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En memoria de Diego Alejandro

Isabel Segovia

29 de diciembre de 2021 - 12:30 a. m.

El jueves 16 de diciembre, Diego Alejandro Pérez Duitama salió de su casa a las 5 a. m. hacia el gimnasio, como hacía todos los días, antes de ir a trabajar con su papá en la papelería que sus padres habían construido con gran esfuerzo. A pesar del espíritu navideño, no era un día particularmente feliz pues se cumplían cuatro años del asesinato de su único hermano, el mayor, quien murió de 24 años prestando servicio en el Ejército, en el Catatumbo. No habían sido años fáciles porque fue muy duro enfrentar el duelo, en especial para su madre, pero Diego Alejandro, a sus 23 años y a punto de terminar su licenciatura en Educación Física, sabía que con trabajo, amor y paciencia su vida y la de su familia mejoraría.

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Sin embargo, esa fatídica madrugada, al otro día de rememorar los cuatro años de la muerte de su hermano, Diego Alejandro fue abordado por cuatro hombres para robarle su celular y su bicicleta. En ese trágico intercambio, uno de los malandros decidió que esos objetos tenían suficiente valor como para darle una puñalada en el corazón. Diego corrió pidiendo ayuda hasta que se desmayó cerca de la papelería y murió en el hospital tras esperar una ambulancia que llegó tarde, muy tarde.

Alfonso, su padre, al llegar al negocio familiar a la hora de costumbre, se acercó a la muchedumbre para saber qué ocurría. La historia de un joven asesinado le produjo empatía con la familia del muerto, pero momentos después, al escuchar el nombre del muchacho, la tierra se abrió bajo sus pies. Esa familia era la suya y ahora debía llamar a Nancy, la madre de sus dos hijos, para comunicarle que acababan de perder al único que les quedaba. Nuevamente eran víctimas del asesinato de un hijo, esta vez por la otra violencia, la que no cesa sino aumenta y sobre la cual no hay acuerdo de paz que valga.

Entretanto, en algún lugar de la localidad de Engativá, cuatro hombres con las manos ensangrentadas repartieron el dinero recibido por la venta de los objetos robados. Sobre el joven que acaban de asesinar prefieren no pensar, con la certeza de que su crimen, como la mayoría de los que ocurren en este país, también quedará impune.

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Esta es Colombia, país insufrible e inviable que asesina a sus jóvenes, donde la vida vale un pinche celular y las madres tienen que sufrir dolores inimaginables. Mientras tanto, la alcaldesa de Bogotá en su cuenta de Twitter invitaba a celebrar en grande con la Filarmónica, porque según ella #EnNavidad #BogotáEstáMejorando. No, alcaldesa, se equivoca; la ciudad se convirtió en un campo de batalla, todos sus ciudadanos viven atemorizados y la catastrófica historia de Diego Alejandro se repite todos los días (según la Secretaría de Seguridad, entre enero y noviembre de este año se han cometido más de 1.000 homicidios en Bogotá, lo que equivale a un escalofriante promedio de tres personas por día). Si no entienden que es obligación del Estado protegernos evitando los crímenes, encontrando y castigando a los asesinos sin caer en la estigmatización o en la xenofobia, no se puede afirmar que estamos mejorando. En sus manos y en las de la Fiscalía está la responsabilidad de que este crimen no quede impune, de demostrar con acciones que la vida es sagrada y de no permitir que estos viles hechos continúen. Para Alfonso y Nancy la vida perdió todo sentido, no permitamos que más padres y madres tengan que vivir esta horrible tragedia.

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