Publicidad

Costas extrañas

El plagio y la traición de Juan Forn

Sigue a El Espectador en Discover: los temas que te gustan, directo y al instante.
J. D. Torres Duarte
07 de agosto de 2024 - 05:05 a. m.
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

Esta es una historia de traición y plagio cuyos personajes son un periodista de buena reputación, un nobel de literatura y un gringo que hablaba japonés.

Este año la editorial Seix Barral (parte del titánico Grupo Planeta) está conmemorando los 125 años del nacimiento de Yasunari Kawabata —japonés, premio nobel de literatura en 1968— con la reedición de seis de sus libros, entre ellos País de nieve. La traducción está a cargo de Juan Forn, escritor, editor y periodista argentino que murió en 2021 y que supo hacerse un nombre con sus libros de crónicas y novelas y sobre todo con sus artículos literarios de la contratapa de los viernes en el diario Página/12. La reimpresión de País de nieve no es un suceso de segunda: es quizá la novela más escudriñada y más popular de Kawabata, cuya historia describe el triángulo sensual entre Yoko, una mujer joven; Shimamura, un diletante de Tokio que viaja en busca del pasado a las termales de las regiones nevadas, y Komako, una geisha de las montañas del fin del mundo. A pesar de sus aires de novedad, la reedición de País de nieve en 2024 no ofrece casi ninguna: la traducción de Forn había sido publicada en 2003 y reeditada en 2019; también había sido publicado —y reeditado en 2019— el prólogo firmado por Forn. En rigor, las novedades que ofrece este volumen festivo se limitan a la eliminación del breve prólogo que acompañó al de Forn en la reedición de 2019 (firmado por María José Ferrada) y al diseño ingenioso de su portada, en la que bajo el título País de nieve se ve la fotografía de un paisaje de nieve.

La reedición también ofrece, a quien quiera verlas, dos atrocidades.

La traducción

En la página legal de País de nieve se lee en letra apretada el título original de la obra en alfabeto latino: Yukiguni. Justo debajo se registra también el título de la obra en inglés: Snow Country. ¿Por qué se informa su título en inglés, si la novela fue escrita en japonés? Por una circunstancia que no se esclarece en su contraportada, ni en ninguna de las 144 páginas de la novela, ni en los recovecos resplandecientes de la página digital de Planeta: la versión en español de Juan Forn deriva, no del original en japonés, sino de la versión al inglés de Edward G. Seidensticker, estadounidense de nacimiento y japonés por inclinación, anatomista y traductor del ámbito japonés, desde los hábitos de los tokiotas, pasando por las novelas de Yukio Mishima y Junichiro Tanizaki, hasta La historia de Genji.

Traducir a partir de una traducción era una práctica tolerada en el siglo pasado, en especial cuando se tenían que verter textos de lenguas distantes de la esfera dominante del inglés y el francés: Ivo Andrić, otro premio nobel, fue traducido al español desde el alemán y el francés en lugar de su natal serbocroata; todavía es posible comprar la edición de El sitio de Sebastopol de Tolstoi que se basa, no en el volumen ruso, sino en una versión francesa de 1933; aún pululan las ediciones en español de Las mil y una noches que no se confiaron a los originales árabes, sino a sus destilaciones francesas. No obstante, para la época en que Forn compuso su versión de País de nieve, emprender una traducción indirecta ya se asumía entre los practicantes de la trujamanería como un hábito obsoleto, contraproducente, holgazán y deshonesto con el autor, cuyas palabras son reenvasadas en una lengua extraña sin el rigor de norma, y con el lector, que tiende a omitir estas minucias librescas porque cree de buena fe en el criterio, en teoría más sabio y esmerado, de la editorial.

Forn, sin embargo, no está solo en este ejercicio de intermitencias. En 1961, País de nieve había sido trasladada del francés por César Durán (una versión que todavía se vende en librerías de nuevo, bajo el sello Austral, como legítima), y desde los setenta las únicas traducciones disponibles de otras obras importantes de Kawabata como La casa de las bellas durmientes, Mil grullas, La bailarina de Izu, La pandilla de Asakusa, Kioto y Lo bello y lo triste se desprenden de versiones en inglés o en alemán. Seis de las ocho reediciones conmemorativas que publicó Emecé (también del Grupo Planeta) en 2019 y cuatro de las seis que reimprime Seix Barral este año contienen esas traducciones oblicuas. El empecinamiento de Planeta por inundar las librerías con versiones afantasmadas de los libros de Kawabata contrasta con su esfuerzo —que comenzó a principios de este siglo— por honrar otras de sus obras con traducciones directas del japonés: Amalia Sato ha producido versiones de El maestro de go, El sonido de la montaña, En el lago, Historias en la palma de la mano, Segundo matrimonio y Bailarinas (estas dos junto con Mami Goda); hace poco se publicó también la traducción de Tana Oshima de Dientes de león. En un proyecto aparte, Jaime Barrera Plana tradujo en 2007 para la editorial Norma un libro de relatos, Primera nieve en el Monte Fuji. Estos cuatro traductores prolongan el ejemplo del tándem de Jaime Fernández y Satur Ochoa, que compusieron —no he rastreado otra anterior— la primera traducción de Kawabata al español sin lenguas intermediarias: El clamor de la montaña (en 1969: un hito que zanja cualquier discusión sobre la disponibilidad, en esos años, de traductores del japonés).

Para pesar de los lectores, el surgimiento de estas traducciones directas no ha mermado la prevalencia de las indirectas, que se multiplican como un rumor en las librerías de nuevo y de lance y entre las cuales se cuentan las obras con que Kawabata se ha hecho célebre en América Latina desde los sesenta. Mientras esas traducciones no sean corregidas y cotejadas con el original japonés, el daño no se habrá remediado.

Cabría suponer que una traducción indirecta es una falla benigna: que al menos por ese sendero de brumas es posible empaparse de la imaginación de un autor. En el caso de País de nieve, tiene poco de benigna: por un lado, la versión en inglés en que se basa la versión de Forn en español, Snow Country, tiene defectos de concepción y léxico que ameritarían una revisión; por otro, Forn ni siquiera se preocupa por seguir con diligencia la versión en inglés. De una torcedura, Forn extrae una más retorcida torcedura.

Ocurre así desde el arranque. La versión en inglés de Seidensticker dice: «The train came out of the long tunnel into the snow country. The earth lay white under the night sky. The train pulled up at a signal stop». Y Forn traduce: «El tren salió del túnel y se internó en la nieve. Todo era blanco bajo el cielo nocturno. Se detuvieron en un cruce». En la versión de Forn, el túnel no es «largo» («long»); «la tierra» («the earth») es abandonada por un insípido e impreciso «todo»; en la oración de cierre, el tren es sustituido por un plural desconocido (¿quiénes «se detuvieron»?); el tren se detiene en un inventado «cruce» en vez de detenerse frente a una «casa de palancas» («signal stop»), que también suele llamarse en el argot ferroviario «casa de controles» o «cabina de enclavamientos». No son detalles baladíes: tanto el túnel como la tierra blanca son señas metafóricas de la novela, cuya precisión habla de los movimientos interiores de los personajes; en ese sentido, son importantes las consecuencias metafóricas de intercambiar una «casa de palancas» por un «cruce», que de repente carga sobre la escena el peso simbólico de una encrucijada. Y el error más patente de la versión de Forn se sitúa en relación con el mismísimo título del libro: para Forn, el tren se interna «en la nieve» aunque el texto en inglés señale sin ambages que se adentra «en el país de la nieve».

Página tras página, su versión rezuma desaciertos: Forn escinde los párrafos de manera arbitraria sin empatar con la versión inglesa; llama «guarda» a un «jefe de estación», «barracas» a unas escuetas «edificaciones» y «protección y debilidad» a las sensaciones de «seguridad y reposo»; monda y condensa descripciones y diálogos; se abstiene de traducir oraciones enteras. Tras dibujar con el dedo una línea en la ventana del vagón, Shimamura, el diletante de Tokio, se queda contemplando en el cristal el entrecruce del reflejo de Yoko con el paisaje de ocaso. Así aparece en inglés: «Outside it was growing dark, and the lights had been turned on in the train, transforming the window into a mirror. The mirror had been clouded over with steam until he drew that line across it». Y Forn lo vierte en un molde breve: «Afuera caía la noche y acababan de encenderse las luces del vagón». ¿A qué cementerio de palabras fue arrojado el texto posterior a «las luces del vagón», «que convirtieron la ventana en un espejo»? ¿A dónde se fue la frase siguiente: «El espejo había estado empañado hasta que dibujó aquella línea de través»?

En otras ocasiones, Forn procede con la manía opuesta de abultar un párrafo con informaciones inexistentes. Cuando el jefe de estación discute con la joven Yoko sobre su hermano, le dice: «The young ones start drinking when it gets cold, and the first thing you know they’re over there in bed with colds». Forn traduce: «Pero los jóvenes son así. Con los primeros fríos, prefieren beber que arroparse. Y, cuando se quieren dar cuenta, ya están en cama con fiebre». Son fabricaciones de Forn la glosa moralista de «pero los jóvenes son así», la totalidad del «prefieren beber que arroparse» y el arrebato de «fiebre» en el cierre. Sin esas sobrecargas —que sugieren un Kawabata más locuaz que lacónico— el fragmento dice apenas esto: «Los jóvenes comienzan a beber cuando se pone frío, y cuando uno menos se da cuenta están ahí metidos en cama con resfriados».

Aquí no se lee la voz de Kawabata: se lee la adaptación libre que ha hecho Forn de la interpretación que ha hecho Seidensticker de Kawabata. Toda traducción implica un grado de traición, pero la de Forn contra País de nieve entraña además una deformación insoportable de sus imágenes.

Su traición se suma a un segundo error de peor signo, que ha estado a la vista de todos desde la edición de País de nieve de 2003.

El prólogo, el plagio

Desde su primera edición en 1956 hasta entrados los ochenta, la versión en inglés de la novela de Kawabata, Snow Country, estuvo precedida por una nota introductoria de su traductor, el mencionado Edward G. Seidensticker, en la que trazaba la biografía del autor, esbozaba sus vínculos con la escuela moderna de los liricistas y la milenaria del haiku y describía el comercio de la trama con el desamor y la separación. La introducción abría con estas palabras: «In the winter, cold winds blow down from Siberia, pick up moisture over the Japan Sea, and drop it as snow when they strike the mountains of Japan. The west coast of the main island of Japan is probably for its latitude (roughly, from Cape Hatteras to New York, or from Spanish Morocco to Barcelona) the snowiest region in the world».

Muchos años después, en 2003, el prólogo que firma Juan Forn para la edición de País de nieve (y que fue reimpreso en las reediciones de 2019 con el sello Emecé y de 2024 con Seix Barral) comienza de este modo: «En el invierno, los vientos que soplan desde Siberia acumulan humedad sobre el mar y la dejan caer en forma de nieve cuando se topan con las montañas del Japón. La costa occidental de la isla es, teniendo en cuenta su latitud (la misma que va de Cabo Hatteras a Nueva York y de Barcelona a Marruecos), la región donde más nieva en el mundo».

Esta no es una cita ni un parafraseo de la introducción de Seidensticker, pues no tiene comillas ni se menciona a su autor: es un plagio. Y el plagio persevera en la oración siguiente: «Desde diciembre hasta mayo los caminos están cerrados, sólo funcionan los ferrocarriles y la nieve en las montañas alcanza una altura de más de cuatro metros». Salvo por la nota inane y gratuita de «los caminos están cerrados» y la conversión del sistema métrico, esta sección coincide punto a punto con el texto de Seidensticker: «From December to April or May only the railroads are open, and the snow in the mountains is sometimes as much as fifteen feet deep».

A lo largo de la primera mitad de su prólogo —que suma apenas siete páginas—, Forn se apropia de extensos fragmentos de la introducción de Seidensticker, alternando un puñado de acotaciones que en esencia no modifican su copia. Por ejemplo, Seidensticker escribe: «[The expression ‘snow country’] suggests long, gray winters, tunnels under the snow, dark houses with rafters black from the smoke of winter fires —and perhaps chilblains, or, to the more imaginative, life divorced from time through the long snowbound months». Y Forn repite: «[La expresión ‘país de nieve’] representa largos e inclementes inviernos, túneles cavados en la nieve, casas oscurecidas por el humo de las chimeneas y un divorcio casi completo con el resto del mundo hasta el retorno de la primavera». De esa frase, sólo un divorcio «casi completo» —un disparate que sólo se podría inventar en la premura por disimular la copia— es de autoría de Forn.

En otras ocasiones, Forn ni siquiera procura disfrazar su calco. Seidensticker escribe: «The Japanese seldom goes to a hot spring for his health, and he never goes for ‘the season,’ as people once went to Bath or Saratoga. He may ski or view maple leaves or cherry blossoms, but his wife is usually not with him. [...] No prosperous hot spring is without its geisha and its compliant hotel maids». Excepto por la supresión de la referencia a «Bath or Saratoga» y por la adición de algunas vagas «festividades», Forn integra ese párrafo a su prólogo sin alteraciones: «Los huéspedes rara vez acudían a ellas [las termas] por motivos de salud y jamás iban a pasar allí ‘la temporada’. Puede que esquiaran, que asistieran a las diferentes festividades que se celebraban en la región o que simplemente disfrutaran el espectáculo de la coloración de las hojas de arce y el florecer de los cerezos, pero era muy raro que llevaran a sus esposas. Y no había posada termal que careciera de sus geishas».

El plagio se amplía en un párrafo que citaré para constancia de los lectores. Seidensticker nos dice en 1956: «If the hot-spring geisha is not a social outcast, she is perilously near being one. The city geisha may become a celebrated musician or dancer, a political intriguer, even a dispenser of patronage. The hot-spring geisha must go on entertaining week-end guests, and the pretense that she is an artist and not a prostitute is often a thin one indeed. It is true that she sometimes marries an old guest, or persuades him to open a restaurant for her; but the possibility that she will drift from one hot spring to another, more unwanted with each change, makes her a particularly poignant symbol of wasted, decaying beauty». Y Forn hace eco, con sus instrumentos de disimulo, en su prólogo: «La geisha de montaña no era una desclasada exactamente, pero no tenía el aura social de la geisha de ciudad, que solía ser una consumada artífice del arte de la danza, la música, la intriga política y hasta el mecenazgo cultural. La geisha de montaña amenizaba a los huéspedes de las posadas y la distancia que la separaba de la prostituta era más bien sutil. Si bien a veces podía unirse en matrimonio a un huésped frecuente, o lograr que éste le solventara un restaurante o una casa de té, por lo general iban de terma en terma, de posada en posada, cada vez menos requeridas, lo que las convertía en una conmovedora encarnación de belleza menguante y dilapidada».

«Belleza menguante y dilapidada» («wasted, decaying beauty»): Forn tuvo la gracia difícil de acertar en la traducción en el lugar equivocado.

En defensa de Forn, el plagio podría atribuirse a un accidente, a un traspapeleo: a fin de cuentas, Forn tradujo País de nieve desde la versión de Seidensticker y pudo haber traducido también la introducción, que por alguna anomalía de las máquinas impresoras se insertó en su prólogo. Tres hechos me disuaden de esa posibilidad. Primero, Forn maquilló los párrafos que transfirió del texto de Seidensticker, lo que indica, por un lado, que su intención no era ejecutar una traducción rigurosa de su nota introductoria, y por otro, que había una voluntad de encubrir el calco (aun más difícil de rastrear cuando el texto procede de una lengua extranjera). Segundo, para completar el prólogo, Forn ensambló con alguna lógica los párrafos plagiados con otros que contenían informaciones e ideas —en apariencia— de su autoría, otra muestra de su propósito de camuflaje: de haber sido un descuido, en la revisión del texto —y Forn, según se desprende de sus «viernes» más admirables, tenía el hábito de repasar sus textos— podría haber detectado y subsanado el empastelamiento. Tercero, el 30 de marzo de 2003, por los tiempos de la publicación de País de nieve con la traducción de Forn, su prólogo apareció impreso en Página/12, lo que presentaba (para él, para sus editores en Página/12) una nueva oportunidad para la enmienda; una oportunidad idéntica se les brindó otra vez (a él, a sus editores en Emecé, a sus editores en Planeta y ahora a sus editores en Seix Barral) en las sucesivas reediciones de la novela. Nunca la aprovecharon. En la «edición 2024» de País de nieve, dirigidos a todo el mundo de habla castellana, perduran la traducción corrupta y el prólogo fusilado.

Mi correo: juandtorresd@gmail.com

Conoce más

 

Juan(3racf)09 de agosto de 2024 - 10:24 a. m.
Maravilloso
Atenas(06773)07 de agosto de 2024 - 03:40 p. m.
JuanDa., no sólo escribes muy bien, qué cosa si embelesas, sino también cuán sustentas gustosa/ tus apreciaciones, y te afincas en largo prontuario con aquilatadas pruebas. El caso q’ expones hoy, de las versiones en español de joyas de la literatura japonesa, qué amargo sabor nos deja sobre lo q’ de ella leímos en los años mozos, y q’ dejan, entonces, ciertas dudas sobre su precisión. De fortuna, hoy ya estamos en otro plan o vuelo, mas nos sorprende esa picaresca.Atenas.
Aura(81917)07 de agosto de 2024 - 02:24 p. m.
Inaceptable su articulo que denigra de un gran escritor. Juan Forn quien ya no puede rebatirle sus “amañadas criticas” Juan Forn dejo un a huella i,borrable en las letras argentinas y su vida fue un ejemplo de libertad, creatividad y calidad literaria….Paz en su tumba y respeto a su memoria.
Javier(18622)07 de agosto de 2024 - 02:14 p. m.
Columnas de opinión. Columnas de opinión. Para este tipo de cosas hay otros espacios. No nos jodan con más ejercicios inútiles de merodear y rumiar ediciones y puntilladas.
  • Gines(86371)08 de agosto de 2024 - 12:00 a. m.
    Javier (18622). Pues no las lea, Javier. Hasta mi lacayo atenitas que es tan bruto, lo entendió. Este es un espacio de opinion, de opinion, y, por lo tanto, el periodista esta en su derecho a opinar sobre lo que a bien tenga. ¡No joda!
luis(18551)07 de agosto de 2024 - 01:59 p. m.
Piratas no son solo quienes copian, a veces despiadadamente, libros para venderlos más baratos. Son también grandes editoriales que se enriquecen a costa de ignorantes (imposible saber esos trucos) clientes. Muy importante, pues, esa denuncia. Tengo libros de Kawabata de Emecé con igual piratería. Los revisé a partir de la columna. Nada sabía. gracias.
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.