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La Flota Mercante Grancolombiana es, sin duda, la empresa más importante y decisiva que se ha intentado en esta región del hemisferio occidental…
Una empresa continental: La Flota Mercante. “La importancia de los hechos que han quedado definitivamente consagrados con la firma de la escritura de constitución de la Flota Mercante Grancolombiana reside, principalmente, en que es ésta una de las primeras empresas que adelantamos en común los nietos de Colombia, la del Libertador Bolívar, después de las hazañas milagrosas del siglo XIX. Tremenda responsabilidad hemos colocado deliberadamente sobre nuestros hombros los colombianos, ecuatorianos y venezolanos de este tiempo. Porque no se trata tan sólo de la creación de una poderosa industria cuya experiencia, en general, nos es desconocida, ni de los resultados económicos que ella ofrezca, sino de que sepamos trabajar unidos, creando los precedentes necesarios para una más estrecha relación de nuestros intereses, aprovechando el gigantesco caudal de nuestra fraternidad, ya indisoluble, ya inquebrantable, ya eterna.
Los primeros ensayos han sido afortunados. Y quienes nos sentamos hoy a esta mesa tenemos la sensación de haber descubierto un territorio de posibilidades extraordinarias desde que nos dimos cuenta, en el primer contacto, de que nada había tan sencillo, tan natural y espontáneo como arreglar nuestros negocios, poniendo de acuerdo los intereses de cada nación con los de sus otras hermanas.
Y he aquí cómo resulta por paradoja conveniente y útil que hayamos vivido tantos años de aislamiento, intensamente aprovechados para que cada una de nuestras repúblicas adquiera la sazón plena de su idiosincrasia, que ahora se convierte en contribución a las obras que hayamos de realizar en común.
Hace muchos años que en Colombia, como en Ecuador y Venezuela, los expertos en cuestiones económicas descubrieron la falla más grave de nuestras relaciones mercantiles con el resto del mundo. La condición semicolonial de nuestro trabajo tenía su origen o, por lo menos, una de sus causas, en lo que siempre fue el lazo de unión entre la metrópoli y las colonias: el monopolio, por parte de la primera, de los sistemas de transporte. Examinando el nacimiento del imperialismo moderno se ve que no difiere mucho del que instauraron, al nacer América para la humanidad, los audaces monarcas de los siglos XV y XVI.
En el fondo hay la determinación inquebrantable de nuestros pueblos de no continuar siendo solamente uno de los humildes graneros del mundo, con cerradura exterior, cuya llave no tenemos. Si es cierto, y lo es, por desventura, que a pesar de que toda la humanidad es igualmente vieja, seguimos siendo y así se nos trata, como a jóvenes imprudentes y bastante ineptos para cumplir las etapas que ya realizaron otros hombres, el problema no se resuelve con que sigamos siendo menores eternos, sino con que apresuremos, por deliberación testaruda y por notorios actos de madurez, el reconocimiento de nuestra mayoría de edad. En ese camino podremos, tal vez, cometer torpezas y equivocarnos, pero sólo así el mundo acabará por aceptar que no pueden existir privilegios de antigüedad al margen de las teorías sobre igualdad jurídica, política y económica de los Estados.
Yo me siento orgulloso y satisfecho de que en el breve tiempo de mi mandato dos iniciativas hayan tomado fuerza y vida, una hasta convertirse en la realidad sólida que esta noche estamos celebrando. La Flota Mercante Grancolombiana era, como hemos visto, una vieja idea impuesta por la necesidad más exigente de nuestra producción y comercio, y me ha correspondido la fortuna de recibir en Colombia el impulso nacido fuera, y que mi gobierno haya contribuido a su ejecución cabal. La otra está dentro de la misma línea de conducta, y aunque por el momento sólo se refiere a Colombia, yo espero que algún día volvamos a unir nuestros recursos y capacidad para empresas semejantes: se trata de la creación de una siderúrgica que, por otras vías complementarias, va a ayudar a la independencia económica de Latinoamérica, y a su desenvolvimiento, desarrollando a uno de los países y creando bases para una autonomía industrial que nos permita la elevación gradual del nivel de vida de grandes masas de población.
Pero La Flota Mercante Grancolombiana es, sin duda, la empresa más importante y decisiva que se ha intentado en esta región del hemisferio occidental, como decía al principio, desde aquellas hazañas con las cuales Colombia, Ecuador y Venezuela contribuyeron, y en qué grado, a la libertad de América. Desde que se extinguió la vida del Libertador a la sombra de los árboles que vais a ver mañana en San Pedro Alejandrino, jamás venezolanos, ecuatorianos y colombianos volvieron a trabajar juntos, con una finalidad idéntica”. (Bogotá, 8 de junio de 1946).
Esquema de Latinoamérica. “Las causas de inquietud, violencia y zozobra en la América Latina son muchas, y no siempre iguales en los diversos países. Hay, sin embargo, algunas que predominan sobre la generalidad de ellos. Hay, por ejemplo, grandes presiones donde no hay libertad política, para obtenerla. Hay presiones fuertes donde ya se obtuvo, porque las dictaduras precedentes destruyeron simultáneamente la prosperidad económica y el concepto de respeto a las leyes que en esta parte del mundo ha sido siempre precario, pero sobre el cual, sin embargo, se habían organizado sociedades que carecían de los grandes recursos de coacción de otros países más desarrollados.
En América Latina, en general, no ha habido nunca suficiente número de jueces, de cárceles, de servicios de policía para garantizar los derechos de todas las personas. En territorios inmensos y mal comunicados esos servicios requieren gastos muy superiores a la capacidad fiscal de repúblicas que fueron arruinadas en obras de aparente desarrollo, muchas de ellas suntuarias y de ningún rendimiento. El aparente “orden” dictatorial es la represión y el castigo fulminante a cualquier acción individual o colectiva que implique peligro para la dictadura. Es el imperio del miedo. En cambio la libertad y el régimen democrático encuentran al Estado sin instrumentos para imponer leyes, porque desaparecido el miedo la ley queda desamparada. Todos los elementos subversivos aprovechan estas situaciones. Él comunismo estimula con actividad asombrosa toda demostración de inconformidad para transformarla en un motín. Los nuevos gobiernos democráticos tienen que emprender una tarea de reparación económica que impone restricciones, que limita la extravagancia y que elimina todos los recursos de engaño y demagogia que puede mantener una dictadura por tiempo limitado. Pero, además, los pueblos latinoamericanos tienen más necesidades de la que tuvieron jamás, en su historia. Y tienen más necesidades. La población de América Latina crece vertiginosamente y no aumenta en idéntico grado la producción de bienes y servicios. El costo de la vida sube. Los pueblos no entienden por qué tienen que pagar los excesos dictatoriales después de que las dictaduras desaparecen. Los regímenes democráticos de la América Latina tienen la alternativa de ser tan malos administradores como las dictaduras, si quieren ser temporalmente populares, o de ser impopulares, si quieren reparar los daños hechos.
América Latina es, por estas razones, el objetivo clave para crear desórdenes, confusión y situaciones de violencia de manera sistemática, en la prolongación y extensión de la guerra fría. Las dictaduras alcanzaron a introducir, por una propaganda metódica, desconfianza y escepticismo sobre el sistema democrático. Muchos de nuestros países han vivido décadas enteras de gobiernos con filosofía fascista. El aprecio por las instituciones democráticas desapareció en las masas campesinas y obreras y en las generaciones jóvenes por mucho tiempo. Vivimos un momento caótico como el que sucedió en Europa a la guerra. Allá los ejércitos de ocupación y fabulosas contribuciones económicas de los Estados vencedores lograron restablecer los regímenes democráticos. En la América Latina los nuevos gobiernos no tienen crédito exterior porque las dictaduras lo agotaron. Esta situación, que es más o menos general, requiere una atención cuidadosa que la guerra y las preocupaciones de la postguerra no permitieron darle a esta parte del mundo”. (16 de julio de 1959).
Balance para la juventud contemporánea. Si un joven universitario me pregunta hoy: ¿Qué utilidad puede tener estudiar la vida y obra de Alberto Lleras, ¿qué le podría responder? Aproximémonos: i- Él representa el ejemplo de un colombiano del siglo XX que, conocedor de los mejores testimonios de sus antepasados, se dio a la tarea de convertirse primero, en un periodista, después en un gran escritor, y posteriormente en un político que alcanzó los más altos reconocimientos como Presidente de Colombia y Primer Secretario General de la OEA. ii- Para alcanzar esas metas, buscó consagradamente templar su carácter, a base de intensa lectura y escritura. Así mismo, fue muy cuidadoso de su inteligencia y amó la consagración al trabajo. iii- Tenía claro que la vocación de servicio y la búsqueda del prestigio que le podía ofrecer la política, debían ir acompañadas de un ejercicio honesto de su actividad. iv- La democracia, así fuera imperfecta como la colombiana, era para él la mejor forma de gobierno y, por tanto, había que enfrentar las dictaduras que, en el decenio de los cincuentas, querían enseñorearse en América Latina; y v- El estudio de la historia nos indica el gran papel que desempeñan los líderes políticos en la conducción de las naciones, y que si se desea alcanzar el reconocimiento positivo de sus compatriotas, deben ser auténticos; es decir, coherentes entre su ideología, principios, valores y la práctica de su vida política y ética.
Los últimos días. Consciente del papel que había desempeñado, en la política colombiana de los últimos 50 años, deseó que su final fuera acompañado de discreción y sobriedad1. El testimonio de García Márquez2, se me presenta aleccionante al respecto: “Sin embargo quedamos sus sobrevivientes para recordar por él que en ningún momento de su vida pública tuvo Alberto Lleras un poder tan grande como el que irradiaba su imagen casi mítica desde las brumas de su refugio final,3no sólo más grande que el poder enorme de sus momentos de mayores glorias, sino el más grande e invisible que hubo jamás en la Colombia de su tiempo. Él lo ejerció en silencio desde los umbrales del olvido, tal vez sin saberlo, quizás a sabiendas, pero no con artimañas de patriarca jubilado, sino con sus artes mágicas de escritor, hasta el día de su muerte sigilosa y suya, y en su cama”.
Los cien años que se conmemoraron de su nacimiento, en 2006, fueron una feliz ocasión para que los colombianos, que fuimos testigos de su consagrada labor y de la eticidad con la que ejerció la Primera Magistratura de Colombia, le rindiéramos nuestro tributo de admiración al servidor público ejemplar, y al latinoamericano que, de acuerdo con sus convicciones, buscó, por, sobre todo, la defensa de los valores sustantivos de la democracia en el continente americano.
Tomando distancia frente a su labor como escritor, periodista, político e internacionalista, lo reconozco como un incisivo analista, y quienes reescriban la historia de Colombia del siglo XX, encontrarán en él a un civilista que ha merecido el título de estadista.4
Referencias
1. La carta dirigida -con adecuada anticipación- a su hijo Alberto, dándole instrucciones sobre la condiciones en que debía realizarse su sepelio, es ejemplar y única en la historia de Colombia.
2. Prólogo al texto: Alberto Lleras. Memorias (1997). Banco de la República. Bogotá, pp. 20-21.
3. Nótese el papel sustantivo que desempeñó, a raíz de la toma del Palacio de Justicia por el M-19, en 1985. Fue en el comedor de su apartamento donde se reunieron los ex-presidentes con Belisario Betancur, para producir una comunicación que afianzó el ordenamiento democrático de la Nación. 21 años después, en julio de 2006, el mismo Belisario, en la Academia de la Lengua, y con motivo del homenaje en sus 100 años de nacimiento, sostuvo que a Alberto Lleras le era prioritario la defensa de los valores democráticos… “Él representa, el honor de Colombia”.
4. El lector cuidadoso de estos extractos podrá inferir por qué García Márquez acertó cuando sostuvo: “La política nos privó de otro prolífico escritor”…
Bibliografía mínima inicial
LLERAS RESTREPO, Carlos. (2008). Obras Selectas. ESAP-Imprenta Nacional. Bogotá. MOLINA, Gerardo (1980). Las ideas liberales en Colombia (1915‑1934) (1935‑1958). Vols. 1 y 2. Tercer Mundo. Bogotá. MORALES, Otto (1987). Liberalismo destino de la patria. Plaza & Janés. Bogotá. NIETO Caballero, Luis E. (1944). Hombres del pasado. Colombia. Bogotá. ROA SUÁREZ, Hernando (2024). El liderazgo político. Análisis de casos. 6ta. Edición. Prólogo: Fernando Carrillo Flórez. Academia Colombiana de Jurisprudencia. Tirant lo Blanch. Bogotá. SÁNCHEZ G., Gonzalo (1983). Bandoleros, gamonales y campesinos: el caso de la violencia en Colombia. El Ancora. Bogotá. SCHELESING ER, Arthur M. jr. (1965). A thousand days. Hoigton Miffin. Boston. SORENSEN, Theodore C. (1963). Decision‑making in the white house. Columbia University Press. New York. TIRADO, Álvaro (1981). Aspectos políticos del primer gobierno de Alfonso López P. 1934‑1938. ICC. Bogotá. TOCQUEVILLE, Alexis (1945). Democracy in America. Vol 1. Vintage Books. New York. URIBE, Uribe Rafael (1979).Obras Selectas. Cámara de Representantes. 2 Tomos. Jorge Mario Eastman. Compilador. Bogotá. WEBER, Max (1958). From Max Weber. Comp. Hans Gerth y C. Wright Mills. Nueva York.
