En la vorágine de la bulliciosa ciudad de Nueva York, un nombre se alza con un resplandor eterno: Milton Glaser. El maestro del diseño que dejó una marca indeleble en el corazón de la Gran Manzana. Sus creaciones no solo capturaron la esencia vibrante de la ciudad, sino que también se convirtieron en símbolos icónicos de su resurgimiento. Desde la emblemática “I love NY” hasta su magnífico trabajo en New York Magazine y su influencia en la música y la cultura pop, Glaser dejó un legado que sigue latiendo en cada rincón de la metrópolis.
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Recuerdo aquellos días en los que cada visita de familiares o amigos era una nueva aventura en busca de tesoros urbanos. Contagiados de la energía trepidante de Nueva York, nos dirigíamos a Times Square o al barrio chino, ansiosos por encontrar ‘souvenires’ que inmortalizaran su paso por la ciudad. Vasos, camisetas y adhesivos con el inconfundible logotipo “I love NY” eran el sello que se llevaban a casa, un recuerdo tangible de que habían estado allí.
Fue Glaser el fundador de New York Magazine junto a Clay Felker, una publicación que trascendió los límites del periodismo y se convirtió en un ícono cultural. La primera vez que sostuve la revista, supe que estaba frente a algo especial. Sus páginas exudaban modernidad y sofisticación urbana, como si respiraran la esencia misma de la city. Las letras estilizadas N, Y y K daban vida a un logo que encarnaba la elegancia de Manhattan. En su interior, un festín cultural me esperaba, con artículos escritos por plumas notorias como Tom Wolfe, Barbara Goldsmith y Woody Allen. La revista era una ventana a la ciudad vibrante, y cada página invitaba a sumergirse en un universo ecléctico y artísticamente convulso.
Glaser diseñó también el emblemático logotipo de la Brooklyn Brewery, donde el arte y la cerveza se entrelazaban en una simbiosis perfecta. Y cómo olvidar su impactante cartel para el best-of de Bob Dylan, una explosión psicodélica de color que capturaba la esencia de la época y del genial cantante. Fue gracias a este tipo de participaciones en las que Glaser trascendió el diseño gráfico, convirtiéndose en una voz que resonaba en la música y la cultura pop.
La influencia de este diseñador no conoció límites. Su estilo art nouveau dejó una huella indeleble en una de las series más emblemáticas sobre Nueva York: Mad Men. Glaser tomó elementos de sus raíces piscodélicas de los años 60 para crear un magnífico póster que adivina la silueta de Don Draper, sentado y fumando un cigarrillo mientras observa la imagen de una mujer envuelta en un entorno de colores vibrantes y formas abstractas.
Solo unos pocos diseñadores tienen la fortuna de alcanzar la fama con un solo golpe, pero para Glaser, el talento fluyó en una sucesión continua. Hoy, lejos de la ciudad que más he amado, encuentro alegría en el recuerdo y en el impacto de sus imágenes. Desde las luces de neón de Broadway hasta las melodías que resuenan en los bares de Williamsburg, su legado perdura. Por eso quiero decirle a Glaser más allá de la tumba: “I fucking love NY, more than ever, dude”.