La vida y obra de Kennedy fueron significantes para sembrar esperanza en el porvenir democrático del mundo occidental.
En la columna anterior nos ocupamos de: una familia en búsqueda de poder; el fresco liderazgo kennedyano; el discurso inaugural; la política internacional; y unas observaciones a la democracia norteamericana. En la columna de hoy, vamos a referirnos a: las macropolíticas nacionales; el balance de los mil días; su asesinato; y unos comentarios finales. Para los estudiosos de la problemática del liderazgo, puede resultar muy útil comenzar comparando el contenido visionario de Kennedy y sus convicciones democráticas, con lo expuesto el 20 de enero por el Señor Presidente Trump… Culminemos la presentación de Kennedy.
Las macropolíticas nacionales. En cuanto a sus políticas intrasocietales, pueden destacarse: i) La protección a los negros. ii) La asistencia a los ancianos. iii) La lucha contra la pobreza. iv) La protección a la educación; y v) La lucha por la razón frente al extremismo y los mitos... Ahora, tomemos distancia y acerquémonos a un balance general de su gobierno.
Balance de los mil días. El análisis del gobierno kennedyano permite concluir que, durante esta época, el neocapitalismo norteamericano y su neocolonialismo correspondiente, alcanzaron una doctrina claramente formulada, contando con medios de acción eficaces para pertrechar sus decisiones y acrecentar técnicamente nuestra dependencia.
Complementariamente: En la misma forma como los valores democráticos; la dignidad del pueblo norteamericano y el peso de los medios de comunicación, condujeron a la renuncia de Nixon por estar implicado en actos de espionaje contra el partido demócrata, como latinoamericanos conscientes debemos reivindicar que las conductas y valores democráticos que los gobiernos norteamericanos aplican al interior de su país, inspiren sus prácticas políticas en las relaciones con América Latina, sobre la base del respeto a la autodeterminación de los pueblos y la no-intervención.
Comparativamente a otros gobiernos, el kennedyano representó una actitud más democrática hacia América Latina. Sin embargo, no debe olvidarse que fueron solamente ajustes provocados, entre otras razones, para evitar la expansión de regímenes socialistas orientados por la triunfante revolución cubana, dentro del contexto de la guerra fría.
Su asesinato. Según el informe Warren, Kennedy fue asesinado por un solo actor: Oswald(1). Sin embargo, subsisten dudas en torno al papel desempeñado por la CIA y los industriales armamentistas; los grandes belicistas; los racistas del sur o los trusts petroleros. Ante su asesinato, fue evidente la reacción y el rechazo universal. En América Latina, su muerte fue especialmente sentida. Frente al asesinato, Cristina Schlesinger le exclamó a su padre: “Si este es el país que tenemos, no quiero seguir viviendo aquí”(2).
Comentarios finales. Terminemos estos aportes analíticos: El carisma kennedyano se expresaba en sus actitudes, el manejo de la imagen, la voz, los gestos, la dúctil firmeza, la calidad de sus asesores, la actitud de hombre justo y demócrata ante el mundo. En el decenio de los sesentas, John F. Kennedy significó -para las democracias occidentales- una esperanza de construir sociedades más igualitarias y renovar un nuevo trato con el gobierno norteamericano.
Según Sorensen, “hasta el fatal 22 de noviembre de 1963, su vida fue la de un ganador. En el campo de batalla se convirtió en un héroe. En el terreno literario se hizo con el Premio Pulitzer. En el mundo de la política se alzó con la presidencia de los Estados Unidos. Su discurso de toma de posesión, su esposa, sus hijos, su política, su dirección en época de crisis, todo reflejaba su búsqueda anhelante de la perfección.”
Tengamos en cuenta que treinta años después de su muerte, en enero de 1993, The New York Times publicó los resultados de una encuesta de opinión que indican que el porcentaje promedio de aprobación popular en el período 1960-63, fue el 71%. El porcentaje de aprobación al final del período fue del 58% y en 1990, su aceptación alcanzó el 84%. A saber: según el público norteamericano, Kennedy merece el más alto grado de aprobación desde Franklin Roosevelt hasta Ronald Reagan(3).
Y unas reflexiones finales. “Tienen la palabra la historia y la posteridad. Tradicionalmente reservan una y otra el manto de la grandeza a quienes obtienen la victoria en grandes guerras, no para los que las impiden. Su inesperada y violenta muerte afectará el juicio de los historiadores, y estimo que el peligro que existe es que se convierta su grandeza en una leyenda. En mi opinión el hombre era aquí mayor que la leyenda. Su vida, no su muerte, crearon esa grandeza”(4) roasuarez@yahoo.com
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Referencias
1. Es evidente que su asesinato produjo un gran impacto para el fortalecimiento de los valores democráticos norteamericanos, y que existen serias dudas en torno a los organizadores del complot que condujo a su fallecimiento.
2. Noviembre 22 de 1963.
3. Revista Semana (1993) No. 561, febrero 2, pp. 54-55.
4. SORENSEN, Kennedy. (1966). Tomo 2. Grijalbo. México D.F., pp. 1120-1121.
Bibliografía mínima inicial
CASTILLO, Alfonso. (1964). El asesinato de Kennedy. Magazín Dominical. El Tiempo, 22 de noviembre. Bogotá.
KASPI. Andre. (1965). Kennedy. Grandes biografías. Salvat. Barcelona.
MENDOZA Varela, Eduardo (1963). El ideario de Kennedy. Lecturas Dominicales. El Tiempo, 1 de diciembre. Bogotá.
NANNETTI, Guillermo (1964). Kennedy o el dinamismo de la libertad. Revista Administración y Desarrollo No.4. Bogotá.
NEVINS, Alan (1969). El deber y la gloria. Bruguera. Barcelona.
SCHLESINGER, Arthur M (1966). Los mil días de Kennedy. Aymá. Barcelona.
SORENSEN, Theodore C. Kennedy (1966). Grijalbo. Dos tomos. México. D.F.
STONE, Oliver (1992). Toda la verdad sobre el asesinato de John F. Kennedy. El Espectador, 16 de febrero. Bogotá.