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Gabriel Turbay

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Humberto de la Calle
12 de octubre de 2025 - 05:05 a. m.
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Enorme sorpresa nos ha regalado Olga González con su libro El presidente que no fue. Además de lectura deliciosa nos da un acopio de información monumental. Y arrasa con varios mitos aposentados como verdades reveladas entre nosotros.

Este escrito es una vivificante caja de Pandora. Tanto por sus revelaciones positivas como por la ruptura de velos que nos habían enceguecido.

De mi padre oí que Gabriel Turbay fue el gran estadista de su tiempo. Como de manera falaz uno de los mitos ahora destruidos era que Turbay era el candidato de la oligarquía liberal, derrotado por su opositor, Gaitán, supuse erróneamente que mi padre simplemente estaba equivocado quizá por pertenecer a un liberalismo respetuoso de las jerarquías.

Pues bien: González demuestra de manera categórica que, por el contrario, Turbay era, a la vez que serio hombre de Estado, impulsor del progresismo de la época. Al revés, era la cúspide del Partido la que sospechaba de su independencia y de su visión avanzada. De la dirigencia liberal, López Pumarejo fue quien más contribuyó a torpedear a Turbay. Ya para esa época, propuso un Frente Nacional y ofreció al conservatismo que escogiera el candidato liberal. Con tal de salir de Turbay.

A su vez, Gaitán era sin duda un caudillo. Sin duda también encarnó buena parte del pueblo raso. Pero fue más verbo que contenido. Más autoritarismo que igualdad. Más ademán sospechoso producto de su estadía en la Italia de aquel entonces que construcción organizada y permanente de una fuerza popular. Aunque cayó en la trampa de desacreditar la convención liberal que proclamó a Turbay, aliado para ello con Laureano Gómez de quien alcanzó a decir que era “un hombre puro”, no alcanzó a derrotar a Turbay, pero sí se dividió el liberalismo, sepultando la República Liberal con todos los traumatismos que ello trajo a este atribulado país.

Y, por fin, algo vergonzoso: la verdadera y única campaña contra Turbay fue su origen y su “raza”. El eje Laureano-Gaitán no ahorró saliva para difundir la consigna “turcos no”. Algo que, a raíz del asesinato de Miguel Uribe Turbay, quien por cierto no era su pariente, volvió a sacar la maloliente uña del racismo, la estigmatización y el desprecio. Basta ver algunas redes sociales.

Es cierto que, tras la violencia liberal-conservadora, apareció la lucha armada revolucionaria. Pero el activismo sobre la cuestión social venía de antes. Al terminar la administración de Olaya Herrera, ya la hostilidad política había adquirido intensidad alrededor de los déficits sociales de Colombia. Fueron tiempos recios. Y los dogmatismos se tomaron la escena. Una derecha proto falangista y una izquierda duramente militante. Y los desmanes del poder comenzaron a ganar la partida a la reflexión. Y, ahora, estamos reeditando los años cuarenta. Con contenidos nuevos, pero muchos otros vienen de antaño. Y el telón de fondo desgarrador ha sido el permanente ataque al pluralismo, producto del amotinamiento de las emociones y la anarquía de las redes sociales. Si el pluralismo no estuviera en riesgo, uno diría que simplemente es una sociedad efervescente. Y que la polarización no es mala. Pero una cosa es el necesario disenso y otra el grito de combate ciego. Vargas Lleras dijo que quienes no queríamos polarización (pero sí queremos discusión) éramos unos pusilánimes. Es un grito de guerra que recuerda el gesto de las culturas tribales maoríes. A su vez, señaló María Fernanda Cabal: “A mí el socialismo me parece una enfermedad mental y moral. Es una enfermedad, porque usted no les puede dirigir la vida a los demás. Entonces sí creo que el socialismo es una enfermedad del alma”. Yo pienso que el socialismo no es el mejor sistema porque es disfuncional y utópico. Tampoco creo conveniente un Estado que dirija la vida de las personas. En esto podría estar de acuerdo. Pero “enfermedad moral” es un epíteto inaceptable. Es más: éticamente el socialismo es superior porque se basa en la solidaridad, la fraternidad, la igualdad y la no discriminación. Pero no resuelve los problemas. Un capitalismo consciente es una mejor idea.

Ahí es donde una postura de “Centro” es necesaria. Eso de Centro no es muy sexy, lo sé. El nombre no encuentra aplauso y sus postulados suenan frágiles. Pero en parte también, ese llamado Centro no ha logrado explicar dos cosas: que es un antídoto contra la barbarie que se avecina y que ofrece también una esperanza. El Centro ha olvidado el futuro y, al igual que la oposición pura y dura, tiene un aliento de pasado. Bien que se distancie de Quintero, pero no puede olvidar a De la Espriella. El Centro no ha construido la sociedad post-Petro, la tierra prometida. No basta con mostrar los protuberantes errores del gobierno. Para los desposeídos eso no es suficiente. Petro sigue encarnando el cambio para un 30 %. Eso debería ser motivo de reflexión y acción.

La esencia de lo que defiende el Centro es el pluralismo, el respeto por las ideas ajenas, las libertades y la separación de poderes que es un antídoto contra el caudillismo. También el trabajo sobre evidencias y no alentando mitos grandilocuentes. El Centro debe liquidar esas epopeyas unipersonales que pasan por Julio César, Napoleón, Hitler, Mussolini.

Pero también tiene que acelerar el cumplimiento de la reforma rural en curso, limpiar por fin la política, ampliar el espectro de la equidad social y preservar un lenguaje de empatía y reconocimiento de los desarrapados.

Cuidado. Que la sola oposición no nos lleve a creer que basta derrotar a Petro y que no importa anclarse en el pasado. Y tampoco forjar alianzas sin el necesario peaje ético. La idea esencial no es derrotar a Petro, aunque el resultado sea la cleptocracia.

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Edgar Trujillo(22146)13 de octubre de 2025 - 10:05 p. m.
No puedo imaginar que este interminable chupa-teta del estado este proclamando a de la espriella y de paso a su mentor politico alvaro uribe velez. Descarado e inmoral. Lo unico que le interesa es la burocraticos y como este gobierno no lo ha tenido en cuenta ni siquiera para ser celador, entonces despotrica de e'l. Cappitalismo consciente es el que le ha permitido desangrar al estado. SINVERGUENZA. SINVERGUENZA. SINVERGUENZA.
Andres Nunez Florez(70297)13 de octubre de 2025 - 12:35 p. m.
Ya que De La Calle está hablando de libros sería interesante saber si hay alguno sobre la migración a Colombia y entender por qué le tenían tanta tirria a los "turcos" desde entonces.
Usuario(51854)13 de octubre de 2025 - 11:17 a. m.
Capitalismo consciente...el centro y sus "utopías"...
Oscar Lopez(36876)13 de octubre de 2025 - 12:27 a. m.
La idea es avanzar y dejar atrás al Petrismo y la náusea moral que produce y al uribismo con su necrológica forma de ver la sociedad. Cuando dejemos ese par de cosas podremos decir que hemos avanzado como sociedad.
Olegario (51538)13 de octubre de 2025 - 12:24 a. m.
Otro fetiche de los zurdos cuyo mito, al igual que el del criollo Bolívar, comienza a derrumbarse, Jorge Eliécer Gaitán, aliado nada menos que con el monstruo Laureano Gómez. Uno de sus procesos más famosos fue la defensa de un teniente del ejército. Gaitán, al igual que Petro, tenía una verba incendiaria y alienante, pero nada más.
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