Estas elecciones, como las últimas, destilan odio, resentimiento y violencia. Después de unos cuantos meses de campaña uno empieza a rogar que pasen rápido las votaciones a ver si el ambiente vuelve a la “normalidad”. Sin embargo, algo distinto está pasando porque desde los 90 no se escuchaba tanto la siguiente frase en los círculos de poder y privilegio: “Si gana fulanito, me voy del país”. Colombia anda en la olla hace años. La polarización, la inseguridad, la injusticia, la corrupción y la inequidad son el pan de cada día, lo que hace un poco incomprensible que hasta ahora decidan irse.
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Estas elecciones, como las últimas, destilan odio, resentimiento y violencia. Después de unos cuantos meses de campaña uno empieza a rogar que pasen rápido las votaciones a ver si el ambiente vuelve a la “normalidad”. Sin embargo, algo distinto está pasando porque desde los 90 no se escuchaba tanto la siguiente frase en los círculos de poder y privilegio: “Si gana fulanito, me voy del país”. Colombia anda en la olla hace años. La polarización, la inseguridad, la injusticia, la corrupción y la inequidad son el pan de cada día, lo que hace un poco incomprensible que hasta ahora decidan irse.
Mientras tanto, los otros colombianos, los que viven en este país sin oportunidades ni ventajas al nacer, sí se están yendo, sin anunciarlo y por montones. En marzo las autoridades estadounidenses detuvieron a más de 15.000 coterráneos que intentaban ingresar ilegalmente. Desde octubre del año pasado han arrestado a más de 40.000, lo que equivale a un incremento del 500 % frente a toda la migración ilegal que se presentó durante el 2021. Toca decirlo: termina uno de los peores gobiernos que ha tenido Colombia, los problemas de siempre siguen, muchos empeoraron y empieza a sentirse la llegada de una dura crisis económica, lo que motiva a aquellos que pasan hambre, sin esperanza de mejores oportunidades en el futuro próximo, a irse.
Aunque las cifras de migrantes son alarmantes, lo cierto es que este país siempre ha expulsado a sus ciudadanos por razones políticas, sociales y económicas. Los no privilegiados de cuna siempre que pueden se van, porque tienen que correr con mucha suerte para que sus condiciones de vida en Colombia mejoren. Sin embargo, que ahora los ricos también quieran hacerlo se debe a que están viendo el desastre que deja este Gobierno o, mejor, a que están muertos del susto porque creen que perderán sus privilegios, pues sin ellos Colombia se convierte en el país que es para la mayoría de sus ciudadanos: un sitio donde sobrevivir es todo un reto.
Al parecer, de pronto se dieron cuenta de que el país que se vanagloria por contar con un maravilloso currículo de papel, repleto de datos sociales y económicos sobresalientes, no es tan así en la vida real. Descubrieron que el descontento social no es capricho y que las inequidades nos afectan a todos, hasta a los más adinerados. Para nuestra ínfima élite, sin un Gobierno “amigo”, representado por los de siempre, que les garantice su calidad de vida, vivir en Colombia no amerita. Por eso están dispuestos a elegir a cualquier aparecido, así garantice el continuismo de lo que tiene fregado al país, para que sus condiciones no cambien.
Justamente por querer mantener a toda costa sus privilegios es que la opción diferente, moderada, de centro, la que le apuesta al cambio social sin mesianismos, está en peligro. Aún estamos a tiempo; si no, vendrán más años muy difíciles para el país. Si las cosas no mejoran, habrá quienes se queden porque no tienen más opciones o porque quieren resistir y aportar, y habrá quienes se vayan buscando un mejor futuro o simplemente porque están agotados de pedalear. Pero aquellos que se quieren ir porque su pequeño mundillo de privilegios empieza a tambalear, bien idos y buena suerte, porque vivir en otros mundos más equitativos y justos requiere de mucho trabajo y capacidades que probablemente muchos no tendrán.