La historia nos enseña que los momentos críticos de las sociedades suelen ser fecundos para el surgimiento de liderazgos políticos creativos.
Esta columna está centrada en presentar reflexiones en torno al liderazgo político democrático.
Me inclino a pensar que el proceso del liderazgo debe ser visto como parte de la dinámica del conflicto social, de la estructura del Estado y del poder, de la construcción de la paz, de la organización de los partidos políticos y los movimientos políticos y sociales, y de la problemática de la gobernabilidad, por cuanto poco es el liderazgo si no está vinculado a procesos colectivos.
La historia nos enseña que los momentos críticos de las sociedades suelen ser fecundos para el surgimiento de liderazgos políticos creativos. Ejemplos en Colombia son: Bolívar, Santander y Nariño (1815-1821); Uribe Uribe (1910-1914); López Pumarejo (1934-1938); Darío Echandía (1934-1968); Jorge Eliécer Gaitán (1940-1948); Alberto Lleras Camargo (1958-1962); Carlos Lleras Restrepo (1966-1970); y Luis Carlos Galán (1980-1989).
Un(a) líder político(a) democrático(a) es un(a) ciudadano(a), jefe y conductor(a) que, con prestigio intelectual y humano, y reconocida capacidad de mando y ejecución, asume un proyecto histórico capaz de generar seguidores organizados democráticamente y comprometidos con su causa, para el ejercicio del poder.
Según mi percepción, los líderes que han influido decisivamente en el curso de la historia de Colombia no han sido meros buscadores de poder sino aquellos que, gracias a su formación intelectual, capacidad ética, vocación de cambio, espíritu visionario y posibilidad de realizar lo difícil, han modificado el destino del país.
Reflexionando en torno al liderazgo futuro para Colombia, lo entiendo no como un juego entre las élites o una respuesta populista, sino como el resultado de un proceso en el que se cuente con un proyecto y una estructura para la acción. Esto con miras a establecer una sociedad justa, pacífica, libre y con posibilidad de organizar un proceso de desarrollo sostenible.
Notemos que cuando el líder actúa en beneficio de la comunidad recibe como fruto de su labor la gratitud política de las masas. A través del prestigio adquirido puede acceder a los más altos cargos de representación y función pública. En cambio, cuando usa la vocación sólo para servirse, terminará su existencia posiblemente enriquecido económicamente pero despreciado y hasta odiado por el pueblo. Somoza, Hitler, Mussolini y Pinochet son ejemplos de ello. El líder que desvirtúa los fines superiores de la política, acabará como un politiquero. Es claro que en nuestro país existe ya un profundo rechazo a esas prácticas y conductas que han demostrado su ineficiencia e ineficacia en términos históricos.
Hace decenios que amplios sectores de colombianos estamos ahítos de las incompetencias, indelicadezas, corruptelas, influencias indebidas, abusos de poder, leguleyadas y politiquerías de algunos de los que han accedido a la Presidencia de la República y, en los últimos años, a amplios sectores del Congreso, de las gobernaciones y las alcaldías. Ellos han abusado de la generosidad y, a veces, de la ingenuidad, pobreza e ignorancia de sectores mayoritarios nacionales. Pero ahí está la historia para señalar a quienes sirvieron con valor civil, dedicación, conocimiento y eticidad, y a los que se beneficiaron y enriquecieron en el ejercicio del poder.
Un líder político democrático que quiera acertar y merecer el reconocimiento histórico de sus gobernados hoy debe crear condiciones para que la política facilite la comunicación entre los distintos estamentos y la ciudadanía. Para ello debe hacer efectiva la presencia del gobierno en la vida social y producir consensos que impulsen la construcción de sujetos sociales capaces de concretar un desarrollo sostenible para Colombia.
Los colombianos demócratas queremos presidentes civilistas, respetuosos de los derechos humanos y del fuero de los militares; que ejerzan legítimamente como Comandantes en Jefe de las Fuerzas Armadas, como corresponde a un régimen presidencial democrático; que conozcan el funcionamiento complementario de las tres ramas del poder público; y que, consecuente con las tendencias del último decenio en América Latina y el mundo, gobiernen organizando estructuralmente el sistema de pesos y contrapesos, impidiendo la concentración del poder en el ejecutivo y la realización de artimañas, argucias e interceptaciones contra la respetabilidad de los magistrados de nuestras Cortes.
Tenemos urgencia de presidentes que conozcan la diversidad regional y aborden la nueva configuración de los procesos urbanos y rurales; que hayan estudiado las deficiencias existentes en los campos de la pobreza, la vivienda, la educación, el trabajo, la salud, la cultura, la seguridad, el vestido, la recreación y el medio ambiente; que propongan alternativas viables para solucionar las injusticias histórico-estructurales.
Deseamos elegir presidentes que fortalezcan las relaciones de Colombia con el resto del mundo, especialmente con los latinoamericanos; que sepan ampliar nuestros mercados promoviendo las exportaciones, aprovechando las excepcionales riquezas nacionales, incluyendo la industria y el conocimiento; que promuevan alternativas actualizadas para nuestras amplias zonas fronterizas.
Necesitamos mandatarios que sepan articular las políticas monetaria, fiscal, cambiaria, exportadora -cafetera, minera, petrolera, etc.-, con metas realistas que faciliten la redistribución de los ingresos y el desarrollo nacional, teniendo en cuenta el proceso globalizador.
Los ciudadanos colombianos confiamos poder elegir en 2022 un presidente que por su experiencia y vocación de servicio a Colombia congregue la capacidad productiva de los gremios y concierte, incluyendo a los líderes sindicales, políticas que permitan dinamizar un desarrollo integral; que no identifique el desarrollo con el mero crecimiento económico; y que, a sabiendas de la vocación agropecuaria colombiana, fortalezca la modernización del sector y sus instituciones, protegiendo a los más pobres.
Queremos un jefe de Estado que esté dispuesto a articular la ciencia, la tecnología, el arte y la cultura; que comprenda el gran poder que ellas tienen como fuerzas dinamizadoras de nuestra sociedad; que preservando la libertad de prensa agencie una política con los medios de comunicación de manera que, estando abierto a los avances del mundo, profundice los valores nacionales con consciencia latinoamericana e impulse nuestra identidad múltiple, como nación progresista y equitativa.
Así mismo, necesitamos un presidente que defina planes, programas y proyectos para la preservación, conservación y disfrute de nuestro patrimonio histórico, cultural y artístico.
Anhelamos un presidente que dé a la mujer la participación propia de su calidad intelectual y capacidad administrativa, demostrada en el ejercicio de la función pública.
Esperamos, así mismo, que impulse una moderna organización deportiva que consolide y desarrolle las potencialidades nacionales al respecto.
Los demócratas colombianos –con positiva consciencia política- sugerimos adelantar, bajo la dirección del presidente, diálogos entre diversos partidos y movimientos que faciliten concretar políticas en torno a: la reducción de la pobreza y la miseria, con un enfoque de equidad; la implementación del proceso de paz; la defensa de la democracia y del estado social de derecho; la erradicación de la corrupción y la politiquería; la reconstrucción de la ética ciudadana; la preparación para enfrentar el cambio climático; la recuperación del desarrollo económico mundial; la amenaza del proteccionismo en el comercio internacional; la lucha mundial contra el narcotráfico y el paramilitarismo; y el respeto a los derechos humanos.
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