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La insoportable levedad de la paz

Isabel Segovia

18 de abril de 2018 - 05:05 a. m.

Los seres humanos tenemos una capacidad infinita de adaptación, nos acomodamos a las circunstancias para sobrevivir, y justamente eso hicimos después del plebiscito los que votamos Sí al Acuerdo de Paz, aunque hay que reconocer que los eventos que ocurrieron después del triunfo del No ayudaron a superar el amargo momento. Con algunos ajustes, finalmente se firmó, se desmovilizaron los guerrilleros y entregaron las armas, se conformó un partido político y sus líderes participaron en la elecciones. Hoy, después de más de 50 años de existencia, las Farc, como grupo guerrillero, desaparecieron.

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No obstante las buenas noticias para los perdedores del plebiscito, la actual coyuntura electoral nos demuestra, casi a diario, que la paz es frágil y que, contrario a lo que se esperaba, la forma como se firmó el Acuerdo acentuó la histórica fragmentación del país.

Ganó el No y la paz quedó vulnerable. El presidente Santos, a quien deberíamos agradecer por su perseverancia en el proceso, ya no tiene gobernabilidad. Conformar la Justicia Especial para la Paz (JEP) fue casi imposible y ya tuvo que renunciar su secretario general; los líderes sociales de diferentes zonas del país son asesinados y el manejo de los recursos del Fondo de Inversión para la Paz es internacionalmente cuestionado. Adicionalmente, la captura de Jesús Santrich, que aunque de comprobarse culpable demuestra que el Acuerdo se está implementando, es un escándalo bochornoso que le da gasolina a los enemigos de la paz.

La debilidad de la paz se evidencia también en el desarrollo del proceso electoral. El mejor ejemplo es Humberto de la Calle, candidato excepcional, gran señor, estadista y elocuente, con mucha experiencia, a quien le debemos la paz y quien sin duda sería el siguiente presidente de un país unido, pero que ha desaparecido del mapa electoral y su candidatura pareciera ya no tener viabilidad. Está siendo castigado por los electores porque representa el proceso de paz. Hasta su partido, que siempre estuvo del lado de la causa, le ha retirado el apoyo, pues, aunque toque comprometer sus principios, ninguna colectividad que viva del clientelismo puede quedarse con un posible perdedor. Mientras tanto, el candidato que representa la oposición al Acuerdo de Paz, a pesar de su inexperiencia, cada día mejora en las encuestas y se viabiliza más.

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La paz, así duela, tiene poca legitimidad y aunque la posibilidad de que la FARC se arme nuevamente sea remota, la consolidación del proceso, la unificación del territorio y el control de la violencia se encuentran claramente amenazados.

Para los partidarios del Sí: el esfuerzo, el apoyo y el empeño por lograr la paz no han terminado; es más importante este momento que el del plebiscito mismo. Que no nos vuelva a coger por sorpresa el resultado, porque después de estas elecciones es probable que no haya eventos para mitigarlo y el país, que va lento pero hacia delante, podría dar un infortunado freno y retroceder.

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