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René Merino, presidente de Vinos de Chile, visitó el país.
René Merino Blanco, actual presidente de Vinos de Chile —ente privado que agrupa a las empresas vitivinícolas del país austral—, es observador y meticuloso, muy dado a diagnosticar males y formular procedimientos para curarlos. No en vano es médico. Los médicos suelen mirar las cosas desde el fondo de su cavidad ocular y, sin instrumentos a la mano, nos dicen si algo anda mal con nosotros. Sólo les basta mirar el brillo en los ojos, el color de la piel y, en fin, indicios externos que le envíen señales de alerta.
Hace algo más de tres años, Merino dirigía Chilevid, la asociación de pequeños productores de vino de su país. Agobiados por la revaluación del peso chileno y la consecuente pérdida de ingresos en dólares, las bodegas comenzaron a doblegarse. La misma enfermedad, con dimensiones mayores, afectaba también a las grandes firmas, agrupadas en una poderosa organización llamada Viñas de Chile. La recomendación de Merino fue buscar espacios comunes para salir del atasco, y remar todos en la misma dirección.
Sus argumentos convencieron no sólo a sus propios asociados, sino que tuvieron inesperada resonancia en los oídos de su principal rival gremial, Viñas de Chile. Tanto fue su atrevimiento que las dos entidades se unieron y Merino recibió la oferta de dirigir la entidad fusionada. Merino trabaja ahora en el proyecto de convertir a Chile en el primer proveedor de vinos de calidad del Nuevo Mundo, lo que exige duplicar su producción y sus exportaciones.
En un primer dictamen del mercado colombiano, el funcionario habla de la posición que ocupa nuestro país en el ranking de compradores de vino chileno, y manifiesta que, después de Estados Unidos, Inglaterra, Asia y Brasil, Colombia es uno de los más importantes para su industria. Esta circunstancia pone a los colombianos en una posición prioritaria para sus afiliados.
Pero además, con su certero ojo clínico, dice que no ha conocido otro lugar en el mundo donde se le cargue a los vinos tanto sobreprecio como en Colombia. “Estoy impactado”, dice. “Nosotros le vendemos el vino al importador inglés al mismo precio que le cobramos al importador colombiano. Por eso no entiendo por qué, en Inglaterra, una botella de una misma marca vale la mitad o la tercera parte de lo que cuesta en Colombia”.
Si bien es cierto que esta situación ha sido señalada por otros empresarios mundiales del vino que nos visitan, Merino es el primer líder gremial que pone el dedo en la llaga. Y dice que algunos vinos chilenos de rango medio cuestan US$10 en el mundo, mientras que en Colombia se venden a US$27 o más. “Es algo que se sale de toda lógica económica”, agrega. “La situación se complica con los vinos más costosos, que, en general, se venden al público entre US$50 y US$60, en Europa o Estados Unidos, mientras que, en Colombia, valen más de US$200 por botella.
Durante tres o cuatro días, Merino visitó supermercados, tiendas especializadas, restaurantes y bares, y encontró que el fenómeno de precios desbordados se repite en todos los canales. “Una cerveza, que en muchos países del mundo se acerca al precio del vino, aquí, en Colombia, se distancia de manera significativa”. Y advierte que el alto precio está frenando el crecimiento del sector, y que “una reducción de precios y márgenes incrementaría el consumo, poniendo a todos los actores a ganar más de lo que actualmente están percibiendo”.
En el mismo sentido se han manifestado otros críticos del sector, quienes, incluso, han llegado a decir que los vinos en Colombia superan el valor de lo que cuesta una entrada, un plato fuerte y un postre juntos. Los vinos, dice Merino, son un complemento de la gastronomía, y no su reemplazo.
En conclusión, los altos precios en Colombia privan a muchos de pedir una botella, y, lo que es peor, les impide acercarse al vino, quizá, de por vida. Para Merino, la alternativa es bajar los precios, lo cual permitiría vender tres o cuatro veces más vino en el país y aumentar significativamente los ingresos para toda la cadena. “En mí opinión, el consumo de vino en Colombia podría aumentar si los precios fueran más acordes con los precios internacionales. En las condiciones actuales, están matando el negocio en vez de avivarlo”.
