Por muchos años, los partidos tradicionales gobernaron a Colombia. Hoy, por primera vez, nos gobierna la izquierda. Es evidente que ninguno de los dos sectores ha entendido que cuando se gobierna se es presidente de todos, y no únicamente del grupo político al que se pertenece. Al analizar la más reciente encuesta realizada por Invamer Gallup para Noticias Caracol y Blu Radio, se observa un dato fundamental que muchos pasan por alto: el 24,4 % de los votantes aún no se decide por ningún candidato. Y, como suele ocurrir, un porcentaje importante de electores cambia su intención de voto en el camino. Así y todo, es claro que Iván Cepeda lidera esta encuesta.
Si alguien revisa la encuesta de manera desprevenida, la “foto” de hoy muestra a Cepeda con un 31,9 %, seguido por Abelardo de la Espriella con un 18,2 %, y luego Sergio Fajardo con un 8,5 %. Los dos punteros representan polos opuestos, uno es de la extrema izquierda y el otro de la extrema derecha. Colombia ha sufrido durante décadas las dos violencias —la guerrillera y la paramilitar— y está hastiada de esa realidad que le impide vivir en una paz verdadera, sin grupos armados diciéndole a la gente qué debe hacer o dejar de hacer, imponiendo su fuerza y, peor aún, asesinando líderes sociales y políticos.
Fajardo, quien se lanza por tercera vez, evidentemente aprendió de sus errores y ahora actúa con mayor cautela. Tanto como alcalde de Medellín como gobernador de Antioquia tuvo una gestión bien valorada por los paisas. Aunque a veces parece una persona mansa, cuando toma una decisión la sostiene con firmeza. No descarta hacer alianzas más adelante —con todos excepto con De la Espriella— quien, aunque Fajardo no lo diga explícitamente, representa un proyecto completamente distinto al país que él imagina. Los candidatos del centro y los innumerables candidatos de la derecha están actuando como si se estuvieran jugando su última oportunidad de vida política. Muchos piensan que Petro es un caos; sin embargo, visto desde la perspectiva de los estratos más bajos, es claro que han sentido cambios, que perciben como positivos, aunque todavía esperan algo más profundo. Iván Cepeda les ofrece esa promesa; los demás candidatos no. Muchos creen que el 7 de agosto “se acaba Petro” y se termina un gobierno derrochador, corrupto y demás calificativos en los que no vale la pena profundizar. Están algo equivocados quienes así piensan: esto apenas comienza. Según el DANE, la proporción de hogares con déficit habitacional pasó de 28,9 % en 2021 a 26,8 % en 2023. En cuanto a pobreza monetaria, esta bajó del 34,6 % en 2023 al 31,8 % en 2024. Para algunos, estas cifras no dicen mucho; pero para los estratos menos favorecidos representan un cambio real en su calidad de vida, y esperan que esa mejora continúe.
Los datos sobre una eventual segunda vuelta no son previsibles, pues mucho puede cambiar. Es imposible pronosticar cómo actuarán los votantes, especialmente cuando el electorado tiende a alinearse con quien perciben como ganador. Por eso las encuestas y los medios juegan un papel determinante en esa última fase. Si gana Iván Cepeda, muchos creerán que llegó la igualdad; pero en pocos años Colombia estará peor que Venezuela, pues no contamos con las reservas petroleras que sostuvieron al vecino país por tantos años. Además, el viejo comunismo que representa Cepeda ve al que tiene dinero como al enemigo, y no como aliado, cuando es ese contribuyente quien con sus impuestos financia la salud y otros tantos programas sociales.
Es decir, la fiesta durará poco. Como decía una venezolana: “Soy feliz, no porque ahora tenga más, sino porque mi jefe tiene menos”.