Nuestra juventud debe saber que existen colombianos cuya vida y obra vale la pena imitar y superar; que tienen luz propia, saberes y oficios dignos de ser retomados y proyectados. Uno de ellos es Gaitán.
Notas introductorias. En los próximos días se conmemoran 70 años de su asesinato y sectores importantes de nuestra población, y en particular la juventud universitaria, ignoran aspectos sustantivos de la vida ejemplar de un colombiano que consagró su existencia a los valores de la democracia y la práctica de políticas éticas. Notemos que en nuestros días uno de los caminos viables para recuperar la importancia de la política y la conveniencia del compromiso con los ideales de la democracia participativa, es estudiar los liderazgos que puedan colocarse como paradigmas de consagración a los intereses mayoritarios de la población. La vida y obra de Jorge Eliécer Gaitán pueden ser un descubrimiento, para quienes deseen influir decisivamente en la vida política colombiana durante los próximos decenios.
En el presente ensayo me voy a ocupar de presentar: Algunas dimensiones históricas que facilitan comprender el contexto global en el que surge el líder y caudillo; aspectos centrales de su formación y cargos desempeñados; extractos de su pensamiento y un análisis de sus dos oraciones clásicas; una semblanza final; y las referencias y bibliografía básica. Este ensayo se presentará en dos columnas. La primera irá hasta sus planteamientos sobre la restauración moral de la República y la segunda, de allí al final.
Algunas dimensiones históricas. Durante el medio siglo de su existencia (1902-1948), se produjeron un conjunto de procesos y hechos políticos, internacionales y nacionales, que configuraron una nueva estructura del poder mundial. El estudio y la comprensión ampliados de estas circunstancias y la evolución nacional, facilitarán entender el entorno dentro del cual Gaitán forjó su destino y liderazgo. Notemos entonces que a lo largo de su vida se dan dos guerras mundiales (1914-1918); (1939-1945); la crisis económica de 1929; el triunfo de las revoluciones socialistas soviética (1917); china (1942-1949); vietnamita (1945) .... el hundimiento de la monarquía, la proclamación de la segunda República española (1931) y su caída, comandada por el dictador Francisco Franco, a partir de 1939. Y también: la derrota del imperio inglés en la India, por el impulso de la Resistencia Pacífica Revolucionaria, organizada por Gandhi; y el ascenso al poder y la caída del fascismo y del nacional socialismo… [1].
Dentro del contexto latinoamericano, deseo destacar -sólo por vía de ejemplo- algunos procesos: la declaratoria de la revolución mexicana de 1910; las intervenciones norteamericanas en Cuba (1898-1901), Colombia (1903), Honduras (1924), y Nicaragua (1926) (contra Sandino, asesinado después en 1934...); el surgimiento de partidos nacionalistas latinoamericanos: el Apra en Perú y el Pri en México; la guerra del Chaco entre Bolivia y Paraguay (1932-1935); el conflicto colombo-peruano en Leticia (1932); el alzamiento contra Getulio Vargas en Brasil (1935). Y algo más: Lázaro Cárdenas en México, impulsa la expropiación de compañías petroleras (1938) y Perón inaugura su gobierno de corte populista (1946)...
Aspectos del proceso colombiano que incidieron directamente en la vocación política gaitanista y que podemos destacar son: la guerra de los Mil días (1899-1902); la pérdida de Panamá (1903); las reformas constitucionales (1910; 1936; y 1945); el asesinato de Rafael Uribe Uribe (1914); el nacimiento del partido socialista revolucionario (1919); la agudización de los problemas sociales; los conflictos entre terratenientes y arrendatarios, peones y jornaleros, frente a propietarios; los cambios en la estructura agraria del antiguo sistema de haciendas; la Ley 200 de 1936; el afianzamiento de la economía cafetera; el auge del movimiento sindical, específicamente en los sectores minero, bananero, transportes y textilero; la instalación de industrias y enclaves extranjeros, especialmente norteamericanos; el aumento de protestas de funcionarios públicos, estudiantes y artesanos (1920-1948); el conflicto de las bananeras (1929); el fin de la hegemonía conservadora (1930); el gobierno de la Revolución en Marcha por su impulso a los cambios sociales e institucionales (1934-1938); los cuatro gobiernos liberales dentro de los cuales se desarrolló la vocación política de Gaitán: Olaya Herrera (1930-1934); López Pumarejo (1934-1938; 42-45); Eduardo Santos (1938-1942); la caída del partido liberal (1946) y la fundación de la OEA (1948).
Es entonces entendiendo la complejidad de los procesos políticos mundiales, latinoamericanos y nacionales, como puede explicarse adecuadamente el surgimiento del liderazgo, la significante labor y la magnitud de la lucha política emprendida por uno de los más importantes líderes y caudillos colombianos y latinoamericanos durante el siglo XX.
Aspectos centrales de su formación y cargos desempeñados. Nació en Cucunubá (Cundinamarca), el 23 de enero de 1902 y fueron sus padres Eliécer Gaitán (librero) y Manuela Ayala (maestra, forjadora de ideales y madre amantísima). En su niñez vivió en el barrio bogotano de Las Cruces y por extracción social se podría ubicar entre los sectores medios bajos y bajos altos urbanos. Fue su esposa la distinguida señora de Medellín, Amparo Jaramillo, de cuya unión nació Gloria, hoy economista egresada de Los Andes y quien se dedicó a perpetuar la obra de su padre en el Centro Gaitán, en compañía de sus hijas, durante varios decenios. Los estudios de Gaitán se iniciaron en la escuela San Vicente de Paul hasta los doce años; los secundarios, terminaron en un colegio particular, de orientación liberal: el Simón Araújo. Los universitarios, en derecho, se realizaron en la Universidad Nacional de Colombia, habiéndolos finalizado con su tesis de grado: “Las ideas socialistas en Colombia”. Posteriormente, adelantó posgrado en la Real Universidad de Roma que terminó en 1927, alcanzando el premio otorgado por Enrico Ferri. Su tesis fue sobre “El criterio positivo de la premeditación”, que alcanzó la Magna cum laude y fue publicada en Italia.
Por vía de análisis, podemos asumir que los primeros veinticinco años de existencia de Gaitán (1902-1927), comprenden su preparación a la intervención abierta en política. Y el conflicto de las bananeras, es una coyuntura que le facilita comenzar a demostrar sus convicciones, compromisos, responsabilidad moral, valor civil, sensibilidad cultural y social y capacidad de liderazgo [2].
Al regresar al país (1928), después de sus estudios en Roma, inicia una vertiginosa y metódica carrera profesional y política: Representante a la Cámara en 1929; profesor de derecho en las universidades Nacional y Libre; rector de ésta; fundador de la UNIR en 1933 y, en este mismo año, segundo designado a la Presidencia de la República. En 1938 es alcalde de Bogotá y ulteriormente es miembro de la Academia Colombiana de Jurisprudencia (1938) y de la Comisión redactora de los códigos Sustantivo y de Procedimiento Penal (1936-1938). Al año siguiente, es elegido magistrado de la Corte Suprema de Justicia. Es ministro de Educación y de Trabajo en 1940 y 1943, respectivamente. Asimismo, es proclamado candidato a la Presidencia de la República en 1945 y, después de la derrota causada por la división del partido liberal en 1946, se consagra a su lucha por la reivindicación moral de la República, habiendo sido Jefe Único del partido en 1947, hasta su asesinato el 9 de abril de 1948.
A propósito del pensamiento gaitanista. Teniendo en cuenta el desconocimiento existente sobre el pensamiento de Gaitán y las tergiversaciones y calumnias de las que ha sido objeto, es conveniente leerlo directamente. A través de este ejercicio podemos formarnos una idea del ambiente político nacional e internacional; del estilo, la forma y el fondo de sus planteamientos sobre diversos temas que fueron objeto de sus desvelos, estudios, discusión y controversia, en el intervalo 1931-1948. Veamos entonces y en forma cronológica y condensada, extractos de su pensamiento sobre: El verdadero nacionalismo. Liberalismo y socialismo (1931). Igualdad de derechos para la mujer (1934). La izquierda no es anarquía (1936). Educación primaria (1940). El reeleccionismo es fatal en un régimen presidencial (1941). Sobre el voto obligatorio (1942). Discurso programa (1945). El país político y el país nacional (1946); y Plataforma del Teatro Colón (1947).
Esperaría que después de su cuidadosa lectura, estemos en posibilidad de: i) Reconocer el arduo camino seguido por Gaitán, hasta su cristalización como Jefe Único del partido liberal, candidato a la Presidencia de la República y caudillo popular. ii) Tomarle el pulso, comprender dimensiones claves de los procesos políticos y los acontecimientos que desembocaron en su asesinato; y iii) Ir a los textos completos y profundizar el conocimiento de las características básicas del sistema político colombiano, en el intervalo comprendido entre los años 1931 y 1948. Leamos con cuidado y dedicación.
El verdadero nacionalismo. Ni ahora ni nunca claudicará nuestro espíritu nacionalista. Hoy y siempre lo defenderemos porque creemos que las naciones latinoamericanas tienen un peligro cierto en los imperialismos, pero nuestro nacionalismo ha de ser siempre un culto severo solemne a la República, y nunca como, en el Representante que nos ataca, una sinuosa postura donde tras el amor a la Nación apenas si se esconde el ataque sectario a un presidente liberal.
Porque la patria no es el hecho material; no es el pedazo de tierra donde se ha mecido nuestra cuna, ni la mínima parcela donde dormirán sus sueños sin desvelos nuestros restos mortales; porque la patria no es la luz que se tamiza en el horizonte, ni la ventana ante la cual nuestros amores se inician; porque la patria no es el canto de las aves, ni la tierra que nos da sus frutos, ni el territorio donde el hombre, en su lucha afanosa, se hace grande por sus virtudes o pequeño por sus vicios; porque la patria no es siquiera el arrullo maternal, dulce y hondo que alienta nuestra niñez, ni las lágrimas que las madres vierten para consolación de nuestra sed y nuestra angustia; porque la patria no es siquiera el hijo en que se perpetúa nuestro espíritu y que atestigua con su vida nuestra pasada existencia. ¡No, señores! La patria es algo más hondo e impalpable, tanto más profundo y bello cuanto más sutil.
Nuestro nacionalismo no es un nacionalismo materialista, ni es odio a los ciudadanos de otros países, sino un sentimiento idealista que se acendra en el orgullo de sabernos fuertes, de sabernos dignos, independientes y soberanos.
Dos criterios enfrentados sobre liberalismo: liberalismo y socialismo. Desde el punto de vista ideológico nuestra actitud política es neta y clara. Puede decirse que los partidos son un vértice en el que confluyen dos aristas. Una, la exclusivamente política, la que se refiere a las garantías sociales, a la libertad humana, al patrimonio de la individualidad. Esa fue la gran lucha del siglo XVIII, la gran batalla de la Revolución Francesa, que es distinta de la lucha económica. Y como atrás lo demostré, grande y magnífico ha sido el partido liberal en defensa de esos postulados. Quizás el más grande de los partidos liberales de América, porque ha sabido modelar con perseverancia y esfuerzos heroicos esas libertades y esos principios como base insustituible de nuestra vida democrática.
Pero decía que hay una segunda arista: el problema económico que no conocieron nuestros mayores, los próceres del liberalismo, porque ese problema sólo se incrustó con relieves exactos en los partidos, de la guerra de 1914 para acá. Los viejos patricios liberales enfocaban el problema económico en forma muy distinta a como lo vemos nosotros, ya que él ha surgido no por un capricho demagógico de los hombres sino por fenómenos de determinación histórica. Es una lucha que sólo se plantea para el día de hoy y que es necesario resolverla con el criterio presente. Frente a ese problema dos grandes fuerzas concurren enfrentadas: el criterio individualista que es el conservador y el criterio socialista que es el de la izquierda.
Pues bien, en lo económico y lo social somos integralmente socialistas y andan equivocados todos los que pretenden establecer incompatibilidad entre el liberalismo y el socialismo colombiano [3]. En resumen: hay un liberalismo socialista que puede compararse a la vida de los árboles que extraen su savia del fondo de la tierra, del hecho histórico, cuya raíz vetusta se nutre en la herencia de lo pasado, pero para lanzar hacia el espacio y hacia la luz frutos nuevos de carne purificada. Nos afianzamos en la gloria pretérita de nuestros mayores para desatar nuevas batallas en defensa de los humildes y en procuración de una justa justicia. [4]
El verdadero partido liberal está en la masa: es el campesino, es el obrero, es el estudiante; ávidos todos y hambrientos de libertad económica, de justicia social; no de la igualdad retórica ante la ley sino de la igualdad palpitante ante la vida.
Nuestras masas siempre heroicas han iniciado la marcha de la victoria y nada ni nadie será capaz de detenerlas. Desde el fondo de los hogares que anhelan una educación fecunda y científica de que hasta ahora han carecido; desde la universidad, donde cada estudiante aspira a cambiar de raíz los viejos sistemas rutinarios; desde el surco agrario donde el labrador todo lo entrega a la patria y nada le reclama; desde el taller y el hogar donde trabajadores y mujeres piden leyes nuevas que los liberten de la esclavitud en que los colocaron las instituciones conservadoras, hasta la organización de las finanzas, de la carrera administrativa y la carrera judicial, todo clama a gritos en este país porque se lleve a cabo una revolución fundamental, una transformación rotunda. (Cámara de Representantes, 1931).
Igualdad de derechos para la mujer. La mujer no puede transformar ella sola el sentido primitivo de nuestros métodos, de nuestras costumbres, de nuestra vida, porque toda nuestra actividad social está incidida por el criterio de la superioridad del varón. De ahí que seamos nosotros quienes estamos obligados a crear el ambiente que la permita educarse, encauzándola hacia actividades que le son profundamente necesarias para su liberación.
Considero, y así lo sostienen muchas autoridades de fama mundial cuyos conceptos conozco y puedo citar en cualquier momento, que la mujer es en muchas de las actividades humanas muy superior al varón. Si hoy le falta la adecuada preparación es por causa y como resultado de las circunstancias ambientales y eso es lo que debemos modificar, lo que estamos en mora de emprender para cumplir nuestra obligación de legisladores de proporcionarle los medios que le permitan avanzar a ese nivel cultural superior a que es acreedora y cuyo camino le hemos negado siempre.
Es indispensable que la mujer ocupe su merecido puesto entre los abogados, entre los ingenieros, entre los médicos. Y no sólo porque es igualmente apta que el hombre para dignificar cualesquiera de las profesiones liberales y de las actividades científicas, sino también por otro aspecto de mucha substancia: porque en esta forma adquirirá más rápida y eficazmente la plena participación política a que también tiene derecho y que también le hemos negado. (Cámara de Representantes, 1934).
La izquierda no es anarquía. No he sido nunca comunista y he sido siempre adversario del comunismo como lo demuestran todos los movimientos políticos en que he tomado parte; todas mis expresiones públicas en la tribuna y en la prensa. Más aún, he declarado y probado muchas veces que no soy integralmente marxista. Por defender banderas anticomunistas, grandes batallas con grandes índices de elocuencia he librado en este recinto. Pero soy un hombre de la izquierda y me enorgullece haber tenido ocasión de demostrar con mis actos cómo la izquierda obra en política y aplica su doctrina cuando llega a posiciones de gobierno.
Porque no se crea que la izquierda es anarquía; que es falta de autoridad. No se crea que esa izquierda nuestra es el triunfo de la turbamulta sin orientación, sin conocimientos, sin normas sobre la fisonomía estructural del Estado. Lejos de eso. Lo que nos diferencia de los elementos conservadores de cualquier partido político es que para la mentalidad conservadora el orden es un fin absoluto y para la mentalidad de izquierda ese orden no es más que un medio para realizar otro fin, que es el de la justicia. (Cámara de Representantes, 1936).
Educación primaria. Tomando como base los datos que nos ofrece el censo de 1938 y circunscribiéndonos a la población mayor de 7 años en los departamentos, fuera de los territorios nacionales, encontramos que en Colombia hay 3’525.814 habitantes que saben leer y escribir por 3’104.920 analfabetos. Es decir, un 46.8% de la población mayor de 7 años para cuya desanalfabetización necesitamos la escuela primaria.
Si no se encuentra demasiado descaminado el razonamiento que acabo de perfilar, nadie podría tomar por ilusa la afirmación de que una intensa y organizada campaña en favor de la cultura primaria es condición sin excepciones para el desarrollo económico y técnico de nuestra riqueza agrícola. Todo lo cual obliga a reemplazar la devoción abstracta y bizantina por la real preparación de los hombres para su cometido social, que debe iniciarse en la escuela primaria.
En el funcionamiento de la escuela pública colombiana hay una verdadera sociedad anónima formada por la Nación, el departamento y los municipios, que se debate en medio de la incongruencia. Allí todos son responsables y ninguno tiene la responsabilidad. Su desarmonía, que va desde la dirección administrativa hasta lo económico como a lo pedagógico, se traduce en pugnas, formulismos, litigios y abandono de lo que debería ser el central objetivo de las actividades.
Es necesario, pues, trasladar la distribución de la educación primaria a zonas que consulten las exigencias esenciales. Que los municipios, los departamentos y la Nación tengan la obligación efectiva y no teórica, de dedicar un porcentaje a la educación primaria en general, y que esos dineros atiendan armónicamente, por medio de la centralización en los departamentos, y en un fondo común y autónomo, a las necesidades, fijando anticipadamente en la ley cuáles deben ser los exclusivos renglones a los cuales dicho fondo debe atender. (Informe del Ministro de Educación, 1940).
El reeleccionismo es fatal en un régimen presidencial. Poseer los poderes que el régimen presidencial colombiano entrega al primer mandatario; tener la manera de manejar las fuerzas de avance y de choque que un presidente tiene; establecer en el país la posibilidad de que no ya el presidente sino sus funcionarios inmediatos puedan formar dentro del Estado, con perspectivas hacia su beneficio político y propio, un sistema que permita mañana traer de nuevo al poder al mismo hombre que ya lo ejerció, para seguir gozando de los beneficios antes gozados, es problema grave que puede desquiciar los fines ideológicos para reemplazarlos por el continuismo concupiscente, con grave mengua de las bases esenciales de la democracia. [5]
¡Hay que destruir esas concepciones idolátricas que hacen creer que unos cuantos hombres privilegiados hacen su voluntad a despecho de las masas y de la historia y le dan el triunfo a las revoluciones y a los partidos! La obra del partido liberal jamás podrá explicarse, vindicarse, si no tomamos sus antecedentes, si no rastreamos las antiguas normas y llegar después a regímenes como el de Olaya Herrera, sin menospreciar los subsiguientes como el de Eduardo Santos, porque los partidos que dan a sus gobiernos un sentido simplemente personalista son caudillistas, pero jamás serán los intérpretes de la democracia. (Senado de la República, 1941(.
Sobre el voto obligatorio. A la discusión de este proyecto debemos concurrir con uno de estos dos criterios: o tenemos fe en el país y esperanza en el mejoramiento de su estructura democrática y entonces nuestro deber consiste en realizar esfuerzos empeñosos para lograr ese mejoramiento. O no creemos en la democracia representativa de nuestro país ni confiamos en la eficacia de sus leyes, y entonces no hay necesidad ninguna de expedirlas.
Aquel criterio primario de dividir al país en dos sectores, cuajado el uno de todas las excelencias y perfecciones y reducto el otro de todos los defectos y perversidades, puede ser hasta una habilidad electorera pero constituye una negación de justicia y es desconocer elementales principios de sociología y psicología, dado que los dos grupos en que se pretende escindir al país están constituidos por elementos étnicos y psíquicos de una misma nacionalidad.
No soy de los que creen que ya se ha realizado la conjunción de los partidos históricos en Colombia y estimo que nuestra democracia vive precisamente en razón del choque de esas dos encontradas fuerzas; de la crítica oposicionista, lista a enfrentarse a los posibles desmanes y a los naturales errores de la fuerza dominante.
Por eso, al traer ahora a consideración la obligatoriedad del voto, pienso con criterio experimental que es necesario abrirle camino, forjar la conciencia pública de su conveniencia. Por eso me digo: ¿está ya preparado el país para esta reforma? La evolución que la democracia ha tenido en Colombia ¿no impone la exigencia del voto obligatorio? Darle tal calidad al voto ¿no será apenas el cumplimiento del proceso de evolución que en todas partes ha tenido el sufragio? ¿Acaso no comenzó ese proceso invadiendo reducidas zonas, viéndose otorgado en un principio sólo a reducidos núcleos?
La humanidad se acerca a la iniciación de una nueva era, como las grandes tragedias del Renacimiento fueron el estertor de una edad que se extinguía y el orto de otra que iniciaba su vida. Mañana no bastará la afirmación conceptual de la democracia y de la libertad para que la libertad y la democracia existan. El principio de que somos iguales ante la ley incrustado en los códigos no habrá de servirnos por sí solo: lo necesitamos vivo y actuante en la función ejecutiva de esa ley.
Todos sabemos que la elección municipal es la que atrae más fervorosamente al electorado. Pues bien, voy a dar unos datos elocuentes. Sobre la población masculina de 4’312.763 de ciudadanos mayores de 21 años, existen con posibilidad de voto 2’121.901 y hay expedidas 2’082.690 cédulas, lo que indica que el problema de la cedulación casi no existe. Acepto que hay cédulas viciadas hijas del dolo y del fraude en número difícil de fijar, pero que no es tan grande como para desvirtuar el monto de las expedidas. Y ¿cuántos votos hubo en las últimas elecciones de concejales? Hubo 800.076, o sea apenas un 37%. Suponiendo absolutamente auténticas esas elecciones; admitiendo que esos ochocientos mil votos no tengan tacha alguna, que se han depositado con excelsitud democrática como en Suiza, lo cierto es que apenas un 37% de los varones está interviniendo en el manejo del país. Es una minoría dirigiendo a una gran mayoría que permanece al margen. ¿Es esta una expresión de democracia funcional? ¿Ese dato alarmante nos puede acreditar como la democracia perfecta de que nos vanagloriamos? Mi conclusión es que en un país donde ocurre este fenómeno desconcertante, los representantes elegidos son apenas exponentes de una minoría dominante que maneja a su antojo a la gran mayoría y ese es uno de los aspectos que el mundo moderno quiere y necesita liquidar. La realidad numérica nos indica que no sólo no se está cumpliendo en el país el principio medular y doctrinario de la democracia, sino que se está violando.
¿Qué es lo que necesita hoy nuestro político? Por encima de todo conseguir votos, dejando en segundo plano las razones por las cuales la gente deba votar. Y como la gente es renuente a hacerlo por razones múltiples, entre otras por la falta de hábito, es necesario romper esa renuencia? ¿Se quiebra hoy por altos motivos espirituales o ideológicos, inculcados en hermosos programas de acción expuestos ante el pueblo? no. Esa renuencia se rompe en la actualidad con otros métodos, muchos inconfesables, censurables otros como el festival, la comilona y el aguardiente, que son ahora los recursos únicos para incitar al campesino a cumplir una función sagrada de ciudadanía. ¡Y está el dinero que se usa en muchas partes para estimular no la adhesión doctrinaria del pueblo a determinada idea, sino simplemente para que se vote, para que acuda a las urnas! ¡Para que el individuo goce! ¡Qué miserable abominación!
Con el voto obligatorio ya los sufragios estarán logrados por la fuerza coercitiva de la ley; la atracción no podrá hacerse sino por la propaganda ideológica, por el número mucho mayor de gentes obligadas a depositar su papeleta, lo que ya sería un freno a la venalidad electoral.
¿Por qué se impone el cacique electorero? ¿Cuántos de vosotros, dirigentes de los partidos, os veis obligados por la necesidad del triunfo a aprobar listas en que figuran nombres de candidatos que os repugnan intelectualmente y a veces moralmente? ¿No habéis tenido que reconocer muchas veces que hay hombres en vuestro partido de más calidad moral, de mayor entidad intelectual, de más amplia capacidad científica que quedan postergados y sin embargo tenéis que expresar vuestra adhesión a borrosas y exiguas figuras caciquiles? [6] ¿Por qué? Por la consideración de que tal hombre da 1200 votos y como el problema es que haya votos no podéis decir: elijamos la figura eminente de este ciudadano, la cumbre moral de aquel otro, la madurez intelectual de un tercero, sino que tenéis que rebajaros a votar por el cacique electorero que consigue y obtiene los votos.
El nuevo sistema destruiría otro de los grandes vicios, que no es privativo de ningún partido sino hijo de la malhadada institución de la libertad de sufragar. Ese vicio es el comercio burocrático; el pago burocrático a quien buscó los votos. Ya veremos que ante los programas, ante el juego de las ideas y los principios, frente a las realizaciones hechas desde el gobierno, surgirá la desilusión en quienes sólo han sabido desatar una estéril oposición. ¡No debemos olvidar que la oposición es una de las razones esenciales de la democracia; que no podemos regular sus métodos porque es ella la que tiene que escogerlos y que nuestro deber es el de oponer una barrera firme y recta al ataque recio y firme que ellos desaten contra nosotros! No permitamos que el político conquiste los votos por medios distintos al de la propaganda ideológica: la conquista del voto debe ser realizada por la ley. ¡Entonces la lucha se elevará al plano de los principios y de las ideas!
¿No habéis observado cómo desaparecen las desavenencias políticas y se unen en contubernio vergonzante liberales y conservadores en las asambleas para nombrar sujetos que son los que sostienen la actividad electoral de los partidos? Entre nosotros los partidos apenas viven al asecho de la hora electoral; su función está reducida a conquistar momentáneamente el voto y no a conquistar permanentemente el alma del pueblo para conducirla en una determinada dirección. ¡Suprimid el voto libre, hacedlo obligatorio y entonces les quitaréis a estos políticos la necesidad de empeñarse en la conquista del voto, ya lograda por la fuerza de la ley, y los obligaréis a ir más al alma y a la inteligencia de las masas! Hagamos de nuestro pueblo un factor actuante, vinculado a sus intereses vitales, en contacto forzoso con ellos. No lo desvinculemos durante 364 días del año, para ir un sólo día determinado a halagar sus aspiraciones para que actúe en favor de nuestras corrientes políticas.
Si exigimos y ordenamos algo para las cosas que son derivación de otras, debemos con mayor razón exigirlo y ordenarlo para lo fundamental, para lo que representa la verdadera actuación cívica de un hombre, como es imprimirle con su voto orientaciones al Estado. No podemos admitir la tesis de que haya ciudadanos que se coloquen al margen de la vida colombiana, porque eso es estar al margen de la patria misma. Porque de esas elecciones dependen los organismos que la dirigen, el rumbo que ella va a tomar. ¡Patria grande tendremos cuando todos estemos obligados a labrarla y construirla por medio de las personas que resulten elegidas en los actos electorales!
¿Cuál es el mejor método educativo para esa parte del pueblo colombiano que hoy no vota y que estaría en posibilidad de hacerlo? Llevarlo a las urnas para que se vaya modelando su conciencia. (Senado de la República, 1942).
Discurso-programa: No creo en el destino mesiánico de los hombres. Yo no creo en el destino mesiánico o providencial de los hombres. No creo que por grandes que sean las cualidades individuales, haya nadie capaz de lograr que sus pasiones, sus pensamientos o sus determinaciones sean la pasión, la determinación y el pensamiento del alma colectiva. No creo que exista ni en el pretérito ni en el presente un hombre capaz de actuar sobre las masas como el cincel del artista que confiere caracteres de perennidad a la materia inerte. El dirigente de los grandes movimientos populares es aquel que posee una sensibilidad, una capacidad plástica para captar y resumir en un momento dado el impulso que labora en el agitado subfondo del alma colectiva; aquel que se convierte en antena hasta donde ascienden a buscar expresión, para luego volver metodizadas al seno de donde han salido, las demandas de lo moral, de lo justo, de lo bello, en el legítimo empeño humano de avanzar hacia mejores destinos.
En frente de este movimiento cuya realización representa el clímax de un largo proceso, algunos podrán preguntarse cuál es la causa que lo ha producido y cómo se ha verificado el hecho insólito de que los poseedores de todas las preeminencias y de todos los privilegios se encuentren solitarios, en tanto que aquellos a quienes suponía solitarios se hallen en tan poderosa compañía. Y no podrán, ni ellos ni quienes traten de encontrar una explicación eventual, hallar otra distinta a la de que él interpreta el angustioso anhelo de mirar hacia el porvenir, con el pensamiento y la acción que agitan a la mayoría absoluta de los hombres que hemos tenido la fortuna de nacer en esta patria grande, noble e ideal.
Referencias
[1]Véanse las columnas del autor sobre Gandhi, Hitler y Mussolini en elespectador.com, Bogotá, 2018.
[2]Deseo hacer notar que en 1930 se inician, con el Gobierno de Olaya Herrera, dieciséis años de gobiernos liberales, que buscan impulsar reformas sociales y facilitar la modernización del Estado. Hoy puede verse en perspectiva, que el período más avanzado de esta época, correspondió al primer Gobierno de López Pumarejo (1934-1938). Al terminarse los cuatro gobiernos liberales, se presentaron dos candidatos con intereses diferentes, pero bajo la insignia del liberalismo, en 1946. Esta división, es la que permite el triunfo de Mariano Ospina Pérez. Si al inicio de su cuatrienio buscó un gobierno de Unión Nacional, posteriormente se desarrollan dimensiones de lucha política acompañada de violencia abierta contra representantes del partido liberal, en diversas regiones de Colombia. Contra esa violencia, Gaitán se levanta, denuncia, protesta, se organiza y en la Manifestación del Silencio, proclama su trascendental Oración por la paz, donde queda ejemplarmente demostrada su vocación democrática, el respaldo popular y la inteligencia diamantina del caudillo.
[3]Revísese el pensamiento de Darío Echandía en el libro del autor: Darío Echandía Olaya. Colombiano ejemplar. Academia Colombiana de Jurisprudencia-Universidad Libre. Bogotá, 2017.
[4] Véanse las columnas del autor sobre Darío Echandía 2017-2018 en el espectador.com. Las cursivas utilizadas a lo largo del ensayo han sido empleadas con sentido pedagógico.
[5]Esta predicción tuvo plena aplicación en Colombia, especialmente en el intervalo 2002-2018.
[6]Revísese la columna del autor, en elespectador.com, sobre Uribe Uribe (1 de marzo de 2018).