Al igual que casi toda Colombia, vi con asombro el consejo de ministros que se transmitió en vivo por orden del presidente de la República, el cual, aparentemente, fue un desastre. Lo digo porque es evidente que su único fin consistía en desviar la atención (de nuevo). Ante un nuevo escándalo, el Gobierno sorprende con alguna cortina de humo. Es tan grave lo que está pasando al mismo tiempo, que cada semana Petro escoge una noticia nueva y, como niños, el país queda pendiente de alguna fabricación hecha en Palacio.
Hace dos semanas, la noticia fue la aguda crisis de orden público en el Catatumbo. Lo más delicado no es que el ELN esté en esa región, sino que no nos enfocamos en lo que realmente importa para mantener la democracia y, naturalmente, la seguridad en Colombia. Mientras tanto, el ELN sigue ganando territorios y asesinando colombianos, mientras el Gobierno de Venezuela, encabezado por Diosdado Cabello, está dispuesto a “ayudar”. Lo grave es que algunos le creen, cuando en realidad el gran beneficiado ha sido el ELN, grupo que se esconde en la porosa frontera con Venezuela.
Esa noticia, tan grave para Colombia, duró muy poco tiempo, pues fue eclipsada por la devolución de los aviones con colombianos deportados. Petro no permitió su aterrizaje, argumentando que no recibiría ciudadanos colombianos esposados. Como todos sabemos, el avión tuvo que regresar y los deportados llegaron a Colombia en una aeronave nacional. Todos sabemos en qué derivó ese evento, que se solucionó en pocas horas. Pero lo hizo sin importar las consecuencias, que en este caso se tradujeron en la amenaza de un incremento del 25 % en los aranceles, lo que afectaría seriamente a los exportadores colombianos. Naturalmente, se vivieron horas de incertidumbre en el país, ya que, de no llegar a un acuerdo, muchos trabajos se habrían perdido, pues las exportaciones legales suman 49.552 millones de dólares.
Para terminar, la semana pasada vimos, por primera vez en la historia, un consejo de ministros transmitido en vivo, que resultó ser un espectáculo bochornoso. En este patético episodio, el Gobierno dejó ver su animadversión hacia el empresariado y hacia Estados Unidos. La reunión se caracterizó por las críticas internas contra la ministra de Relaciones Exteriores y contra Armando Benedetti. La primera en hablar fue la vicepresidenta, quien dejó claro que la ministra fue siempre un obstáculo para llegar a Petro. Luego siguieron algunos pocos, pues no todos se animaron a hablar. El asunto a tratar era la delicada situación del Catatumbo, pero el tema —¡y qué tema!— no se tocó en la junta de ministros.
A primera vista, se podría pensar que Colombia está viviendo una turbulencia tan fuerte que los asuntos de Estado son demasiados y difíciles de seguir, de priorizar y de gestionar. Pero no es así. Muchos colombianos creen que tenemos numerosos frentes abiertos, cuando la realidad es otra. El Catatumbo es un problema grave, pero los otros dos asuntos que puso sobre la mesa Gustavo Petro no son más que cortinas de humo, cuyo fin es permitir que el ELN se sienta tranquilo en esa región. El ELN quiere dominar el Catatumbo, una zona clave para el tráfico de cocaína, principal fuente de ingresos de las guerrillas (ELN y FARC por igual, y, por supuesto, del sainete de Gobierno que preside Diosdado —no Maduro—).
Es muy triste ver cómo este Gobierno se hace el de la vista gorda. El cese al fuego solo lo respeta el Ejército. En un aparente descuido, se mostró en televisión la ubicación de los operativos militares en el Catatumbo. El presidente se preguntaba cómo había llegado el ELN hasta esa zona, cuando es evidente que lo hizo a través de territorio venezolano. La situación es tan grave que será muy difícil recuperar ese territorio en los próximos años. El ciudadano común no puede seguir actuando como el avestruz que esconde la cabeza en la tierra y cree que así cambiará la realidad.
De nuevo en Palacio —tan lejos y tan cerca del Catatumbo— quedó demostrado que el hombre fuerte del régimen es Benedetti, que la línea “purista”, representada con cierta dignidad por Susana Muhamad y Francia Márquez, ni es relevante ni tiene acceso al Gobierno, y que el futuro inmediato nos depara una lamentable guerra de manzanillos entre Benedetti, el presidente encargado Jaramillo —quizás el último retoño vigente de Santofimio— y Antonio Sanguino, dueño de la politiquería verde.