Ladrón conocido… o cachaco por conocer

Sigue a El Espectador en Discover: los temas que te gustan, directo y al instante.
Isabel Segovia
23 de enero de 2019 - 05:45 a. m.
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

La polémica generada por un precandidato a la Alcaldía de Bogotá quien sugiere que el elegido para administrarla debe haber nacido en la capital invita a reflexionar sobre la situación política y administrativa de otra ciudad colombiana que, como Bogotá, es de todos: Cartagena. Este distrito lleva la módica cantidad de 11 alcaldes, entre elegidos y nombrados, en los últimos seis años, y que éstos hayan sido cartageneros no evitó la colosal corrupción que llevó a la mayoría a no poder terminar su mandato, ni logró que los nombrados temporalmente pudieran resolver los problemas de fondo de la ciudad.

Cartagena, la joya de la corona del país, que tanto colombianos como extranjeros queremos visitar y conocer, lleva años controlada por caciques políticos de la costa Caribe, no cartageneros, que consiguen testaferros de la ciudad de origen popular que los representen para robársela una y otra vez. Esto se da porque los grupos políticos han sabido explotar un regionalismo absurdo que rechaza todo lo que no es costeño, bajo el argumento de que la gente del interior, los cachacos, no los entienden y vienen a su región a imponer sus costumbres y su propia versión de la legalidad. Mientras tanto, los cartageneros marginados creen estar representados por estos personajes que no cuentan con ninguna experiencia política ni administrativa; la mayoría de los cartageneros con recursos y poder, siempre y cuando sus privilegios no se vean amenazados, son indiferentes a esta realidad y los sectores económicos de la ciudad, temerosos, aceptan y hasta participan del sistema para evitar afectar sus negocios.

Sin embargo, es evidente que a los cartageneros, costeños y demás colombianos nos ha quedado grande administrar, gobernar y cuidar a Cartagena, ciudad que mantiene su esplendor y su afluencia turística a pesar de ser una de las más desiguales del país, donde la ley se pasa por la faja y el ruido, la suciedad, la corrupción, la prostitución y la inseguridad se pasean rampantes, y crecen cada día. 

Debemos dejar de excusarnos en los regionalismos para elegir bien. Hay que rodear a los buenos gobernantes y acompañar los esfuerzos de ciudadanos que están buscando ayudar a resolver los problemas que azotan a Cartagena, independientemente de su lugar de nacimiento. El actual alcalde, nombrado por poco tiempo, debe ser respaldado y apoyado pues al parecer está lejos de los grupos políticos que la han venido saqueando; y ojalá las iniciativas de la sociedad civil, como la que promueve la Fundación Centro Histórico de Cartagena, constituida, financiada y administrada mayoritariamente por “cachacos”, cuenten cada vez más con el apoyo de comerciantes y cartageneros, y de esta forma más personas se interesen por el bienestar de la ciudad. 

¿Qué sería de Bogotá si no hubiera aprendido a acoger y a volver bogotanas a personas de todas las regiones del país, preparadas, con experiencia y dispuestas a trabajar por ella? Lo que hace a una ciudad rica, diversa e incluyente no es la segregación regional, sino la mezcla y su capacidad para lograr que todos se sientan dueños y así contribuir a su sostenibilidad. Quien sea elegido para administrar una ciudad debe conocerla, contar con experiencia y legitimidad, pero es irrelevante si nació o tiene vínculos de sangre con la región.

Conoce más

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscríbete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.