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Cuán útil reflexionar en nuestros días sobre el pensamiento y las políticas kennedyanas.
Me inclino a pensar que un camino apropiado para la lectura de estas dos columnas, puede ser tener en cuenta el contenido y alcance de los dos discursos pronunciados por el Señor Presidente Trump, el día de su posesión en 2025.
Una familia en búsqueda de poder. De ascendencia irlandesa, los Kennedy constituyen una familia que, después de cien años de estar radicados en Boston, tiene la posibilidad de ascender a la cúspide del poder norteamericano. Gracias a astutas y habilidosas negociaciones realizadas en la Bolsa y operaciones comerciales, relacionadas con el comercio del whisky, el padre de los Kennedy logró acumular una importante fortuna. A raíz de la crisis del 29, apoyó a Roosevelt en su política de inspiración keynesiana, plasmada a nivel gubernamental, con el título del New Deal.
John, el segundo de nueve hermanos, recibió fuerte influencia de su padre quien le creó un serio sentido de superación, de la vocación por el triunfo y de la disciplina. Cuando tiene 20 años, su padre es nombrado embajador en Londres y aprovecha esta oportunidad para viajar por distintos países, especialmente los europeos. Esta coyuntura facilitó que comenzara a interesarse por la vida política. En efecto, posteriormente se va a graduar en ciencias políticas con su tesis sobre: “El apaciguamiento de Munich”. A los 25 años (1942), es Comandante de la lancha torpedera PT109 y obtiene premio a su valor al salvar un compañero herido. Teniendo en cuenta el contexto familiar -a la muerte trágica de su hermano Joe- su padre lo impulsa para participar en la vida política. Inicia su trabajo en el Congreso en 1946, a los 29 años, y es elegido candidato a la Presidencia en la Convención Demócrata en 1960.
El fresco liderazgo kennedyano. Quienes hemos estudiado y conocido a John Kennedy, podemos observar su actitud abierta, jovial y atractiva. Es sabido que su presencia inspiraba confianza y esperanza. Dentro del contexto de su campaña presidencial, los documentos conocidos permiten inferir que su imagen fue muy bien manejada, habiendo resultado electo Presidente el 8 de noviembre de 1960. Con gran visión, se asesoró de importantes intelectuales (Schlesinger, Galbraith, Sorensen, Rostow, Bundy...) y de las universidades, especialmente de Harvard.
Como Presidente, proyectó ante el mundo una nueva política bajo el eslogan de la Nueva Frontera y, a través de sus viajes y relaciones exteriores con Europa, América Latina y la Unión Soviética, recuperó parcialmente, el prestigio norteamericano.
El discurso inaugural. Uno de los textos que más prestigio dio a Kennedy por su espíritu patriótico; renovación generacional; conciencia democrática y esperanzadora para la juventud; sentido de responsabilidad histórica e invitación al compromiso con su proyecto político nacional e internacional, fue su discurso de posesión. Veamos una síntesis: “Dejad que las palabras vayan desde esta hora y este lugar a los amigos y a los adversarios a la vez, puesto que la antorcha ha pasado a manos de una nueva generación de norteamericanos, nacidos en este siglo, templados por la guerra, disciplinados por una dura y amarga paz, orgullosos de nuestro pasado.
Permitidnos empezar de nuevo, recordando a ambas partes que la civilización no es signo de debilidad, y que la sinceridad está en cada momento sujeta a pruebas. Permitidnos negociar sin temor. Pero no temamos negociar.
Todo esto no se realizará en los primeros cien días. Ni se terminará al cabo de mil, ni mientras dure esta Administración, ni seguramente mientras vivamos sobre este planeta. Pero permitidnos comenzar.
Compañeros norteamericanos: no os preguntéis qué es lo que el país hará por vosotros, preguntaos qué es lo que vosotros podéis hacer por vuestro país.
Compañeros ciudadanos del mundo: no os preguntéis acerca de lo que Norteamérica hará por vosotros, sino acerca de lo que todos juntos podemos hacer por la libertad del hombre”. (20 de enero de 1961).
¿Qué podríamos destacar de esta intervención? i) Su irrevocable vocación democrática. ii) El arribo de una nueva generación al poder. iii) La conveniencia de un sano orgullo nacional. iv) Una positiva capacidad negociadora. v) Fe en el porvenir y el valor de las ideas democráticas; y vi) Una invitación a la responsabilidad colectiva norteamericana sobre su propio país.
La política internacional. Observando, a grandes zancadas, las decisiones internacionales adoptadas específicamente por el gobierno del presidente Kennedy, podemos encontrar dos objetivos muy claros. En primer lugar, continuar la presión militar sobre los países socialistas, sin buscar un enfrentamiento directo. En segundo lugar, recuperar la imagen perdida en los países subdesarrollados, para conservarlos en su órbita capitalista, evitando paralelamente la influencia socialista en nuestra área.
La alianza para el progreso. La política agenciada para América Latina, recibió el nombre de Alianza para el Progreso y comprendió, las siguientes medidas principales: i) Apoyo a los gobiernos democráticos contra las dictaduras. ii) Créditos a largo plazo. iii) Estabilidad de precios de exportación. iv) Fomento de programas de reforma agraria. v) Estímulos a la inversión privada. vi) Ayuda técnica e intercambio de información y estudiantes. vii) Control de armas; y viii) Fortalecimiento de la OEA.
Dentro de sus fracasos internacionales, pueden anotarse la invasión de Bahía Cochinos de abril de 1961 y el manejo que se dio a la guerra del Vietnam. De otro lado, con la URSS alcanzó importantes políticas de distensión y desarme y buscó fortalecer sus relaciones con Europa, particularmente con Francia y Alemania.
Observaciones a la democracia norteamericana. Me parece oportuno señalar -en nuestros días (2025)- algunos comentarios útiles para ser pensados por los nuevos líderes, en torno a la democracia norteamericana y aspectos de sus relaciones con América Latina.
Si de un lado, reconozco que la más importante organización democrática americana está en los Estados Unidos; que allí la libertad de pensar ha alcanzado niveles significativos; que el desarrollo de los medios de comunicación, los hace uno de los países mejor informados(2); que su ciencia, tecnología e innovación han alcanzado éxitos relevantes; y que el ejercicio de las libertades tiene contenidos respetables para los ciudadanos; de otro lado, como demócrata y latinoamericano, no he observado -históricamente- que impulsen esas mismas posibilidades de desarrollo, de conductas y valores al interior de nuestros países.
Notemos que, al terminar la segunda guerra mundial, Estados Unidos, con su poder económico estimulado por la industria de la guerra y una revolución científica y tecnológica de grandes dimensiones; con el monopolio de las armas atómicas y la posesión de considerables depósitos de armas convencionales, surge como líder indiscutible de los estados capitalistas. Grupos numerosos de países se ven obligados a ligarse a esta nación mediante préstamos, ayudas y subvenciones en alimentos y armas. Paralelamente, se incrementaron las inversiones norteamericanas en el exterior y emergió el dólar como moneda dominante en el comercio internacional.
Así mismo, los países de América Latina han pertenecido -en su conjunto- a la órbita de influencia capitalista y muy específicamente a partir del tercer decenio del siglo XX, bajo el poder predominante de Estados Unidos. Dentro del contexto mundial, para Norteamérica fue y es de capital importancia encausar los procesos de Asia, África y América Latina. Fundamental para mantener su poder, su prestigio y su riqueza, ha sido conservar el status de nuestros países y/o impedir, con los recursos técnicos que dispone, los procesos de cambio dirigidos hacia una modificación sustancial de las situaciones de injusticia social estructural. Es un hecho que Estados Unidos apoyó, a lo largo del siglo XX, cualquier tipo de gobierno que se haya dado en estos países, bajo la condición fundamental de no ver afectados sus intereses económicos específicos y/o la posibilidad de perder mercados o puntos geopolíticamente significativos para ejercitar su dominación.
Con inmensa preocupación he observado sus frecuentes intervenciones armadas en el continente; la apropiación de parte de nuestros territorios (México, Colombia y Cuba) y la celebración de pactos intergubernamentales entre el gobierno norteamericano y un conjunto de dictaduras y estilos de nuevas satrapías que, como las de Leonidas Trujillo en República Dominicana; los Somoza en Nicaragua; la dictadura de Pinochet… han contado con el apoyo del gobierno, a cambio de beneficios económicos, políticos y comerciales. Los casos de Stroesner en Paraguay; Batista en Cuba, Noriega en Panamá; y Marcos en Manila;... confirman la gravedad de estas situaciones.
El presidente Kennedy, citado por Maxwel Taylor en Responsability and Response, sostuvo: “El gran campo de batalla para la defensa y expansión de la libertad hoy día, es la segunda mitad del globo. Asia, América Latina, África y el Medio Oriente... Es una batalla por la conquista de las mentes y las almas, mucho más que por la conquista de las vidas y los territorios. En tal batalla no podemos dejar de tomar partido”(3)
Complementariamente, nótense los símbolos positivos -político-económicos- dados por el Señor Presidente Obama, específicamente frente a Cuba (2016). Sin embargo, resulta muy preocupantes las manifestaciones dadas por el Señor Presidente Trump, frente a Cuba y México, por ejemplo en 2018 y 2025. roasuarez@yahoo.com
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Referencias
1. Obsérvese el gran contraste entre las perspectivas democráticas de Kennedy y Obama, frente a Trump, por ejemplo. (2024).
2. Nótese cuidadosamente la capacidad manipuladora actual para deformar la consciencia política de los ciudadanos...
3. Fortaleciendo así su sistema político.
