Cuando nació mi hija, una amiga al felicitarme me dijo que se alegraba mucho de que fuera niña, pues ella sentía que en estos tiempos la vida de los niños era mucho más difícil. Admito que me pareció interesante la afirmación, pues al crecer en un mundo donde las inequidades de género afectan principalmente a las mujeres, nunca había pensado que tener una niña debería generarme alivio. Claro, la aserción se refería a las mujeres privilegiadas que, incluso en este país, no están en situación de inequidad. Sería imposible sostener esa tesis en regiones donde las mujeres siguen siendo consideradas seres inferiores y el machismo impera.
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Entendiendo que no todas las luchas para acabar con la discriminación femenina están ganadas y que todavía falta camino por recorrer, lo cierto es que en las sociedades donde esta situación se ha corregido, el péndulo se está yendo hacia el otro extremo. Hace poco encontré un estudio realizado por Richard Reeves, investigador del Instituto Brookings, el cual muestra cómo en Estados Unidos está surgiendo un fenómeno creciente de inequidad masculina. Según el autor, esta problemática se evidencia principalmente en la educación, el mercado laboral y la familia.
Claramente, los esfuerzos realizados para acabar con la disparidad en el sector educativo eran absolutamente necesarios. Lo que nadie imaginó es que tendrían resultados tan rápidos. En ese país, en un colegio promedio, las mujeres hoy alcanzan mejores resultados en inglés, están al mismo nivel en matemáticas que los hombres y logran los puntajes más altos en las pruebas estandarizadas. Además, entran proporcionalmente más mujeres que hombres a las universidades, y la brecha se agranda aun más en la obtención de títulos de educación superior. En relación con el mercado laboral, la mayoría de los hombres ganan menos en promedio que en 1979, y la fuerza laboral masculina ha caído en ocho puntos porcentuales. La inequidad en los trabajos STEM (ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas) está casi resuelta, pero en los que el autor llama HEAL (salud, educación, administración y alfabetización), existe un claro sesgo femenino, con la particularidad de que estos serán los sectores que más empleos generarán en la próxima década. Por último, con respecto a la vida familiar, se está produciendo lo que llama un “déficit de padres” al no haber sido capaces de cambiar el viejo rol de padre proveedor, pues gracias a la liberación femenina, las mujeres ya no están obligadas a estar con un hombre para subsistir, y cuando las parejas se separan o las madres son solteras, los padres van desapareciendo del entorno familiar y de la vida de sus hijos.
Esta realidad está teniendo consecuencias de salud importantes. Las llamadas “muertes de desesperación” (suicidio, sobredosis y alcoholismo) son tres veces más frecuentes en los hombres que en las mujeres. Sin duda mi amiga tenía razón; al parecer, en condiciones sociales favorables, ser niña es más fácil que ser niño. Las señales son claras, y si no empezamos a prever esta situación, solo lograremos pasar de una inequidad a otra y perpetuaremos los problemas de desarrollo y sostenibilidad humana. Creo que todos, y sobre todo las mujeres que sabemos lo que significa la inequidad, debemos ayudar a los niños y a los hombres a encontrar su propósito y a vivir felices en este nuevo mundo.