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Cada cierto tiempo vuelvo a repasar los escritos y conceptos de aquellos enófilos y escritores que me han mostrado caminos. Hoy ese rito anual me ha llevado a escudriñar nuevamente las memorables páginas escritas por uno de mis autores favoritos: el británico Hugh Johnson, historiador, crítico, periodista y prolífico ensayista sobre el vino y sobre su larga estela de aportes a la civilización.
Johnson es autor de La historia del vino, obra magistral que sirvió de modelo para la filmación del documental Vintage—A Hisory of Wine, coproducido por Malone Gill Productions, W.G.B.H., el Boston Broadcasting Service, Channel 4, de Londres, y financiado por la Charitable Foundation.
También ha escrito, juntamente con su coterránea Jancis Robinson, el World Atlas of Wine, así como La vida y vinos de Hugh Johnson, Hugh Johnson Pocket Wine Book y Hugh Johnson’s How to Enjoy your Wine.
Suelo nutrirme de sus reflexiones en muchos de mis artículos. Además, como estudiante de estudios clásicos, comparto su juicio de que “el vino se entreteje, como ningún otro producto, con la historia de la humanidad desde sus principios”.
Johnson lo resume así: “Telas, cerámica, pan y otros artículos de uso cotidiano también se remontan a la Edad de Piedra. Pero sólo el vino posee un significado sagrado, poderes curativos y, en definitiva, vida propia. ¿Por qué resulta tan especial? En parte porque durante toda su historia, como la de la humanidad, ha sido la única fuente de consuelo y coraje, la única medicina y antiséptico, el único recurso para renovar su espíritu cansado y desterrar la tristeza. El vino fue el primer lujo del hombre. Al mismo tiempo, resulta imprevisible, y de ahí que su valor sea tan variable (hasta el punto de que ninguna añada ni ningún viñedo darán nunca los mismos resultados)”.
A pesar de su condición de historiador y escritor –oficios que lo obligan a consultar documentos, investigaciones y fascinantes leyendas–, Johnson confiesa que, más que navegar por los ríos del conocimiento, su obsesión se centra en entender el cariz sensorial de lo que bebe.
“El sabor de lo que esta bebida misteriosa, infinitamente variada, infinitamente sutil y siempre inspiradora, es lo que me ha cautivado como escritor, debido, en primer lugar, a su resistencia a ser descrito”.
Y remata: “Los extremos de las múltiples identidades del vino, desde el blanco más delicado al ámbar más untuoso, son tan distintos entre sí como pueden serlo los Alpes y el desierto, un soneto y un poema épico, Chopin y Wagner, o un girasol y una azalea. Podemos utilizar una infinidad de términos para evocar nuestras sensaciones y eso es precisamente lo que convierte al vino en algo diferente de cualquier otra bebida”.
Y es lo que nos mantiene en estado de alerta a la hora de buscar lo que esconde cada botella.