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El siglo de las mujeres

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Isabel Segovia
11 de noviembre de 2020 - 03:00 a. m.
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Al terrible 2020 le hacía falta una buena noticia. La elección de Joe Biden como presidente de los Estados Unidos es un respiro y una decepción menos para la humanidad. Las elecciones en ese país siempre son de interés mundial por el impacto de su política exterior, pero esta vez fueron mucho más significativas porque los estadounidenses ya sabían qué esperar con la reelección de Trump.

Por lo anterior, no es de extrañarse que Biden haya triunfado con el mayor número de votos y que Trump sea el presidente en ejercicio más votado en la historia electoral de los Estados Unidos. Esto evidencia la realidad de un país dividido, donde un grupo importante de la población ya no cree en las instituciones, se resiste, tiene miedo, se siente desprotegido, y hay otro que entiende que las instituciones son la única vía y que la verdad es más importante, aunque cueste aceptarla. Lo que sucedió allá es el reflejo de una realidad mundial que ha permitido el surgimiento de líderes populistas, de tinte dictatorial, que una vez en el poder minan las instituciones y explotan el miedo de la gente para justificar sus acciones, generando una falsa red de seguridad. El discurso es claro: si no soy yo, llegará el caos y por eso el fin justifica los medios.

La elección de Biden significa el retorno a un liderazgo moderado, decente, que respeta las instituciones y valora la verdad y la ciencia. Tal vez algunos no lo vean como un líder carismático e inspirador, pero sin duda está preparado y su trayectoria demuestra que es una buena persona (no sé en qué momento empezamos a creer que la decencia y la honestidad ya no eran importantes a la hora de seleccionar a nuestros gobernantes).

Adicionalmente, la elección de Kamala Harris como vicepresidenta hace esta noticia aún mejor. El origen étnico y el género no hacen a las personas especiales (para la muestra, nuestra vicepresidenta). Lo que hace a Kamala extraordinaria es lo que ha logrado a pesar de estas características que, sin duda, en ciertos entornos condicionan (para la muestra, nuestra alcaldesa de Bogotá). Contra todo pronóstico, esta hija de inmigrantes académicos (un jamaiquino y una india tamil que se conocieron estudiando), que hizo parte de un proceso programado de integración en su escuela primaria predominantemente blanca, cuenta con una carrera brillante. Se convirtió en la primera fiscal mujer y de color de San Francisco y después de California; llegó al Senado con un amplio apoyo electoral y ahora es la primera mujer, la primera afroamericana y la primera de ascendencia asiática elegida como vicepresidenta de los Estados Unidos. Encarna todo lo que Trump desprecia: las mujeres, los afroamericanos y los inmigrantes. Otro triunfo para la humanidad, trascendental en estos tiempos de odios, prejuicios y polarización, y un gran ejemplo para las niñas a nivel mundial.

Kamala es la primera, pero no será la última. No cabe duda de que este será el siglo de las mujeres y que, así como ella lo logró, vendrán muchas más. Todos estamos sumergidos en nuestros propios problemas y realidades, este año probablemente mucho más, pero, sin entusiasmarnos más de la cuenta, lo que pasó en estas elecciones da esperanza, en un mundo que al parecer necesita tocar más fondo para empezar a reaccionar.

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Atenas(06773)11 de noviembre de 2020 - 01:42 p. m.
Chaba, y por más q' lo disímules siempre se te nota, por entre los pliegues de supuesta amplitud mental cierta/ sesgada, tu tufillo o aliento de torcida izquierda, q', muy habil/, evita hablar de las revoluciones fallidas y experimentos sociales de estruendosos fracasos y mucho tuvieron sus aplausos y vítores. Y sobre las mujeres q' se destacan, ya es de Perogrullo q' son mejores q' los Caines.
Lorenzo(2045)11 de noviembre de 2020 - 06:46 a. m.
Aunque fallecido en 1999, Stanley Kubric demostró en sus películas ser un gran conocedor de la sociedad gringa: empelotó la alta sociedad actual (y las instituciones que ésta representa y gobierna) sigue siendo mostrada y señalada abiertamente igual de embaucadora en las primeras películas de Kubric.
  • Lorenzo(2045)11 de noviembre de 2020 - 06:59 a. m.
    En Eyes wide shut (1999) vemos a demócratas y republicanos ―high class, oligarcas, da igual: cucarachas refinadas componentes del mismo espectro autócrata— simulando democracia tanto como simulan diversión, aunque sangren por dentro, aunque estén atrapados en el cepo irreconciliable del neoliberalismo.
  • Lorenzo(2045)11 de noviembre de 2020 - 06:58 a. m.
    Y es aquí donde toca, apreciada columnista, y adonde se llama a la (auto)crítica: ver a la sociedad gringa como lo que ha sido en las últimas décadas, sin perjuicio de admitir la importancia histórica de la “contingencia” (el “ser contingente” es aquel que ‘no es por sí’, sino por otro si): la contingencia Obama (galleta óreo) y su mediática esposa negra: Michelle.
  • Lorenzo(2045)11 de noviembre de 2020 - 06:56 a. m.
    ¿Cómo se puede asegurar―sin duda con buenas intenciones, pero sin alcanzar a solapar el 'pensar-con-el-deseo' que en esta alta sociedad de la política dura que determina la res publica del Establecimiento de los EEUU― que las integrantes mujeres de la vida política profesional (al menos algunas) no son parte de lo que Kubric expone como “mujeres florero”?
  • Lorenzo(2045)11 de noviembre de 2020 - 06:54 a. m.
    Mujeres que acompañan los machos pesos pesados —anfitriones y protagonistas― dueños de las instituciones básicas: la Casa Blanca (y sus halcones) —no olvidar aquí a Condolezza Rice y su rol gregario, en tanto mujer afrodescendiente una mujer florero, en la mentira de las armas de destrucción masiva en Iraq) y el Congreso.
  • Lorenzo(2045)11 de noviembre de 2020 - 06:53 a. m.
    Mujeres florero (alguien, una mujer afrodescendiente, habla de la demócrata Hillary Clinton como mujer exponente del “techo de cristal”… pero eso es otro cuento) que acompañan a estos varones de espléndidas corbatas y discretos trajes finos, machos que pasean distraídos por los jardines de la Casa Blanca teniendo ojos para exuberantes otras invitadas (becarias o no) a la oficina Oval…
  • Lorenzo(2045)11 de noviembre de 2020 - 06:50 a. m.
    Kubric destapó una verdad más que incómoda: hacia la mujer florero (bonita o fea) el proverbial acoso sexual y abuso de poder de los políticos profesionales. Posición de poder que se edulcora (banaliza) en los retratos sensibleros de biografías y revistas de la farándula y en los centenares de talks-shows como un natural juego de seducción, pero que para nada han sido cuestión baladí.
  • Lorenzo(2045)11 de noviembre de 2020 - 06:48 a. m.
    Mujeres florero: Kubric incomodó al Establishment gringo precisamente por un defecto imperdonable: supo deferenciar entre fantasía y realidad. Y la realidad es que estos bacanes presidentes, congresistas, militares, halcones, jueces ―machos machotes, maricones y pederastas — son tan infieles a sus esposas como desleales a las (instrumentalizadas) mujeres floreros reclutadas a sus campañas.
Manuel(75613)11 de noviembre de 2020 - 04:46 a. m.
Porqué, esta noble abuela ( la columnista ), reitera que TODA LA HUMANIDAD, se afecta o beneficia con algún evento, circunstancia o hecho ?, similar al narrador que canta el gol con: "golazo, golote, gololoonn ", en el campo neurológico a personas disminuidas como tal, pero con acceso a terceros, se les adjudica Hybris, síndrome éste, tan particular en dictadores; Abuela, haga el amor, ES REMEDIO
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