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Liderazgo político democrático XXV. Jorge Eliécer Gaitán

Hernando Roa Suárez

04 de junio de 2025 - 12:00 a. m.

Porque no se crea que la izquierda es anarquía; que es falta de autoridad. No se crea que esa izquierda nuestra es el triunfo de la turbamulta sin orientación, sin conocimientos, sin normas sobre la fisonomía estructural del Estado.

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En la columna anterior, me ocupé de: los objetivos del estudio sobre Gaitán, en estos días; de algunas dimensiones históricas fundamentales, a nivel mundial, latinoamericano y nacional; de aspectos cronológicos de esos procesos, que incidieron directamente en la vocación política gaitanista; y de dimensiones sustantivas que nos faciliten una comprensión, apropiadamente sintética, de la vida y obra de Gaitán. Hoy, nos vamos a ocupar de presentar reflexiones y contenidos, referidos al pensamiento gaitanista.

Teniendo en cuenta el desconocimiento existente -aún en sectores universitarios- sobre el pensamiento de Gaitán y las tergiversaciones y calumnias de las que ha sido objeto, es conveniente leerlo directamente. A través de este ejercicio, podemos formarnos una idea del ambiente político nacional, del estilo, la forma y el fondo de sus planteamientos sobre diversos temas que fueron objeto de sus desvelos, discusión y controversia. Veamos entonces y en forma cronológica, extractos de su pensamiento.

Esperaría que después de su cuidadosa lectura, estemos en posibilidad de: i) Reconocer el arduo camino seguido por Gaitán, hasta su cristalización como Jefe único del Partido Liberal, candidato a la Presidencia de la República y caudillo popular. ii) Ir a los textos completos y profundizar la comprensión de las características básicas del sistema político colombiano, en el intervalo comprendido entre los años 1928 y 1948; y iii) Tomarle el pulso y comprender dimensiones claves de los procesos políticos y acontecimientos que desembocaron en su asesinato. Leamos con dedicación, cuidado y conciencia crítica.

A propósito del pensamiento gaitanista. El verdadero nacionalismo. Ni ahora ni nunca claudicará nuestro espíritu nacionalista.

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Hoy y siempre lo defenderemos porque creemos que las naciones latinoamericanas tienen un peligro cierto en los imperialismos, pero nuestro nacionalismo ha de ser siempre un culto severo y solemne a la República, y nunca como en el Representante que nos ataca una sinuosa postura donde tras el amor a la Nación apenas si se esconde el ataque sectario a un Presidente Liberal.

La patria no es materia sino espíritu. La patria no es realidad mortal sino sentimiento a la vez humano y cósmico y en nuestro corazón la vemos más grande mientras más doliente, porque ella no se mide ni se palpa, sino que se la siente en la inteligencia y en la pasión con fiereza desafiadora, para encontrarla siempre altiva y siempre noble.

Nuestro nacionalismo no es un nacionalismo materialista, ni es odio a los ciudadanos de otros países, sino un sentimiento idealista que se acendra en el orgullo de sabernos fuertes, de sabernos dignos, independientes y soberanos.

Liberalismo y socialismo. Desde el punto de vista ideológico, nuestra actitud política es neta y clara. Puede decirse que los partidos son un vértice en el que confluyen dos aristas. Una, la exclusivamente política, la que se refiere a las garantías sociales, a la libertad humana, al patrimonio de la individualidad. Esa fue la gran lucha del siglo XVIII, la gran batalla de la Revolución Francesa, que es distinta de la lucha económica.

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Y como atrás lo demostré, grande y magnífico ha sido el partido liberal en defensa de esos postulados. Quizá el más grande de los partidos liberales de América, porque ha sabido modelar con perseverancia y esfuerzos heroicos esas libertades y esos principios como base insustituible de nuestra vida democrática.

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Pues bien, en lo económico y lo social somos integralmente socialistas y andan equivocados todos los que pretenden establecer incompatibilidad entre el liberalismo y el socialismo colombiano.

En resumen: hay un liberalismo socialista que puede compararse a la vida de los árboles que extraen su savia del fondo de la tierra, del hecho histórico; cuya raíz vetusta se nutre en la herencia de lo pasado pero para lanzar hacia el espacio y hacia la luz frutos nuevos de carne purificada. Nos afianzamos en la gloria pretérita de nuestros mayores para desatar nuevas batallas en defensa de los humildes y en procuración de una justa justicia.

Cámara de Representantes 1931.

Fascismo, comunismo y unirismo. El fascismo es, ante todo y desde el punto de vista estatal, una reacción contra el sistema democrático, mejor dicho, contra el sistema representativo. Él se ha iniciado en primer término como una fuerza definida y audaz que impugna con franqueza el principio básico de la democracia, proclamando en cambio, sin reticencias, la dictadura del Estado por el Estado mismo. Pero esta ofensiva antidemocrática no sólo la proclama el fascismo sino también el comunismo. Por eso no puedo comprender que quienes proclaman las excelencias de las doctrinas marxistas integrales puedan utilizarlas para defender las formas democráticas de la organización estatal.

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De modo que aparece tan ilógico, tan infundado, apellidar al unirismo de comunista como calificarlo de fascista, ya que nosotros rechazamos la dictadura del Estado por el Estado mismo y rechazamos también la dictadura de la clase proletaria sobre las otras clases, pues ella es en todas sus formas absolutamente ajena a nuestro pensamiento y sentido políticos.Cámara de Representantes 1933.

Igualdad de derechos para la mujer. Lo que queremos es acabar con ese criterio del medioevo que ha colocado siempre a la mujer en condiciones de inferioridad en todos los campos frente al hombre engreído, voluntarioso y petulante.

Se dice -y aquí mismo se ha dicho- que la mujer es inferior al hombre. Pero eso se expresa a humo de pajas, sin demostrarlo científicamente que es como deben demostrarse las afirmaciones. Pues bien; yo niego enfáticamente semejante tesis. Muy al contrario. Considero, y así lo sostienen muchas autoridades de fama mundial cuyos conceptos conozco y puedo citar en cualquier momento, que la mujer es en muchas de las actividades humanas muy superior al varón. Si hoy le falta la adecuada preparación es por causa y como resultado de las circunstancias ambientales y eso es lo que debemos modificar, lo que estamos en mora de emprender para cumplir nuestra obligación de legisladores de proporcionarle los medios que le permitan avanzar a ese nivel cultural superior a que es acreedora y cuyo camino le hemos negado siempre.

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Es indispensable que la mujer ocupe su merecido puesto entre los abogados, entre los ingenieros, entre los médicos… Y no sólo porque es igualmente apta, como el hombre, para dignificar cualesquiera de las profesiones liberales y de las actividades científicas, sino también por otro aspecto de mucha substancia: porque en esta forma adquirirá más rápida y eficazmente la plena participación política a que también tiene derecho y que también le hemos negado. Cámara de Representantes 1934.

Una política grande. No se triunfa, en el plano de los sistemas, del servicio a las doctrinas, ejerciendo coacción económica sobre el pensamiento de la clase sin haberes. Hay otra cosa más fecunda, otra manera más grande, otros medios más nobles, otros caminos más puros de trabajar por el triunfo de los ideales, que no sirven para lograr batallas de eficacia transitoria, pero que se dirigen a procurar la salud colectiva en beneficio futuro de la nación.

Esa otra manera, esa otra política, se traduce en las realizaciones que se presentan como fruto de un esfuerzo metódico y perseverante. Por eso el político; el que mira los intereses estrechos del momento en que se agita; el que formula sus cálculos para la contienda que se avecina; el que sólo mira al comité; el que sólo tiende a la recolecta de votos; el que sirve una política desvertebrada; el que en sus afanes no obedece a los imperativos de un proceso histórico desenvuelto al través del tiempo y de las mutaciones, ése tal no realiza, no puede realizar obra fecunda. Es incapaz de concebirla porque se mueve dentro de circunstancias a las que tiene que acomodarse para triunfar; porque tiene que ser esclavo del momento y resulta, por ausencia de derrotero final, un simple oportunista. Teatro Municipal 1936.

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La izquierda no es anarquía. No he sido nunca comunista y he sido siempre adversario del comunismo como lo demuestran todos los movimientos políticos en que he tomado parte; todas mis expresiones públicas en la tribuna y en la prensa. Más aún, he declarado y probado muchas veces que no soy integralmente marxista. Por defender banderas anticomunistas, grandes batallas con grandes índices de elocuencia he librado en este recinto. Pero soy un hombre de la izquierda y me enorgullece haber tenido ocasión de demostrar con mis actos cómo la izquierda obra en política y aplica su doctrina cuando llega a posiciones de gobierno.

Porque no se crea que la izquierda es anarquía; que es falta de autoridad. No se crea que esa izquierda nuestra es el triunfo de la turbamulta sin orientación, sin conocimientos, sin normas sobre la fisonomía estructural del Estado. Lejos de eso. Lo que nos diferencia de los elementos conservadores de cualquier partido político es que para la mentalidad conservadora el orden es un fin absoluto y para la mentalidad de izquierda ese orden no es más que un medio para realizar otro fin, que es el de la justicia. Cámara de Representantes 1936.

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Crear la mística popular en cada pueblo. El ministro ha de ser y espera ser animador fervoroso de todas las fuerzas humanas, oficiales y particulares, que quieran contribuir en una gran cruzada por la cultura del pueblo.

Si la palabra de los hombres se hace ascua para la gesta simplemente política, no hallo inoportuno sino obligatorio, en cada ciudad y en cada pueblo, provocar una mística y organizar un movimiento alrededor de la desanalfabetización de las masas, de los patronatos infantiles, del embellecimiento y confortable manutención de la escuela, del incremento del restaurante escolar y del vestido del niño, de la biblioteca ambulante, del jardín y el culto del árbol, de la cultura artística y física, de la creación de pequeños centros

sencillos como los existentes en Europa, para el aprendizaje de oficios, de la organización en las fábricas, las haciendas, las minas, el sindicato y la vereda de escuelas en las cuales aliente la contribución privada.

Motivo de esmerada devoción de nuestros afanes ha de ser el incremento e intensificación de la cultura artística, en la música, en la escultura, en la pintura, en la danza, no sólo para el desarrollo de las posibilidades espirituales y sentimiento cósmico de la belleza, que experiencias anteriores me han hecho entender que constituyen rico filón ignoto en la entraña de nuestras masas populares, sino para florecimiento y desarrollo de las aptitudes localistas y terrígenas de la nación.

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Ni tiempo tengo, ni qué decir debo, cómo la educación artística contribuye en grado sumo a formar la personalidad de los hombres por los caminos de la subconsciencia, de la vida recóndita que en nosotros alimenta como surco profundo la a veces débil y siempre esplendorosa planta del ser consciente. Hotel Granada 1940, Min. Educación.

Por la naturaleza del momento político que vive el país, se me presenta muy útil formular nuestros comentarios sobre el tiempo en que Gaitán realizó estas presentaciones, y el presente.

En las próximas columnas continuaremos enunciando ideas reflexivas en torno al pensamiento de Gaitán.

roasuarez@yahoo.com

Bibliografía mínima inicial

GUTIÉRREZ, José (1966). Idiosincracia colombiana y nacionalidad. Editorial Colombiana. Bogotá. HIRSCHMAN, Albert O. (1982). Shifting Involvements: Private Interest and Public Action. Princeton University Press. Princeton. JARAMILLO, Carlos Eduardo (1983). Ibagué: conflictos políticos de 1930 al nueve de abril. Centro Cultural Jorge Eliécer Gaitán. Bogotá. JARAMILLO URIBE, Jaime (1970). Ed. Antología del pensamiento político colombiano. 2 vols. Publicaciones del Banco de la República. Bogotá. LASSWELL, Harold D. (1962). Psicopatología y política. Paidos. Buenos Aires. LEAL BUITRAGO, Francisco (1973). Análisis histórico del desarrollo político nacional 1930-1970. Ediciones Tercer Mundo. Bogotá.

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