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La Corte Constitucional ha sido la viga maestra del desarrollo democrático en estos 30 años. Muchas de las causas progresistas que estaban taponadas o simplemente adormecidas se abrieron paso en la Corte. La Colombia de hoy ha sido más modelada por la Corte que por las otra ramas, salvo quizás el impacto del Ejecutivo en el proceso de paz. En una buena parte de este lapso, el Ejecutivo se dedicó a administrar y a guerrear. Y el Congreso huyó despavorido, sacándoles el bulto a los temas de mayor impacto en la cultura política de la población. Esta dimisión del Congreso obligó a la Corte a moverse con audacia. Algunos la critican por fallos que, dicen, fueron más allá de su competencia. Pero el vacío que caracteriza al Congreso tuvo que ser reemplazado, so pena de favorecer la parálisis global del país en el campo de la cultura democrática.
Como es natural, la Corte toma decisiones mediante el voto de los magistrados. Es un escenario propicio, aquí y en todo el mundo, para que se formen bloques por razón de la orientación ideológica de los miembros. Es un fenómeno natural, dado que el derecho constitucional funciona a partir de valores y principios. Salvo en los casos obvios, gramaticales, la aplicación de la norma corresponde también a una visión de alta política. No politiquería.
En Estados Unidos se habla de los jueces pivot, aquellos que permiten a la Corte bascular y evitan que, en vez de discusión, las decisiones sean ciego escrutinio. Si se ataca al magistrado que modula su posición, la Corte pierde el sentido de su existencia. Queda atada simplemente a la mecánica de las banderías.
En el caso del expresidente Uribe, antes del fallo, no expresaré posiciones distintas al respeto de la justicia. Con la decisión del miércoles, el proceso penal sigue su curso. La justicia definirá su suerte. Es lo contrario de lo que hacen sus áulicos que presionan de manera descarada a las cortes, las insultan y con eso atentan contra una institucionalidad todavía frágil como es la nuestra.
Pero en el caso Uribe se ha presentado una andanada contra los disidentes. Incluso columnistas de corte progresista creen hacer un bien maltratando a los magistrados minoritarios. Me parece un error. Porque por reflejo, si se dice que los minoritarios son uribistas, difícil queda sostener que al grupo mayoritario solo lo ha inspirado Temis. Sería la ley del embudo. Solo respeto el dictamen que me sirve. La consecuencia es que, para el ciudadano desprevenido, tanto el voto a favor o el voto en contra terminan siendo solo ejercicios de burdo sectarismo. Al oído de estos destacados opinadores, digo que lo mejor es afianzar el apoyo integral a la Corte como institución. No se acaba el mundo con la controversia de marras. Muchos desafíos vendrán. Es preferible tener una Corte respetada en sus decisiones y en sus salvamentos. Ojo con eso. El ataque de hoy, es el estribo del de mañana, quizá con signo político inverso.
Coda. En mi época, en el Tribunal francés no había salvamentos de voto. Existía, claro está, una discusión intensa. Pero la decisión era unívoca. La opinión de los perdedores quedaba en el silencio, precisamente para salvaguardar la institución.
Codita. Entre quienes al votar favorecieron a Uribe, hay magistrados que se han fajado de manera positiva en ocasiones críticas. Tampoco se puede olvidar eso.
