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La decadencia en este hemisferio se está dando, aun cuando nos consideramos un continente relativamente joven. Oriente está ganando la carrera y no parece que tengamos lo que se necesita para reaccionar a los cambios que se requieren.
Decadencia, según dice la definición, es el comienzo de la ruina o la debilidad de una etapa. Se puede decaer en lo político, lo económico y en tantas otras actividades. Se ve un enorme declive en la región y en muchos casos ha provocado que países que estaban más cerca de superar las enormes diferencias existentes entre los ciudadanos retrocedan años en lo político, económico y social.
El caso de Estados Unidos es importante. Aún es una gran potencia, pero dejó de ser un ejemplo a seguir, como lo era hace apenas unos años. En las próximas elecciones presidenciales se enfrentarán dos candidatos bien mayores. Por el Partido Demócrata está Joe Biden de 81 años y quien busca la reelección. En lo físico no está del todo bien y en lo mental dicen que está algo mal. Consiguió conformar un buen equipo y en lo económico resultó excelente. La economía no está en “caída libre”, como afirmó el senador Tim Scott, más bien se ha estabilizado el crecimiento en cerca del 2 % y para el año 2024 se espera un 2,1 %. Por su lado, Trump tiene 78 años y está bien de salud, tanto en lo físico como en lo mental. Durante su paso por la Casa Blanca el PIB creció un 2,3 % anual en promedio. En lo económico fueron buenos ambos, pero es un hecho que una nación requiere también de muchas otras cosas para surgir y para poder mantenerse activa frente al mundo.
Un caso más cercano es El Salvador, que empezó a crear las condiciones necesarias para poder convertirse en un país con un buen desempeño económico y político. Se tomó una decisión política dura para tener éxito después en lo económico. Google ya tiene sede allá y es un paso que seguramente seguirán otras empresas multinacionales. De otro lado, tenemos la decadencia económica y política de Venezuela, lo cual es un claro declive para millones de sus ciudadanos, pero no así para unos pocos privilegiados del régimen.
La decadencia no se ve en muchos países de Oriente. Su surgimiento tomó años, pero se supieron adaptar al sistema creado por Occidente y se adecuaron en lo económico. No es el caso de América Latina, que claramente está rezagada. Aun cuando debería producir para diferentes economías productos terminados, en su mayoría exporta bienes primarios. Algunos países venden bien su turismo, como es el caso de México que lleva años enfocado en eso.
Es difícil aceptarlo, pero vivimos en un continente que no se pudo adaptar a los cambios que hoy lidera Oriente en lo económico y en lo político. Muchos dirán que se debe en gran parte a que Estados Unidos trató a América Latina a lo largo de los años como su “patio trasero” y se están viendo las consecuencias. Fue una mala apuesta americana, pues no se consolidó un bloque fuerte y unido, mucho menos un equipo político dinámico para poder competir globalmente y ser un continente eficiente en la política internacional. China se está metiendo vigorosamente en la región por el lado económico y está siendo el reemplazo de Estados Unidos en lo político. Es decir, la decadencia en la región es inevitable, pero no es global.
