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Mauricio Laurens regresó a Colombia en 1976, luego de pasar tres años en París como alumno de maestros críticos —y míticos—: “los sergios” de la industria francesa, Serge Toubiana y Serge Daney, militantes de la revista Cahiers du cinéma.
Cuando el barco atracó en Cartagena, la suerte y el país lo recibieron con una frase que leyó colgada en un puesto de comida callejera: “El que kritica sufre”. La k del error presagiaba un oficio kafkiano. Aún así, Monsieur Laurens decidió vivir su propia metamorfosis y un día, como Gregorio Samsa pero con un destino distinto, se despertó en su cama convertido en crítico de cine.
2.500 artículos después; 500 emisiones de crónicas radiales al frente de su programa La voz del celuloide; doce años de magisterio en las aulas universitarias; un par de libros —El vaivén de las películas colombianas y Focine 10 años: nuestra memoria visual—, aparte de la multiplicación de sus viajes al jolgorio de los festivales, han prolongado su transformación.
Enfoques de película (Bogotá: Universidad Externado de Colombia, 2008), su libro más reciente, fue escrito “con pretensiones académicas, no con pretensiones críticas”. Se trata de un manual de pedagogía fílmica en el que se honra la brevedad para describir el fenómeno del cine.
Después de que el lector descubre una rareza formal —el libro tiene seis prólogos y un prefacio—, se inician los ocho capítulos en los que el cine no reconoce otra frontera que su enseñanza y cinco anexos en los que se reúnen los títulos, las áreas geográficas, los directores y un listado de las fotografías utilizadas.
El eje del libro lo compone una colección de fichas que hacen pública la intimidad fílmica de Laurens cuando prepara sus clases y trata de estimular con ellas a estudiantes y lectores “frente al contenido, la significación y el estilo de las imágenes en movimiento”.
Sin alargar su escritura en la sana maratón que permiten los ensayos, Laurens es un escritor que corre los cien metros. Se acomoda a las destrezas del espacio bonsái que puede tener la crítica de cine y, luego de 32 años de oficio, ha encontrado en él su respiración natural.
Cada una de las fichas que componen sus Enfoques divide metódicamente la aproximación a las películas en distintas categorías: género, temática, desarrollo, importancia, contexto, reconocimientos, aparte de una ficha técnica que describe quién es quién y para qué en el cine.
Un libro para un momento en que todo es al instante. En el que se evoca el cine clásico —con énfasis en el Neorrealismo italiano bendito por los milagros de San Visconti, San Vittorio de Sica o San Rossellini— y se describe el cine contemporáneo que, de alguna manera, es un resultado de su herencia cuando registra con sencillez el laberinto de la experiencia humana.
Fichas que giran alrededor de su actividad en el Club de Cine Externadista, donde se han visto “las infamias desencadenadas por la genialidad” (Tarantino); “cierta intolerancia sexual en el territorio del machismo habanero no tan revolucionario” (en Fresa y Chocolate de Alea y Tabio) o la “esquizofrenia colectiva que posee ingredientes detectivescos, carruseles pasionales y uno que otro barniz de grotesco erotismo” (en La gente de la Universal de Aljure).
¿El que kritica sufre? No del todo. Depende del crítico y de su punto de vista; de los enfoques que tenga acerca de las películas. El libro ya está servido. Su lector decide.
