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Aborto

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Humberto de la Calle
24 de enero de 2021 - 03:00 a. m.
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En tuit reciente, manifesté mi apoyo a la decisión argentina de aceptar la despenalización del aborto. Si solo se tratara de mirar una posición personal, el escaso lector podría suspender aquí la lectura.

Pero a esta postura prodespenalización llegué después de largas reflexiones. Cuando se abrieron las tres causales, fui su defensor. Aún tenía vacilaciones respecto al derecho de opción. Hoy lo apoyo por cuanto, en esencia, la discusión la ubico más en el campo de la penalización y la salud que en el del dogma.

Esta es una materia agobiada por una paradoja: la ciencia le ha ayudado al dogma y no al revés.

Durante mucho tiempo, la Iglesia católica sostuvo que un feto masculino solo era persona 40 días después de la concepción. Y el feto femenino, ocho días después. Se condenaba el aborto, pero como consecuencia de concebir el sexo dentro del deber de procrear, no porque la Iglesia creyera que la personalidad humana comenzara con la concepción. Esto solo vino a ser realidad teológica por una razón distinta: por la necesidad de sostener que la Virgen había concebido sin pecado. Apenas en 1854, Pío IX proclamó como dogma la concepción inmaculada. Y solo pocos años después, en el Acta Apostolicae Sedis, de 1869, se eliminó la norma que preveía la excomunión únicamente para los abortos de fetos que hubiesen recibido un alma. Es más, en la bula Effraenatam, Sixto V intentó, en 1588, la condena sin excepciones, pero ella solo duró dos años.

Fue el avance científico, tanto en la genética como en la ecografía, el que permitió encontrar vida desde la concepción. La ciencia le dio sustento al dogma de la inviolabilidad de la vida desde ese momento. Esto ha hecho que, hoy, la discusión basada en principios sea casi inabordable. Es la razón por la cual he arribado a la posición permisiva, basándome exclusivamente en razones de política criminal y salud pública. La pregunta crucial para mí no es sobre el inicio de la vida, su protección y los derechos del feto. Por cierto, me pareció un flaco servicio el que prestó recientemente en El Espectador el abogado indio Anand Grover, presentado como un gran experto, cuando dijo que “una mujer que se realiza un aborto no le hace daño a nadie, excepto al no nacido. Soy de los que creen que el no nacido no tiene derechos, como lo ha dicho, por ejemplo, la Corte (Suprema) canadiense o como lo ha sostenido el derecho tradicional anglosajón durante mucho tiempo”. En tiempos en los que se aceptan derechos de los animales y de la naturaleza, suena macabro decir que el no nacido no tiene derechos. Es un desenfoque del problema. Lo que hay que resolver no es eso, sino la forma de modular derechos en conflicto y excluir de la discusión la cuestión penal. El aborto no es obligatorio. Las personas que por convicción, incluso de raíz religiosa, no desean aceptar el aborto están en su derecho. Es una cuestión que se debe reservar a la órbita personal, en particular de la mujer. La objeción de conciencia individual para el personal de la salud se debe mantener. El Estado no debe intervenir con el garrote de la prisión; al contrario, su papel es preservar la salud y la autonomía, sin necesidad de acudir a juicios morales.

Coda. Argentina decidió en el Congreso, previa movilización ciudadana. Lo deforme acá es un Congreso huidizo que obliga a la Corte a tomar las decisiones cruciales.

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Rafael(c3wml)25 de enero de 2021 - 03:52 a. m.
Superado este malentendido aceptemos que los Derechos son intrínsecos, requiriéndose solamente ser persona humana para ejercerlos sin excepción y universalmente. Deberíamos poder concluir, Dr. de La Calle, en que no hay lugar a Derechos Prevalentes de ninguna mujer sobre su hijo, sea ello en el día 12 o en la semana 16 Arq. Rafael Chavarro
Rafael(c3wml)25 de enero de 2021 - 03:51 a. m.
A esos niveles moleculares la vida se inicia y con ella la dignidad de cada persona y sus consecuentes Derechos Humanos. Allí comienza todo. Arq. Rafael Chavarro
Rafael(c3wml)25 de enero de 2021 - 03:50 a. m.
Muchos conceptos semánticos se han emitido, pero los factores de esta simple ecuación han sido ya resueltos por la mayoría de disciplinas científicas. La vida humana comienza con la fecundación. Aceptar el hecho de que después de la fertilización un nuevo ser humano cobra vida, ya no es un motivo de pruebas u opiniones, es simple evidencia». Arq. Rafael Chavarro
Rafael(c3wml)25 de enero de 2021 - 03:49 a. m.
La unión del espermatozoide y el óvulo hacen que los factores femeninos y masculinos allí contenidos instrumenten la aparición de un nuevo ADN, con su particular traza genética y con todos los recursos para auto-regular su complejo desarrollo. Se inicia una vida con todos los códigos y componentes inherentes a un ser humano. Arq. Rafael Chavarro
Rafael(c3wml)25 de enero de 2021 - 03:48 a. m.
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