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Construir democracia

Reflexiones a propósito de la dominación en Weber

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Hernando Roa Suárez
09 de octubre de 2025 - 05:01 a. m.
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“Mientras que para Marx el racionalismo capitalista era un medio puesto al servicio de la irracionalidad básica del sistema como conjunto, para Weber el capitalismo es parte de un proceso de racionalización, característico de la sociedad moderna” — Salvador Giner.

Introducción. Conocemos que estamos en un momento especialmente complejo de la política nacional e internacional. Nuestro proceso político está a punto de realizar elecciones significantes (del congreso y la presidencia) en pocos meses. Para comprender dimensiones sustantivas del mismo, voy a referirme al tema de la dominación inspirado básicamente en los planteamientos formulados por Max Weber en Economía y Sociedad. Veamos.

En esta exposición, analizaré el pensamiento político y sociológico de Max Weber, concentrándome en su teoría de la dominación legítima como una de las contribuciones más influyentes en la comprensión del poder en las sociedades modernas. A partir de una lectura reflexiva y crítica, se examinan las tres formas de dominación propuestas por Weber —carismática, tradicional y legal— y su relación con la racionalización de la vida social. Se resalta la vigencia de su pensamiento para el análisis de las configuraciones políticas contemporáneas y se sugiere la necesidad de reexaminar su legado teórico a la luz de los desafíos democráticos de América Latina, particularmente en Colombia.

Pensando históricamente, reconozco que el momento político contemporáneo se perfila como uno de los más críticos de los últimos setenta y siete años para nuestra democracia colombiana. Ante este panorama convulso, resulta pertinente retornar a los grandes teóricos que, en épocas de crisis, lograron ofrecer herramientas conceptuales para la comprensión y transformación de sus sociedades. Así como John Maynard Keynes contribuyó con su pensamiento económico a superar la crisis de 1929, y como John Kenneth Galbraith inspiró políticas públicas durante el gobierno de John F. Kennedy, Max Weber proporcionó una de las más poderosas herramientas para entender la relación entre poder, legitimidad y racionalidad.

En el vasto escenario del pensamiento moderno, Weber ocupa un lugar privilegiado. Sus reflexiones sobre la acción social, la racionalidad y la dominación han influido decisivamente en las ciencias sociales y políticas, constituyendo un punto de referencia tanto para sus continuadores como para sus críticos. A diferencia de Marx —para quien la economía era, en última instancia, la base estructural de toda organización social—, Weber se concentró en los procesos de legitimación y en la manera como los seres humanos otorgan sentido y validez a las estructuras de autoridad.

Con este aporte, busco aproximarme, de manera interpretativa, a las categorías fundamentales de la teoría weberiana de la dominación, para proponer una relectura contemporánea que permita iluminar las tensiones de la democracia actual. El propósito no es una revisión exegética, sino una reflexión que ponga en diálogo las estructuras clásicas del pensamiento político con las urgencias de nuestro tiempo.

El pensamiento y la formación de Max Weber. Notas iniciales. Conocemos que Weber nació en Erfurt el 21 de abril de 1864, en el seno de una familia pequeño-burguesa. Su padre, político de prestigio en la Alemania de Bismarck, y su madre, una mujer letrada y profundamente religiosa, marcaron el carácter dual de su formación: entre el rigor político y la sensibilidad ética. Desde joven demostró una precocidad intelectual que lo llevó a incursionar en el derecho, la economía y la historia, hasta convertirse en uno de los fundadores de la sociología moderna.

Su trayectoria académica comenzó en la Universidad de Berlín, donde el contacto con la vida universitaria lo llevó a desarrollar una obra prolífica y rigurosa. Su pensamiento evolucionó desde los estudios jurídicos hasta la reflexión metodológica y política, configurando un corpus interdisciplinario que abarcó la sociología económica, religiosa, jurídica y musical. En su madurez intelectual, Weber formuló una metodología innovadora basada en el tipo ideal, instrumento heurístico que le permitió analizar fenómenos sociales desde la lógica de la comprensión y no solo desde la causalidad.

Su coherencia ética se manifestó también en su postura antibelicista durante la Primera Guerra Mundial. Weber criticó con firmeza las políticas imperialistas de su país y participó en el comité de expertos que asesoró la delegación alemana en la Conferencia de Paz de Versalles. Su compromiso con la racionalidad, la libertad y la responsabilidad pública anticipaba su visión del político como un servidor de la ética de la convicción y la ética de la responsabilidad.

Pietro Rossi resume el núcleo de su propuesta metodológica al afirmar que Weber buscó definir “la función respectiva del análisis empírico de las ciencias histórico-sociales y de la actividad política”, distinguiendo la investigación histórica de la ciencia natural por su orientación hacia la individualidad y el sentido subjetivo de la acción (Rossi, 1973).

La problemática de la dominación. Entre los múltiples aportes de Weber, pocos resultan tan influyentes como su teoría de la dominación legítima, expuesta en Economía y sociedad (1969). Allí define la dominación como la probabilidad de encontrar obediencia a un mandato determinado, distinguiendo entre el poder (Macht) y la autoridad legítima (Herrschaft). La dominación, para él, implica siempre una relación entre quienes mandan y quienes obedecen, mediada por la creencia en la legitimidad del orden.

Siguiendo a Bendix (1970), podemos decir que toda forma de dominación supone cinco componentes: i) un individuo o grupo de dominadores; ii) un individuo o grupo de dominados; iii) la voluntad de los dominadores de influir en la conducta de los dominados; iv) una evidencia objetiva del grado de sometimiento al mandato; y v) una aceptación subjetiva por parte de los dominados. La dominación, por tanto, no se sostiene solo por la fuerza, sino por el reconocimiento de su validez.

Weber distingue tres tipos ideales de dominación legítima: la carismática, la tradicional y la legal-racional. Aunque en la realidad estas formas suelen mezclarse (como en la Colombia del siglo XX y XXI), su diferenciación analítica permite comprender la evolución histórica del poder político.

Sobre la dominación carismática. La dominación carismática se funda en la devoción a las cualidades extraordinarias de un líder. Este tipo de autoridad surge en contextos de crisis o transformación, cuando las normas existentes pierden legitimidad y emerge una figura capaz de inspirar fe, entrega y obediencia. El líder carismático puede ser un profeta, un héroe o un demagogo; su poder descansa en la creencia en su santidad, heroísmo o ejemplaridad.

El carisma no reconoce reglas ni instituciones como fuentes de legitimidad. La palabra del líder es ley, y su autoridad se ejerce sin mediaciones. Los seguidores —discípulos, apóstoles o prosélitos — obedecen por convicción personal, no por obligación legal. Ejemplos paradigmáticos de este tipo de dominación son los profetas religiosos, los caudillos políticos y los líderes revolucionarios.

La fragilidad de la dominación carismática radica en su inestabilidad: depende del reconocimiento continuo del carisma. Cuando el líder muere o pierde su magnetismo, la estructura de poder se ve obligada a transformarse. De allí que Weber analice el proceso de “routinización del carisma”, mediante el cual las comunidades carismáticas institucionalizan las creencias y las transforman en normas estables.

Sobre la dominación tradicional. En contraste con la carismática, la dominación tradicional se funda en la creencia en la santidad de las costumbres y en la legitimidad de quienes ejercen el poder por herencia o linaje. El jefe tradicional gobierna “porque siempre ha sido así”, y sus decisiones se legitiman por la continuidad del pasado. Los súbditos obedecen porque consideran que la autoridad pertenece legítimamente a una familia, una dinastía o una casta.

En este tipo de dominación, las reglas son consuetudinarias y el cuerpo administrativo suele estar compuesto por familiares, vasallos o servidores personales. La obediencia se dirige a la persona del jefe más que a un orden impersonal. Weber identifica el patrimonialismo como una forma típica de dominación tradicional, en la cual el poder se ejerce sobre la base de la lealtad personal y el control del territorio como propiedad del gobernante.

Un ejemplo contemporáneo de esta forma de dominación se encuentra en los regímenes donde la autoridad se perpetúa por la costumbre o por el prestigio simbólico de una figura paternalista. En Colombia, durante la campaña presidencial de 1990, se evidenciaron elementos patrimoniales combinados con rasgos carismáticos y legales (Roa, 2007).

Sobre la dominación legal-racional. La tercera forma de dominación legítima es la legal-racional, característica del Estado moderno. Su fundamento es la creencia en la validez de un orden jurídico establecido racionalmente y en la legitimidad de los jefes designados conforme a la ley. Aquí, el poder se ejerce en nombre de normas impersonales, y la autoridad se deriva de la posición que ocupa el funcionario dentro de una estructura burocrática.

El principio de la dominación legal es la racionalización: toda acción de gobierno se tramita mediante reglas, expedientes y competencias diferenciadas. Los funcionarios son seleccionados por mérito y actúan conforme a procedimientos estandarizados. La legitimidad del poder se basa en la soberanía popular y en la legalidad de los mecanismos electorales.

La burocracia representa la expresión más pura de este tipo de dominación. Aunque su eficiencia es innegable, Weber advertía sobre los riesgos de su excesiva racionalidad: la “jaula de hierro” en la que la libertad individual puede verse atrapada por el predominio de las reglas sobre los fines humanos.

Weber y la racionalización del poder. La tipología weberiana no solo describe formas históricas de autoridad, sino que revela el proceso de racionalización que caracteriza a la modernidad. En el tránsito de lo carismático y lo tradicional hacia lo legal-racional, la sociedad moderna sustituye la fe personal y la costumbre por la norma escrita y la legitimidad procedimental. Sin embargo, este avance hacia la racionalidad formal conlleva el riesgo de una deshumanización progresiva del poder.

El pensamiento de Weber ha sido objeto de amplios debates. Autores como Nicos Poulantzas y Étienne Balibar, desde el neomarxismo, han cuestionado la neutralidad de sus tipos ideales, argumentando que toda dominación implica una relación estructural de clase (Poulantzas, 1970). A su vez, Horowitz subrayó que la metodología weberiana debía entenderse como un recurso heurístico, no como un sistema cerrado de categorías. En ambos casos, las críticas confirman la fecundidad del pensamiento weberiano como herramienta de análisis.

Vigencia de Weber en el contexto latinoamericano Más de un siglo después de su muerte, las reflexiones de Weber siguen iluminando las tensiones del poder en las sociedades latinoamericanas. La mezcla de liderazgos carismáticos, estructuras tradicionales y aparatos burocráticos ineficientes configura un mosaico de dominaciones híbridas. En Colombia, la crisis de legitimidad del Estado y el resurgimiento de liderazgos personalistas son ejemplos palpables de la persistencia de lo carismático en contextos que deberían regirse por la legalidad racional.

La teoría weberiana, leída desde América Latina, invita a pensar en la construcción de una democracia participativa que supere las formas autoritarias del mando y promueva una racionalidad sustantiva, orientada al bien común. Para quienes mantenemos una profunda vocación democrática, Weber no es solo un clásico del pensamiento, sino una brújula ética y política frente a la crisis contemporánea.

Conclusiones. Releer a Weber es un ejercicio indispensable para comprender las formas actuales del poder y la legitimidad. Su tipología de la dominación continúa siendo una herramienta poderosa para descifrar la dinámica política de las sociedades modernas. En ella se encuentra la tensión permanente entre el carisma personal, la tradición heredada y la legalidad racional que pretende garantizar la estabilidad del Estado.

A ciento cinto años de su fallecimiento, Weber sigue siendo referencia obligada para quienes buscan entender la complejidad de lo sociopolítico. Su insistencia en la responsabilidad ética del político, su concepción de la racionalización como destino de la modernidad y su análisis de las estructuras del poder mantienen plena vigencia.

Colombia enfrenta el desafío de consolidar un Estado democrático que equilibre la racionalidad institucional con la participación ciudadana. Para ello, es preciso comprender las raíces de nuestras formas de dominación y los mecanismos que las perpetúan. La obra de Weber, con su profundidad y universalidad, ofrece un camino fecundo para pensar en esa tarea.

Sí, este es un momento propicio para el surgimiento de los teóricos. Y releer a Weber —desde la experiencia latinoamericana— es, sin duda, un acto de lucidez política y de compromiso con la democracia. Los lectores cuidadosos sacarán sus conclusiones al aplicar estas reflexiones, a la actual realidad política colombiana.

roasuarez@yahoo.com

Bibliografía mínima inicial

Bendix, R. (1970). Max Weber. Amorrortu. Berlín, I. (1988). Cuatro ensayos sobre la libertad. Alianza. Bobbio, N. (1993). Igualdad y libertad. Paidós. Dahrendorf, R. (1966). Sociedad y libertad. Tecnos. Freund, J. (1972). Sociología de Max Weber. Península. Lyotard, J. F. (1987). La condición postmoderna. Informe sobre el saber. Cátedra. Pico, J. (Comp.) (1988). Modernidad y postmodernidad. Alianza. Popper, K. R. (1967). El desarrollo del conocimiento científico. Paidós. Poulantzas, N. (1970). Poder político y clases sociales en el estado capitalista. Siglo XXI. Radkau, J. (2011). Max Weber. La pasión del pensamiento. FCE. Roa, H. (1996). Karl Marx y Max Weber. Científicos sociales. ESAP. Sartori, G. (1988). Teoría de la democracia. Alianza. Weber, M. (1958). The Protestant Ethic and the Spirit of Capitalism. Scribner’s Sons. Weber, M. (1969). Economía y sociedad. FCE. Weber, M. (1970). El político y el científico. Alianza. Weber, M. (1972). Ensayos de sociología contemporánea. Martínez Roca. Weber, M. (1973). Ensayos sobre metodología sociológica. Amorrortu. Weber, M. (1976). Historia económica general. FCE.

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Álamo(88990)10 de octubre de 2025 - 02:32 a. m.
Muy interesante y, sobre todo, loable su 'apuesta apuesta' en estos momentos. Sin embargo, y sin pesimismo de por medio, lo que se ve muy distante es el aterrizaje del pensamiento de Weber en Mac(h)ondo. Quizás suene fuerte, pero es que por acá parece que la sociología a-penas parece ir en sociopat(r)ía. Gracias.
Julian Campo(3346)09 de octubre de 2025 - 01:02 p. m.
Muy buena ilustración y orientación. Gracias.
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