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                                                                                                                              El bambú que se pliega resiste a la tormenta

                                                                                                                              La queja cotidiana de pandemia: ¡Qué cansancio! ¡Estoy exhausta!, y así por el estilo. Y es normal. La situación es una devoradora de energía, aquí y en Nueva Delhi, en Londres y en Santiago. La especie lucha, como es lo natural, por adaptarse. Pero la situación, aunque incrementa los pensamientos negativos que son parte del procesamiento de los datos que hacemos de la vida, también trae sus novedosas maravillas.

                                                                                                                              Por el momento las emociones tóxicas ocupan un espacio considerable de mente y emociones. Hay dificultad para concentrarse, pesimismo, desconcierto. El cuerpo se despista y se rompen los ciclos: hay insomnio y un rechinar de dientes que fractura las resinas y acaba con las muelas. La incertidumbre —que es una bendición enmascarada— quiebra las expectativas y nos confronta con los verdaderos dueños de nuestro destino, que no son propiamente el “yo decreto” al que nos habíamos venido acostumbrando. Como la sociedad de lo inmediato en que vivimos es alérgica a la paciencia y está mal entrenada para aceptar las frustraciones, asoma el pánico natural de no estar en control de lo que pasa. Y así: ¿cuál energía?

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              Pero la pandemia también aporta beneficios. Destapa las desigualdades dolorosas, como es obvio, y es en potencia un factor de cambio fundamental para el planeta: después de ver la segunda ola europea de contagios que los agarra sorpresivamente de sorpresa… esa parece ser su razón de ser más evidente pues ocurrirá cuantas veces sea necesario para sembrar la necesidad de los cambios aunque sea bajo la férula del miedo.

                                                                                                                              Los acontecimientos nos dirigen a mirar esas realidades hacia afuera pero nos obligan sobre todo a mirar hacia adentro, a buscar el propósito, a recobrar el contacto con la esencia y preguntarnos por el sentido de estar vivos. La amenaza desnuda los propósitos vitales en una cirugía sin anestesia, dolorosa y deprimente, cuya adecuada convalecencia puede conducir de nuevo a la salud renovada del espíritu; porque la angustia es una fuente inexplorada de creatividad y resiliencia a la que en general solamente se acercaban los valientes y los santos. Los recursos ocultos hacen su aparición bajo la suficiente presión de las hostilidades del entorno sin las cuales habrían quedado infecundos y latentes; hay un cambio de piel, un tiempo de capullo para pasar de gusano a mariposa.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              La queja cotidiana de pandemia: ¡Qué cansancio! ¡Estoy exhausta!, y así por el estilo. Y es normal. La situación es una devoradora de energía, aquí y en Nueva Delhi, en Londres y en Santiago. La especie lucha, como es lo natural, por adaptarse. Pero la situación, aunque incrementa los pensamientos negativos que son parte del procesamiento de los datos que hacemos de la vida, también trae sus novedosas maravillas.

                                                                                                                              Por el momento las emociones tóxicas ocupan un espacio considerable de mente y emociones. Hay dificultad para concentrarse, pesimismo, desconcierto. El cuerpo se despista y se rompen los ciclos: hay insomnio y un rechinar de dientes que fractura las resinas y acaba con las muelas. La incertidumbre —que es una bendición enmascarada— quiebra las expectativas y nos confronta con los verdaderos dueños de nuestro destino, que no son propiamente el “yo decreto” al que nos habíamos venido acostumbrando. Como la sociedad de lo inmediato en que vivimos es alérgica a la paciencia y está mal entrenada para aceptar las frustraciones, asoma el pánico natural de no estar en control de lo que pasa. Y así: ¿cuál energía?

                                                                                                                              Read more!

                                                                                                                              Además, en la realidad escueta, quienes detentan el dudoso privilegio del teletrabajo tienen dificultades para mantener horarios fijos pues se borran los límites entre la vida personal con sus jornadas de cuidados de la casa, la familia, la cocina, y la implacable realidad laboral que acecha en la pantalla. Llevan del bulto especialmente las mujeres que trabajan en sus confinamientos obligados. Con tres jornadas mínimas al día, no hay Código Sustantivo del Trabajo que las proteja de la sobrecarga y el agobio. Ante la carencia de una urgentísima renta básica universal a la que este gobierno le hizo el quite y se lo hará aun cuando la sindemia nos encierre nuevamente, quien no tiene el sustento asegurado se pone un tapabocas de confección casera y sale al fatigante rebusque del semáforo o a ofrecerse a la explotación de un patrón circunstancial que, abusando de las leyes del mercado, puede darse el lujo de regatear un jornal infrahumano y miserable. Y échele a la peste la culpa de los muertos. ¡Ay, qué cansancio, físico y político!

                                                                                                                              Pero la pandemia también aporta beneficios. Destapa las desigualdades dolorosas, como es obvio, y es en potencia un factor de cambio fundamental para el planeta: después de ver la segunda ola europea de contagios que los agarra sorpresivamente de sorpresa… esa parece ser su razón de ser más evidente pues ocurrirá cuantas veces sea necesario para sembrar la necesidad de los cambios aunque sea bajo la férula del miedo.

                                                                                                                              Los acontecimientos nos dirigen a mirar esas realidades hacia afuera pero nos obligan sobre todo a mirar hacia adentro, a buscar el propósito, a recobrar el contacto con la esencia y preguntarnos por el sentido de estar vivos. La amenaza desnuda los propósitos vitales en una cirugía sin anestesia, dolorosa y deprimente, cuya adecuada convalecencia puede conducir de nuevo a la salud renovada del espíritu; porque la angustia es una fuente inexplorada de creatividad y resiliencia a la que en general solamente se acercaban los valientes y los santos. Los recursos ocultos hacen su aparición bajo la suficiente presión de las hostilidades del entorno sin las cuales habrían quedado infecundos y latentes; hay un cambio de piel, un tiempo de capullo para pasar de gusano a mariposa.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              Ver todas las noticias
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