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Humberto de la Calle
07 de diciembre de 2025 - 05:05 a. m.
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Los cambios de la realidad en materia de seguridad han sido monumentales y los opinadores no nos hemos percatado. A propósito del Acuerdo del Teatro Colón, hemos entrado en una especie de bucle conceptual y político. Un perro que se muerde la cola en un entramado político de rango menor, con la mira puesta en las próximas elecciones y no en las próximas generaciones. Pero ni siquiera en unas metas estratégicas para la próxima década.

Desde la derecha, ya es solo letanía monofónica la repetición de que todos los males de Colombia se deben a las conversaciones con las FARC. Cualquiera que mirara esto desde bien afuera no podría disimular una sonrisa. ¿De modo que 60 años de crueles combates no existieron? Una gran hipocresía. De Santos hacia atrás, muchos presidentes quisieron lograr la paz. Incluyendo al propio presidente Uribe. Hay una miopía intencional que se extiende al desconocimiento del descenso de la violencia que se vivió en 2016 y que es una evidencia aritmética.

Del otro lado, hemos caído en la trampa. A cada ataque respondemos haciéndonos lenguas del Acuerdo mismo sin prestar atención a las grandes transformaciones en materia de seguridad. La guerrilla política con ansias de la toma del poder ya no existe. Lo que en los años 60 llamábamos la lucha armada ha desaparecido del diccionario. Ni siquiera el viejo mensaje iluminado y terco del ELN, esculpido por la teología de la liberación, tiene un proyecto nacional. Sólo quedan la ceniza del dogmatismo y el simple deseo de dominar unos territorios.

Hace poco, en una reunión para recordar el nacimiento de la Fundación Acordemos, bajo la batuta de Sergio Jaramillo, el antiguo comisionado Emilio Archila pronunció unas palabras que, por fin, nos obligan a salirnos, todos, de la caja en la que estamos metidos: lo que hay que hacer es dejar la discusión teórica y encontrar las metas concretísimas sobre diversos temas, en particular todo en relación con los Planes de Desarrollo con Enfoque Territorial. Ahí habría respuestas suficientes para una estrategia genuinamente nacional que no galope al vaivén de la discusión electorera. Y María Victoria Llorente, de la Fundación Ideas para la Paz, remató con algo muy sensato: dejemos de lado la idea de convertir el Acuerdo en bandera a favor o en contra de las urnas. Tomemos las metas que escapen a miradas divisorias y trabajemos allí, sin necesidad de volver a la táctica de perros y gatos.

Sabias palabras a las que habría que agregar las intervenciones de las víctimas: Leyner Palacio que padeció Bojayá y Mayerli Pinilla del Guaviare. Fueron testimonios conmovedores: no solo por dibujar el dramatismo de las vidas de tantos colombianos mientras aquí seguimos escuchando la orquesta en la platea del Titanic, sino porque, oh sorpresa, en su discurso también hay esperanza. La esperanza de corregir a futuro y la esperanza que quedó sembrada en 2016. Aunque pueda ser tramitada como esperanza sin nombre y sin dueño. Es la hora en que lo acordado quede en la voz y las manos de las comunidades.

Un nuevo enfoque debe tener capacidad crítica y autocrítica. No debe temer caer en el revisionismo si ello llega a ser necesario. La cuestión de los cultivos de coca, por ejemplo, se basó en razonamientos sustentables. La prohibición de la fumigación no se pactó en La Habana, pero hubo posteriores decisiones juiciosas dentro del Estado. No se trata de abjurar de lo que se hizo con sindéresis. Pero la verdad hoy es que, sin sectarismo ni politiquería, hay que revisar la política frente a los cultivos. La ilusión de la sola sustitución voluntaria nos ha rebasado.

La “paz total” fue un modelo que consultaba una realidad: la desaparición de la guerrilla y la metástasis de grupos simplemente criminales, con creciente capacidad de dominio de las poblaciones. La vieja idea de negociaciones políticas con estados mayores ya no sirve. Es un hecho. Todo el anillo de nuestras fronteras está plagado de poblaciones que se ven obligadas a obedecer a los criminales. Serio problema de soberanía nacional. La falta de método, el apresuramiento, el adanismo, echaron por tierra una “paz total” que no solo fracasó, sino que ahora proyecta riesgos inmensos.

La combinación de estos dislates con las desacertadas decisiones sobre el régimen de Venezuela, el mayor error geopolítico de Colombia en toda su historia, viene generando una situación de vulnerabilidad nunca vista. Pertenecíamos al bloque gringo. Eso tiene sus enemigos. Y, de paso, hay que reconocer que estar con los gringos no es siempre cómodo y que en esta coyuntura se dificulta aún más, dadas las difíciles y peligrosas movidas del presidente Trump. Algunas quejas de Petro son razonables. Pero de ahí a trasladarnos al otro bloque en esta nueva guerra fría, una guerra híbrida, aliando a Colombia con Venezuela, es el mayor desacierto posible. En el esquema anterior no era todo color de rosa. Los colombianos éramos discriminados y asociados a la palabra cocaína. Pero se mantenía un modelo de cooperación que ahora se ha puesto en riesgo, con lo cual Colombia ha sido trasladado al bloque adverso, en momentos precisamente en que una enorme flota se ha apostado en aguas del Caribe. Siempre hemos estado en posibilidad de vernos afectados por lo que ocurra en Venezuela. Sin embargo, lo que era impensable es que una conflagración armada que ocurra en el vecindario nos tome del lado equivocado. El apechiche de Petro con Maduro puede resultar muy caro cuando se olvida que de las antiguas guerrillas quedan disidencias y movimientos como el ELN cuya vocación es binacional. Sus lealtades están, o bien con la revolución bolivariana o con el P y G del crimen organizado. Esto que ya era grave, ahora es crítico.

No creo en los flamantes acuerdos nacionales omnicomprensivos. Acuerdo nacional es una propuesta para que mi enemigo electoral haga lo que yo deseo. Pero sí estoy convencido de que todo el tema de seguridad y soberanía debe ser mirado de nuevo, con un reenfoque que no tema aceptar errores. Errores que tampoco sean cobrados electoralmente por el rival. Es un llamado nacional de urgencia.

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