Es urgente construir un nuevo pacto social que empiece por las niñas, los niños, los adolescentes y los jóvenes. Esta fue la propuesta que hice hace 15 días, que tuvo mucho eco entre los mismos de siempre pero poco a nivel nacional. Hoy hace exactamente 15 meses la mayoría de las instituciones de todos los niveles educativos (desde la primera infancia hasta la educación superior) están cerradas; llevamos 450 días vulnerando sin pudor el derecho al cuidado, nutrición, educación y recreación de la mayoría de niñas, niños, adolescentes y jóvenes de este país.
Lo que sí produjo profunda indignación fue descubrir que los dirigentes del sindicato de maestros colombiano usan al gremio para alcanzar sus objetivos políticos. Interesante y tardío descubrimiento. Fecode siempre ha sido un trampolín para aquellos maestros que quieren ser elegidos congresistas. Nelson Alarcón, el líder sindical cuyo video crispó a más de uno, ya no es su presidente; justamente renunció hace unos meses para dedicarse a su campaña electoral, obviamente utilizando su poder dentro del sindicato y su liderazgo entre los maestros.
Que los dirigentes sindicales hagan política no tiene nada de malo, están en todo su derecho. Pero lo que es inadmisible y mezquino es que, en el proceso, sean precisamente los niños quienes terminen sacrificados a cambio de los deseos de unos adultos a los que poco les importa velar por los intereses de aquellos para quienes trabajan. Sin duda Fecode, como muchos otros sindicatos, necesita renovación, pero no son los únicos culpables de la tragedia educativa que vivimos. Lo que sucedió la semana pasada demuestra que como sociedad nos indigna más que Nelson Alarcón haga política, que el hecho de que niños y jóvenes no hayan podido asistir a sus colegios durante más de un año. Tan clara es la situación que tanto Gobierno como sociedad hemos permitido que Fecode, como dice el profesor Moisés Wasserman, secuestre durante todos estos meses la educación de los niños.
No hay que olvidar que el sindicato no elige, nombra, ni paga a los maestros. Tampoco diseña e implementa la política educativa, ni cerró los colegios y esbozó las absurdas condiciones para volver. Lo hizo el Gobierno, que no ha cumplido en más de un año con las adecuaciones que él mismo impuso y tampoco ha manejado la situación con la urgencia y prioridad que merece. La consecuencia de esta desidia es que quienes imponen hoy las condiciones para el regreso a la presencialidad son los dirigentes sindicales.
Seguimos haciendo todo mal, creyendo que la educación no importa y que eso de defender los derechos de la próxima generación es irrelevante, pero entonces no nos sorprendamos cuando en las próximas elecciones presidenciales nos veamos obligados a elegir, por ejemplo, entre dos candidatos homófobos, xenófobos y populistas confesos como ocurrió en Perú, con Pedro Castillo (dirigente del sindicato de maestros que acaba de anunciar que expulsará a todos los inmigrantes de su país) y Keiko Fujimori (hija de un corrupto y homicida presidente de extrema derecha). Porque quienes tienen el poder real de cambiar las cosas y mejorar las condiciones de vida de la mayoría de los colombianos gobiernan para beneficiar sólo a una pequeña fracción de la sociedad o, sencillamente, para satisfacer sus vanidades.