Para soportar la política en este país, uno debe acostumbrarse a las tusas electorales. El domingo antepasado se sufrió una más, pero lo grave de esta es que no todos los que se sienten ganadores ganaron y así será imposible evitar la siguiente decepción. Tres discursos escuchamos después de los resultados de las consultas. Uno triunfador, con ganas de alcanzar la Presidencia, dispuesto a hacer lo que sea necesario para lograrlo; otro pando, como les gusta a las élites colombianas, hablando de seguridad y nada más, porque lo único que importa es mantener el poder, aunque sea a punta de miedo; y el tercero, sin duda el más desconectado, porque la paliza que recibió el centro fue inmensa y al parecer ni se enteraron. El discurso, improvisado, fue el mismo, el que ha garantizado siempre que el centro pierda.
La consulta del centro alcanzó en total un poco más de dos millones de votos, de los cuales sólo el 33 % corresponde al candidato ganador. Hace cuatro años el mismo Fajardo, con 4,6 millones de votos, fue derrotado por escasos 250.000 por Petro en la primera vuelta. En ese entonces, muchos atribuimos esa pérdida a que De la Calle y Fajardo no se hubieran unido. El domingo antepasado el Pacto Histórico alcanzó 5,5 millones (más del doble que la Coalición de la Esperanza) y si esta votación es premonitoria de los resultados en primera vuelta, ni el centro unido logrará frenar a Petro. Mientras tanto, la derecha también logró tranquilidad; la votación de su consulta fue alta y Gutiérrez obtuvo tres veces los votos de Fajardo. Adicionalmente, el resurgimiento del Partido Conservador sumado a los mermados pero importantes votos de Cambio Radical, la U y el Centro Democrático le garantizan a este candidato una importante maquinaria para lograr pasar a la segunda vuelta.
Así las cosas, hoy al centro los números no le dan. Poca esperanza tiene, especialmente si se sigue con el mismo discurso, sin reflexión y sin asumir culpas y responsabilidades. La designación del equipo de campaña de Fajardo pareciera más diseñada para mantener los dos millones de votos ya conseguidos por los precandidatos de centro, que para cambiar tendencias. Será muy difícil alcanzar los resultados que no se lograron el domingo si, como la orquesta del Titanic, Fajardo sigue tocando la misma canción mientras intenta vender tres millones de boletos para un barco que se está hundiendo.
Haciendo matemáticas electorales, el único que podría salvar al centro sería el Partido Liberal, que con más de dos millones de votos eligió a un número significativo de congresistas. César Gaviria nuevamente tiene el poder de controlar el péndulo; sin embargo, a estas alturas y conociendo sus intereses, ¿por qué se uniría a una coalición que está perdiendo y cuyo candidato sólo lo tilda de corrupto?
Ojalá Fajardo construyera un discurso contundente y se comprometiera (sin negociar principios) con las transformaciones que el país requiere, por impopulares que parezcan. Sólo así lograría convencer a quienes no salieron a votar en las consultas y podría quitarles votos a la derecha y a la izquierda, porque son muchos los que se van a necesitar. No obstante, todavía no se ven ni se sienten cambios y el tiempo pasa. Votaré por el centro, ese fue el acuerdo y lo honraré, pero, como vamos, tocará empezar a prepararse para la siguiente tusa electoral.