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Solo a manera de muestra, disfrutemos inicialmente, los siguientes extractos del intervalo 1929-1960: La República Liberal. “Mientras el liberalismo no lleve sus mayorías a los consejos municipales, a las asambleas departamentales, al Senado y la Cámara de Representantes, el país no podrá sentir los beneficios de un auténtico régimen liberal, que transforme fundamentalmente las instituciones caducas de la hegemonía conservadora, que ya probaron a lo largo de media centuria su incapacidad para hacer el bienestar de las grandes masas trabajadoras y la efectiva prosperidad del país”. (La Tarde. Junio 30 de 1929).
“El discurso de Hitler contiene la más formal amenaza que se haya hecho a nombre de la violencia a todos los países europeos. Si fuera tolerado, no podría volver a reinar la tranquilidad en el Viejo Mundo, porque jamás un lenguaje tan áspero e injurioso se había hablado, con la representación de un pueblo a otros pueblos”. (El Liberal. Septiembre 13 de 1938).
El día del periodista. “Por eso el día del periodista, que hoy se celebra, no es sino un justo homenaje a los hombres rectos y laboriosos que desempeñan en la vida colombiana una magistratura sin beneficios, una función social mal retribuida económicamente y que tienen en sus manos, un poder dado por el consentimiento público del cual no abusan, que no se ha corrompido jamás perdurablemente, y que no es una amenaza para la libertad, la dignidad y el fuero de los demás ciudadanos”. (El Liberal. Diciembre 10 de 1939).
La política y las fuerzas armadas. “Les está vedado por la misión que han recibido y la confianza que se ha depositado en ustedes, el participar de las disensiones y controversias de la gente civil, y hacerse parte de ellas, es decir, tomar partido en las luchas políticas. Ustedes tienen que ser en cualquier tiempo el símbolo de la unidad nacional, jamás el de su discordia. Alrededor de las Fuerzas Militares de la República tiene que estar el pueblo, potencialmente listo a la defensa de lo que es común a todos nuestros compatriotas”. (Presidencia de la República. Diciembre 5 de 1959).
Para un diario liberal antioqueño. “El Mundo, seguramente, va a escribir para todos los antioqueños, de preferencia, pero para todo el país, y no sólo para los del Valle de Aburrá... Las ideas de libertad, de autonomía, de independencia, las ideas liberales, el liberalismo, eso arraigó muy bien en el suelo duro. Y los antioqueños fueron sus mejores voceros, Ñito, el indio Uribe, Uribe Uribe, Fidel Cano, y en general de todos los radicales antioqueños. Pero hacía falta ahora -porque los ha habido, y muy buenos-, un periódico liberal antioqueño que, como suele decirse con metáfora, pero esta vez en la realidad, llene un vacío”. (El Tiempo. Abril 22 de 1979).
Complementemos estos vertiginosos extractos, con parte de sus escritos sobre: Memorias de De Gaulle en yo mayor; Homenaje al General Santander; Una empresa continental: la Flota Mercante; y Esquema de latinoamérica. Con su lectura, podemos comprobar el papel decisivo que puede cumplir un periodista bien formado y comprometido con los valores de la democracia contemporánea.
Memorias de De Gaulle en yo mayor. “Las Memorias cubren un tiempo de cuatro años que se califica como Le Renouveau. Es el regreso de De Gaulle, envuelto en un casi golpe militar, en medio de la crisis de Argelia. Cubre, desde luego, un periodo brillante de Francia y los padecimientos de la desmembración del imperio, que De Gaulle precipita y explica como absolutamente indispensables para la contemporización de su patria. Pero la obra que más le satisface es la creación del nuevo Estado francés.
Lo asombroso de las Memorias de De Gaulle es que a pesar de la admiración que se desborda por la figura del personaje autobiografiado, son eminentemente ciertas. En este periodo, desde el momento en que asumió, en pleno desastre, y como un oficial subalterno, sin encargo de nadie, la representación de Francia, el hombre llena, quiéranlo o no los demás, el territorio histórico. Y que en su segunda salida inició la recuperación de Francia, en lo interno y en lo internacional, no hay muchas dudas. Tanta grandeza, sin embargo, sale maltratada de manos del memorialista, porque no se ha resignado a delegar esa misión en otras subalternas. Hacer la historia de Francia y dejar que la escriba un Saint-Simon mal intencionado, no es propio de De Gaulle.
Pero en él, como se ve bien por las Memorias, todo viene, como quiere él que venga Francia, del fondo de las edades. Es el destino de Francia. Es su salvador. Es su dominador. Todo en él es solemne y preparado.
Porque esencialmente lo que De Gaulle le dio a su país fue un grandioso espectáculo, calculado con la meticulosidad de un director de escenario. Las funciones, tal como aparecen aquí, del jefe del Estado francés son las de oír y dejarse oír, ver al pueblo y dejarse ver de éste, entre aplausos, aclamaciones, sonrisas, adulación y agradecimientos. Para ser fiel a mi personalidad (mon personage), dice refiriéndose al providencial invento de la televisión, tenía que dirigirme a ellos -las francesas y los franceses- como si tuviera mis ojos en sus ojos, sin papel y sin gafas. Sin embargo, mis alocuciones a la nación se pronunciaban ex cathedra y como estaban destinadas a toda clase de análisis y de exégesis, las escribía con cuidado, y hay que pensar en el gran esfuerzo necesario para no decir delante de las cámaras lo que no estaba preparado de antemano. Para este septuagenario, sentado solo, detrás de una mesa y bajo luces implacables, “se trataba de aparecer bastante animado y espontáneo para retener la atención, sin incurrir en gestos excesivos y en mímicas fuera de lugar. Obviamente, lo lograba. A sus ruedas de prensa del salón de fiestas del Elíseo, las califica como una “ceremonia ritual a las cuales los recuerdos del pasado y las curiosidades del presente les daban una dimensión mundial”. Et sic de caeteris.
El espectáculo, desde luego, no ha muerto. El ex jefe del Estado francés es ahora el solitario de La Boisserie que sigue recreando su personaje, hasta el último día”. (Visión, 20 de noviembre de 1970).
Homenaje al General Santander. “Los colombianos lo reconocemos como el arquitecto de nuestra nacionalidad, así como vemos en Bolívar al Libertador de nuestra patria. Como compañero y subalterno de Bolívar, fue Santander quien desde el propio campo de batalla aplicó su mente razonadora a la organización de un Estado de derecho, y le correspondió, después, como vicepresidente de la Gran Colombia y mientras Bolívar combatía para lograr la independencia total de la América meridional, levantar las tropas, los recursos, las armas para la empresa libertadora. Pero aun en medio de esos trabajos, que dentro de la pobreza de la república recién nacida parecen superiores a la capacidad humana, desde el primer momento el gobierno de Santander tiene la característica jurídica y civil, y establece los grandes precedentes que habrían posteriormente de dar unidad histórica a Colombia. Sorprende cómo anticipó los problemas que aún hoy se encuentran sin solución definitiva, pero que de haberse seguido el impulso y la dirección que dio a su gobierno, tal vez hubieran hecho de Colombia un pueblo más feliz y más justo. Sus esfuerzos para abrir escuelas, colegios y universidades, y para transformar la educación colombiana, adaptándola mejor a las necesidades de la nueva república, tienen apenas paralelo con los que realizó Sarmiento en la Argentina, en ambos casos siguiendo el ejemplo de esta nación. Una frase suya define bien cuál era el espíritu con que el general de la independencia y el compañero de Bolívar entendía la misión que se le había confiado como jefe del Estado republicano: “Las armas”, dijo a sus compatriotas, “os han dado independencia, las leyes os darán libertad”.
Fue también Santander uno de los primeros estadistas de la América Latina en medir la importancia de la unidad del hemisferio, y bajo su vicepresidencia la Gran Colombia, integrada por las naciones que hoy se llaman Colombia, Venezuela, Ecuador y Panamá, propuso la reunión del Primer Congreso Panamericano en 1826. Esa conferencia se reconoce como el origen mismo de la Unión Panamericana, y posteriormente de la Organización de Estados Americanos. El prestigio de Bolívar, la fuerza que daba a todas sus iniciativas, y la grandiosa concepción de una liga mundial de naciones, que habría de derivarse como consecuencia de la unidad del Nuevo Mundo, tuvieron en Santander un colaborador de extraordinaria eficacia.
Los colombianos nos sentimos orgullosos de la tradición que nace con Santander, y sentimos a la patria honrada de igual manera cuando quiera que otros pueblos expresan su admiración por el Libertador Bolívar o por el Organizador de Colombia, Francisco de Paula Santander”. (Universidad de Miami, 14 de abril de 1960).
En la próxima cuartilla, nos ocuparemos de: Una empresa continental: La Flota Mercante; Esquemas de Latinoamérica; Balance para la Juventud Contemporánea y Los Últimos Días.
