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Teniendo en cuenta la situación en América Latina y en particular la complejidad de la situación suramericana y colombiana contemporánea, se me presenta de una gran actualidad retomar con precisión la utilidad que tiene el manejo de la política como arte y como ciencia. Para tal fin, me ocuparé de presentar algunas reflexiones.
1. Conviene develar el debate presentado entre la política y la antipolítica, evitando que el empleo de la politiquería desvirtúe el papel sustantivo que la política debe desempeñar en nuestros días: ser fuente de prácticas solidarias e instituciones democráticas participativas, en búsqueda de concretar procesos de desarrollo sostenibles.
2. Recordemos que prescindir de la política es abrir las puertas a los regímenes de facto y dictatoriales, frente a los cuales los colombianos hemos sido reacios. Desde el punto de vista histórico y pedagógico, lo recomendable es que, desde la niñez, en los hogares y en los colegios, se dé formación política con el ejemplo y con prácticas democráticas que faciliten el aparecimiento, en la arena política, de ciudadanos con conciencia participativa. Y también, que en todas las facultades se enseñe la política como arte y ciencia y facilitemos la eclosión de nuevos liderazgos. Ellos emergerán, especialmente, de nuestras universidades. Serán los nuevos profesionales, impulsores del bien común y de una visión solidaria de la existencia y del Estado, los que agencien proyectos comprometidos con la institucionalización de los derechos fundamentales de la mayor parte de la población.
3. Se me presenta conveniente recordar al entonces señor presidente de la JEP, Eduardo Cifuentes Muñoz, cuando sostuvo en la Academia Colombiana de Jurisprudencia, a raíz de la presentación de mi texto La política, arte y ciencia: “Es muy importante que los jóvenes comprendan, desde la teoría y la práctica, la realidad nacional y las necesidades de la población de las que hacen parte. Pero, sobre todo, que reflexionen sobre ellas de manera crítica y meditada, y que sean conscientes, desde jóvenes, de que sus ideas y acciones tienen el potencial de tener impacto y ser transformadoras de la sociedad, que pueden participar activamente y contribuir a la democracia y a la equidad social. De allí, surgirán los nuevos líderes que el país necesita”.
4. Estamos invitados a tomar conciencia de la importancia del momento político de nuestros días, y del papel protagónico que la civilidad debe tener en el país. La política, como arte y ciencia, está a la orden del día (1). Hay que fortalecer el Estado (2) y desarrollar la democracia participativa; estar muy atentos al desarrollo del pensamiento de los sectores académicos, políticos, económicos, sociales y ambientales; hay que abrir la democracia, con dimensión de profundidad.
5. Para el futuro de la democracia colombiana, se me presenta indispensable seguir tomando las decisiones que permitan la implementación del “Acuerdo Final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera” (2016).
6. No temamos a las crisis; ellas frecuentemente han facilitado la eclosión de pensadores de reflexión profunda, de teorías, de nuevas organizaciones y coaliciones políticas; y de novedosos liderazgos; y
7. Dos preguntas inquietantes: quienes no hemos sido responsables directos de las acciones violentas ¿qué responsabilidad tenemos frente a la magnitud de la inequidad existente en nuestra sociedad? ¿Cómo podemos comprometernos en la construcción de una sociedad justa (con estructuras que organicen la equidad ante el poder); pacífica (con ausencia de violencia abierta, estructural y cultural); libre (interrelacionada con todas las naciones y sin sometimiento a potencia mundial alguna) (3) e insertada creativamente en el proceso de globalización con consciencia latinoamericana y con posibilidad de organizar un proceso de desarrollo sostenible? (4)
Para todos los lectores de El Espectador, mis mejores anhelos por un 2023 pleno de realizaciones.
Referencias
(1) Roa Suárez, Hernando. Construir Democracia en ELESPECTADOR.COM. Bogotá. 2ª Ed. 2008 pp. 25-32. La política como arte de gobernar y como ciencia, se complementan; ambas requieren cada día -en nuestro país- de más y mejores centros de saber y de reflexión, de más y mejores políticas educativas, de más y mejores actores, de más y mejores líderes sociales, comprometidos con la mayoría de nuestra población.
(2) Un Estado democrático contemporáneo (2008) debe ser moderno, ordenado, especializado, fortalecido, fiscalizado y eficiente. La fundamentación, explicación y bibliografía actualizada de estas características, pueden verse en el artículo del autor: “Estado y gobernabilidad. Una aproximación.” Revista Universitas No. 110 JAVEGRAF, Bogotá 2005. pp. 93-128. También, en el texto de Luis Jorge Garay: Crisis y construcción de sociedad, Esap Publicaciones, Bogotá 1998.
(3) De gran significación política se me presenta, revisar y retomar cuidadosamente, la convocatoria realizada en Brasil por el señor presidente LULA DA SILVA, el 17 de diciembre de 2008. Esta fue una Cumbre unificada de Unasur, el grupo de Rio y MERCOSUR… No olvidemos que: desde el decenio de los sesenta, quedó demostrado que, si la América Latina no logra actuar unida, sus posibilidades de influir en la configuración del poder mundial serán mínimas y el destino de las instituciones democráticas, será incierto.
(4) Entiendo por desarrollo sostenible el proceso social global (equitativo) que busca satisfacer los derechos fundamentales de la población; protege los recursos naturales, mediante el empleo de tecnologías limpias; no sacrifica las generaciones presentes y futuras; y facilita la construcción de una sociedad centrada en lo humano.
