dimensiones.
Una sociedad así polarizada es, para peor, la de un país al borde de la guerra civil: “conmigo o contra mí”. Y es aquí donde el centro demuestra que es posible y que además es la única base posible de la civilización.
El centro no es la falta de carácter, no es el oportunismo, no es el no tomar partido. El centro es tomar partido, el partido más difícil y el único partido que, repito, hace posible la vida y el progreso en un país donde la gente tiene distintas identidades, distintos intereses y distintas opiniones.
El centro es el partido del juego limpio o el de la lealtad a las reglas del juego que fueron a su vez establecidas jugando limpiamente. Es la apuesta difícil y sencilla de creer que nada justifica la violencia política y nada justifica la dictadura de un hombre o de un partido. El centro es creer con vehemencia en el orden (la centroderecha) o creer en la equidad (la centroizquierda), pero antes de eso y aun a costa de eso es creer que nadie, ni yo mismo, debe acudir a la fuerza o a la trampa para hacer realidad sus propios ideales.
El centro es el partido de los adultos en sociedades donde la mayoría quiere creer en soluciones mágicas y en personajes redentores (un personaje, en nuestro caso, como Uribe… o como Petro, que ahora aspira a ser la encarnación del “otro” medio país).
La derecha y la izquierda se parecen en no tomar en serio, o no dar prioridad o no aceptar del todo el juego limpio. Por eso en Colombia la derecha (Uribe) intentó cambiar el Estado de derecho por el “Estado de opinión”, y de su parte la izquierda (Petro incluido) coqueteó o ensayó la vía de las armas.
¿Debo añadir que el gran problema de Colombia es la debilidad intelectual y electoral del centro?
* Director de la revista digital “Razón Pública”.