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Con la disolución del primer gabinete de Petro, conformado por una coalición de fuerzas, comenzó la gazapera. Una guerra sin cuartel en la que, sin embargo, imperaba una lógica universal: Derecha e Izquierda usando a fondo su artillería y un Centro que parecía estupefacto. Sentía que era mayoría, pero no lograba descifrar cómo hacerla valer.
Aunque ese panorama sigue como música de fondo, el nuevo fenómeno ahora es el de la implosión. Dentro de cada fracción vienen estallando cargas de dinamita interna. Bello espectáculo. Como esos videos que muestran el derrumbe aparatoso de vetustos edificios en pocos segundos. Y eso se logra porque cada carga de explosivos se ha colocado en sitios específicos del armatroste.
Miremos:
Miguel Uribe destruye la encuesta del Centro Democrático. Mafe Cabal responde airada. Pastrana afirma que “Cepeda no es conservador”. Alude al petroconservatismo. Y no queda claro qué piensa de la señora Blel. Pipe se le atraviesa a Fincho. Expulsan a Héctor Olimpo. Fajardo y Robledo vetan a Alejandro Gaviria. Vicky y Abelardo acuden a las armas nucleares. Corcho se embejuca. Pizarro cede. Caicedo se separa de Petro en el Magdalena. Gloria Flórez pelea con Bolívar e Isabel Zuleta.
Pero tampoco hay que hacerse demasiada mala sangre. Terminado el periplo Tongo le dio a Borondongo, éste a Bernabé quien le pega a Muchilanga, en medio de la polvareda y los escombros el escenario se irá despejando. El efecto será el de un panorama complejo, pero menos anárquico que el de ahora. De cada reyerta irán surgiendo los vencedores, en un proceso que podemos denominar darwinismo político: se irá imponiendo el más fuerte.
El dilema para la izquierda, más allá de las declaraciones de prensa, es la configuración real de la segunda consulta para marzo. Todo parecía pactado y sellado, pero ahora sabemos que hay muchas voces que creen que, dado el resultado positivo de la primera consulta con los 2,5 millones de votos y el triunfo de Iván Cepeda, Roy está en una posición basculante: de gran redentor puede pasar a ser actor de reparto. Al menos su magra cifra en la última encuesta, 0,3 %, está amojonada por un gran signo de interrogación. Y ahora entra Cristo a padecer.
La llamada mega coalición Uribe/Gaviria/Vargas tiene problemas. Al señalar el doctor Uribe que el rango iba de Fajardo a De la Espriella, amplió demasiado el espectro. El que mucho abarca… Hay un volumen de ciudadanos que, aunque supieran de las serias desavenencias del pasado entre los tres tenores, se las tragaban por una especie de “estado de necesidad”. Para ellos la urgencia es derrotar a Petro y eso exige algunos sacrificios. Pero... ¿cuántos creen que De la Espriella ya es demasiado? Está en los confines del sistema. Nadie se ubica más a la derecha con excepción de Míster Balín, pero ese no cuenta. Creo que ese alcance brutal tan a la derecha, tan fascistoide, va a impedir que muchos terminen votando por esa coalición. No pocos dicen que De la Espriella candidato es el pasaporte de Cepeda a la victoria. Y lo segundo, en el que nos ubicamos muchos: la insistencia del doctor Uribe en que todos los males del país provienen del Acuerdo de La Habana, logra que sea imposible adherir a una coalición de esa naturaleza. El Acuerdo condujo a la desmovilización de 13.000 combatientes y al examen de sus conductas, así como la de los militares que fallaron, ante un tribunal transicional. Esa ciega y terca obsesión contra el Acuerdo no nos parece que sea un llamado a la paz, sino una lamentable nostalgia de la guerra.
¿Y el Centro? El puntero, Sergio Fajardo, en reciente examen de su vida política concluyó que las alianzas eran su némesis. Que había sido triunfador en solitario y que en el 2022 fue la alianza la que impidió su triunfo. Me consta que, a su regreso del exterior, Claudia López dijo que se sometería a cualquier sistema de selección dentro del Centro. Quizás a instancias de la argumentación repetitiva del doctor Fajardo, en su última entrevista escrita pagó con la misma moneda: dijo que iría hasta el final.
Una verdadera locura: se ha abierto la idea en las toldas del doctor Fajardo de que los ciudadanos, aterrados por las agresividades de los radicalismos, votarán por el Centro en cabeza suya. Tengo mis dudas. En este mar de confrontación, por el contrario, lo que se necesita es un Centro emberracado. Firme. Que haga ver sin vacilación los males que vienen de los extremos. Pero no como política residual, sino como una acometida severa en defensa del Estado de derecho. De paso, que no se limite a la monserga de que hay que derrotar a Petro, sino que brinde esperanza, que dibuje una tierra prometida, que envíe un mensaje, no de triunfo por default, sino porque ofrece salidas para la mayoría. Y en lo instrumental, es esencial una consulta interpartidista en marzo que agrupe a los obvios: Fajardo, Claudia y Galán. Y a otros que, aunque un poco más a la derecha, siguen profesando posturas de Centro: Luna, Oviedo, Cárdenas, en fin. Si en el tarjetón de la consulta de marzo no aparecen, en la primera vuelta ya será tarde. Supongamos una consulta en marzo de ocho millones de votos. Cuatro para la derecha y cuatro para la izquierda. Y el Centro reservándose para la primera vuelta. Es demasiado corto el tiempo para explicar que su ausencia en la consulta no implica que se han diluido. El riesgo es una nueva catapulta para los extremos y el Centro desaparecido. Resumen: un llamado a estos señores de Centro a adoptar una posición responsable. Siete y ocho llaneros solitarios no harán historia. Y la política del default, simplemente esperar a que el Centro prevalezca por inercia residual, es una pésima fórmula. De paso, las minialianzas que han aflorado, que congregan dos o cuatro llaneros, terminan siendo dañinas. A la primera vuelta deben llegar tres bloques. Si aparecen diez candidatos, el resultado puede parecerse al 2022. Dios nos libre.
