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Histéricas

Isabel Segovia

07 de febrero de 2023 - 09:05 p. m.

Las mujeres somos extraordinarias. Fisiológica y emocionalmente tenemos retos complejos, incomprensibles para nuestros colegas del género masculino. Nuestras hormonas, aquellas que comúnmente generan burla y se utilizan para justificar nuestros estados de ánimo —“pobre, está adolescente; está sensible, tiene su período; tiene síndrome premenstrual, tiene las hormonas alborotadas, está menopáusica”—, son las que nos permiten reproducirnos como especie, y las que nos hacen sensibles y conscientes de nuestro entorno. Seguramente también son las responsables del famoso sexto sentido femenino y, sin duda, contribuyen a volvernos más astutas y atractivas.

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Sin embargo, a pesar de lo importantes que son y de lo difícil que es aprender a convivir con ellas, muy poco ha avanzado la medicina en entenderlas y, sobre todo, en ayudar a más de la mitad de la población a sobrellevarlas. Los cambios hormonales en las mujeres se empiezan a sentir unos años antes del primer período y terminan unos después de lo que se conoce como la menopausia. La gran parte de la sintomatología de este ciclo, que comprende la mayor parte de nuestra vida, no logra aún explicarse. Por el contrario, todos los temas relacionados con cambios hormonales son tabú, dan vergüenza y, por consiguiente, sus molestias deben ser tratadas serena y estoicamente.

Hace unos días recibí un artículo de Susan Dominus, publicado en The New York Times, cuyo nombre lo dice todo: “Las mujeres han sido engañadas en relación con la menopausia” (“Women have been misled about menopause”). Ilustra la desinformación sobre el tema, específicamente sobre el fin de nuestro ciclo hormonal. Esta etapa puede durar desde cinco hasta 15 años, y sus síntomas, que afectan al 85 % de las mujeres, pueden ser graves y extremadamente molestos: falta de sueño, irascibilidad, depresión, baja de energía, desórdenes menstruales, permanentes sofocos, acumulación de grasa que produce aumentos inexplicables de peso, sequedad en todo el cuerpo, reducción de la libido, dolor al tener relaciones sexuales, constantes infecciones urinarias, osteoporosis, pérdida de memoria y hasta de capacidades cognitivas que podrían llegar a ser permanentes (se cree que si se es genéticamente propenso al alzhéimer, es en esta etapa cuando aparecen las primeras plaquetas).

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¿Por qué aminorar todos estos síntomas no es una prioridad? ¿Por qué no existen múltiples tratamientos y una red social y médica sensible al tema? Avances hay, pero incluso esos, como la famosa terapia hormonal, que pasó del éxito al desprestigio por falta de estudios, y la difusión de unos pocos que confundieron y provocaron innecesario temor, han contribuido a que millones de mujeres sigan sufriendo y vean afectada su calidad de vida.

Evidentemente, no todos los tratamientos les sirven a todas, pero hacer caso omiso a los padecimientos de las pacientes no tiene sentido. Tratar la menopausia o cualquier otro hito del ciclo hormonal como una simple etapa más de la vida, en la que a las mujeres nos tildan de histéricas y hasta de dementes, pero que debemos aguantar, es absurdo. Valdría la pena preguntarse si no viviríamos mucho mejor, tanto mujeres como hombres, si abordáramos estos temas naturalmente y propiciáramos un entorno amigable, comprensivo y, sobre todo, con alternativas médicas para facilitarnos la existencia.

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