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Ser funcionario público es un honor y llegar a la Presidencia de la República es el más grande que los colombianos podemos otorgar a un compatriota.
Comencé a conocer a Alejandro Gaviria por ser uno de los miembros del equipo de trabajo integrado por ese gran rector que fue Carlos Angulo Galvis, a quien acompañó en su exitosa gestión rectoral (1). Sabemos que Alejandro es ingeniero y economista; y ha sido subdirector de Planeación Nacional; ministro de Salud y rector de la Universidad de los Andes. En ejercicio de esta última designación, oí y leí sus cuidadosas intervenciones en su primer discurso como rector; en la recepción a los “primíparos” y en su primera locución a los graduandos. Quien mire con conciencia crítica esos tres aportes y los complemente con sus libros en Ariel: Hoy es siempre todavía; Alguien tiene que llevar la contraria; y Siquiera tenemos las palabras, podrá acercarse a conocer de qué está hecho este ser humano. La decisión que acaba de tomar esta semana, se me presenta como la más significante para su futuro histórico y por supuesto, deseo que con su gestión se dé un gran viraje al proceso de institucionalización de nuestra democracia, de cara a un mundo con las complejidades contemporáneas. Del examen que he realizado de su labor sustantiva, puedo deducir que Alejandro Gaviria es el politécnico mejor formado de los precandidatos a la Presidencia y que está habilitado para devenir en estadista.
¿Y qué es un estadista en nuestros días? (2) Como su nombre lo indica, es un hombre de Estado. Un líder político que tiene la capacidad comprensiva de los aspectos más significativos de las variables política, económica, social, cultural, ambiental y de la manera como deben dirigirse las relaciones internacionales, hoy. No olvidemos que Colombia tuvo algunos estadistas en el siglo xx (3). Ellos actuaron con el conocimiento, la grandeza, la delicadeza y la consagración que deben acompañar a quienes los colombianos honramos al designarlos como primeros mandatarios de la Nación.
Ahora bien, hace decenios que amplios sectores de colombianos estamos ahítos de las incompetencias, indelicadezas, corruptelas, leguleyadas y politiquerías de quienes han accedido a la Presidencia de la República y en alto porcentaje al Congreso. Ellos han abusado de la generosidad y, a veces, de la ingenuidad, pobreza e ignorancia de sectores mayoritarios nacionales. Me inclino a pensar que el periodo electoral 2021-22, es un momento histórico significante para que repensemos la conveniencia de elegir un estadista y no a buscadores beneficiarios del poder político que, en algunos casos, se han sicopatologizado por el ejercicio del mismo.
La decisión tomada por Alejandro Gaviria es una gran oportunidad para recuperar el sentimiento profundamente democrático y progresista que anida en el pasado de los colombianos y que se ha sumergido, especialmente, por la falta de líderes políticos y estadistas que sean capaces de insuflar profundos valores democráticos. Por tanto, es tiempo de convocar a los ciudadanos a la construcción de un país más justo, equitativo y con visión internacional apropiada. Se trata de un trabajo colectivo, sí; por ahí es la cosa. Necesitamos cristalizar esa esperanza y vale la pena contribuir a ese proceso.
Preguntémonos ahora: ¿Cuál sería el perfil de un estadista colombiano democrático para nuestros días? Ensayemos describirlo: Queremos un civilista respetuoso de los derechos humanos y del fuero de los militares, que ejerza legítimamente como Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas y de Policía. Que conozca el funcionamiento complementario de las tres ramas del poder público y que, consecuente con las tendencias del último decenio en América Latina y el mundo, gobierne organizando estructuralmente el sistema de pesos y contrapesos. Que organice técnicamente, y al más alto nivel, el proceso de toma de las decisiones al interior de la Casa de Nariño, asesorado por los colombianos mejor capacitados y comprometidos con un Programa de gobierno previamente definido. Esperamos tener un Presidente que tenga en cuenta que la implementación del Acuerdo de Paz es el problema más importante para Colombia y para su imagen ante la comunidad internacional.
Confiamos tener un Presidente que fortalezca la Corte Constitucional, la Corte Suprema de Justicia, la Procuraduría, la Fiscalía, la Contraloría, la Contaduría, la Justicia Especial para la Paz (JEP) y la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). Que designe a sus ministros para realizar un proyecto nacional teniendo como ejes la democratización, la descentralización, la regionalización, la planeación participativa y la internacionalización.
En cuanto a la administración y la gestión pública profesional, anhelamos que promueva, al más alto nivel, la formación de recursos humanos con vocación de servicio público, recuperando el papel fundamental de la ESAP y la Escuela de Alto Gobierno, al respecto.
Tenemos urgencia de un presidente que conozca la diversidad regional y aborde la nueva configuración de los procesos urbanos y rurales; que haya estudiado las deficiencias existentes en desarrollo humano y medio ambiente, proponiendo alternativas viables para solucionar las injusticias histórico-estructurales. Que sepa articular las políticas monetaria, fiscal, cambiaria, exportadora, cafetera, minera y petrolera, con metas realistas que faciliten la redistribución de los ingresos y el desarrollo nacional.
Deseamos elegir un primer mandatario que fortalezca las relaciones de Colombia con el resto del mundo, especialmente con los latinoamericanos, y sepa ampliar nuestros mercados promoviendo las exportaciones, aprovechando las excepcionales riquezas nacionales, incluyendo la industria y el conocimiento. Así mismo, que promueva alternativas actualizadas para manejar técnicamente nuestras amplias zonas fronterizas.
Confiamos poder elegir un presidente que por su experiencia y vocación de servicio a Colombia congregue la capacidad productiva de los gremios y concierte con los líderes sindicales, políticas que permitan dinamizar un desarrollo integral y sostenible, que no identifique el desarrollo con el mero crecimiento económico; que, a sabiendas de la vocación agropecuaria colombiana, fortalezca la modernización del sector y de sus instituciones, protegiendo a los más pobres.
Necesitamos un presidente que esté dispuesto a articular la ciencia, la tecnología, el arte y la cultura y comprenda el gran poder que ellas tienen como fuerzas dinamizadoras de nuestra sociedad, como lo recomendó el documento final de la Misión de Sabios. Que, preservando la libertad de prensa, agencie una política con los medios de comunicación -de tal manera- que, estando abiertos a los avances del mundo, fortalezcamos los valores nacionales con conciencia latinoamericana e impulsemos nuestra identidad múltiple y cohesión social, como Nación progresista e igualitaria.
Anhelamos un primer mandatario que dé a la mujer la participación propia de su calidad intelectual y capacidad administrativa, demostrada en el ejercicio de la función pública. Deseamos que impulse una moderna organización deportiva que consolide y fortalezca las potencialidades nacionales al respecto.
Complementariamente: Me permito enunciar temas sobre los cuales se pueden adelantar procesos, diálogos y alcanzar consensos, entre diversos partidos y movimientos, en torno a: La reducción de la pobreza y la miseria, con un enfoque de equidad; la implementación del Acuerdo de Paz y la seguridad ciudadana; la defensa de la democracia y del Estado Social de Derecho; la erradicación de la corrupción y la politiquería; la reconstrucción de la ética ciudadana; la formulación de una política pública para enfrentar el cambio climático; la recuperación del desarrollo económico mundial; los peligros de la recesión, la amenaza del proteccionismo en el comercio internacional; la lucha contra el narcotráfico y el paramilitarismo; y el respeto a los derechos humanos(4).
En fin, los demócratas progresistas debemos ser convocados por un Presidente que nos permita recuperar la confianza y seguir trabajando para cristalizar una Nación democrática, justa (con estructuras que organicen la equidad ante el poder); pacífica (con ausencia de violencia abierta, estructural y cultural); libre (sin sometimiento a potencia mundial alguna e interrelacionada con todas las naciones); y con capacidad de institucionalizar un proceso de desarrollo sostenible.
Confío que, a partir de 2022 y bajo la dirección de Alejandro Gaviria, seamos capaces de replantear, seriamente, el destino de nuestra gran nación. Es una tarea que, estrictamente, nos corresponde a todos los colombianos que no hemos perdido la esperanza y que creemos que otro país es posible.
Referencias
1. Véase columna del autor en El Espectador del 11 de febrero de 2014.
2. Invito al lector a revisar cuidadosamente el contenido de esta columna que es solo una contribución a la discusión, de un tema decisivo para nuestro futuro
3. Revísese del autor: El liderazgo político. Análisis de casos. 5ta Ed. Procuraduría General de la Nación; Academia Colombiana de Jurisprudencia y otros. Grupo Editorial Ibáñez. Bogotá.
4. Estúdiense las propuestas de Alejandro Gaviria al respecto, en diversos medios de comunicación. Agosto 27-31 de 2021.
