Las mujeres somos extraordinarias. Fisiológica y emocionalmente tenemos retos complejos, incomprensibles para nuestros colegas del género masculino. Nuestras hormonas, aquellas que comúnmente generan burla y se utilizan para justificar nuestros estados de ánimo —“pobre, está adolescente; está sensible, tiene su período; tiene síndrome premenstrual, tiene las hormonas alborotadas, está menopáusica”—, son las que nos permiten reproducirnos como especie, y las que nos hacen sensibles y conscientes de nuestro entorno. Seguramente también son las responsables del famoso sexto sentido femenino y, sin duda, contribuyen a volvernos más astutas y atractivas.
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