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Hace unos días estaba conversando de política con mi amigo Guillermo Cabrera, y me dijo algo en lo que tenía toda la razón: la oposición debe lanzar varios candidatos desde el comienzo de la campaña electoral, y no solamente uno. Le pregunté por qué pensaba así y me dio suficientes argumentos; sobre todo uno muy importante: su rival atacará con fuerza y, si debe embestir a más de un candidato o candidata, esa tarea se volverá más difícil. Claro, atacará a quien más posibilidades tenga, pero como la opinión pública varía sus preferencias de voto con el tiempo, es muy difícil que pueda enfocarse en un solo candidato. Habrá otros aspirantes, naturalmente, y el candidato del gobierno también los atacará, pues es lo que tiene que hacer.
La diferencia entre esta contienda y la pasada consiste en que los votantes serán mucho más perspicaces y desconfiados. Que un candidato de izquierda mienta es bastante delicado; que la derecha mienta está muy mal, pero ese sabor amargo ya lo habían probado. Los votantes no se tragarán cuentos tan fácilmente como antes, pues Petro no cumplió gran parte de sus propuestas, y eso sí los decepcionó mucho. Claro, él dirá que no lo dejaron gobernar; como siempre, intentará culpar a otros de su mediocridad, pero ya es muy tarde. Los votantes vieron que la izquierda es peor que la derecha cuando gobierna, pues roban todo lo que pueden. No vale la pena enumerar los múltiples robos de este gobierno; los más necesitados saben que ocurrieron, y ven con tristeza que cuando se roba, el dinero no alcanza. En esta administración hablan de “los viejos y las viejas”, pero a esas personas poco o nada les importan, pues su mesada nunca les llegará.
Las elecciones del próximo año serán como un referéndum sobre este gobierno, y, aun cuando se percibe una mejoría en las encuestas, no le va a alcanzar para obtener el triunfo que tanto necesitan. Es increíble la percepción que la izquierda tiene de sí misma: roban todo lo que pueden en lugar de robar poco y quedarse en el poder. Pero bueno, si hasta para robar al ciudadano son mediocres, para gobernar son aún peores. Esa mentalidad se asemeja más bien a la ley de la selva: no existe una estrategia, y eso provoca desmanes tan grandes que no les deja ver que podrían tener un futuro si robaran como los políticos tradicionales. Pero atacan a la presa como un león: se comen todo y no piensan en el futuro.
Evidentemente, robar es malo, sea de derecha o de izquierda. Pero si la izquierda logró llegar a la Presidencia, al menos intenten mantenerse allá arriba. No con artimañas jurídicas, pues es evidente que las cortes no los dejarán siquiera intentar quedarse.
Esto, sumado a la crisis con el gobierno estadounidense, es buenísimo para Petro. Eso es lo que él busca: una confrontación que deteriore las relaciones. Petro sabe bien que, si rompe relaciones con Estados Unidos, el gran comprador de los productos colombianos, vendrán el desempleo, el hambre y muchos otros problemas que este gobierno no quiere ver antes de las elecciones de Senado y Cámara, y mucho menos antes de las presidenciales.
Son muchas las variables en juego en estas dos importantes contiendas políticas del año que viene. Un Congreso sin mayorías sirve de poco, y la oposición puede obtener la Presidencia si juega bien sus cartas. Es importante hacer las consultas lo más tarde posible para así facilitar un triunfo de la oposición. Como decía Julio César Turbay: “hay que reducir la corrupción a sus justas proporciones”; es terrible, pero lamentablemente cierto.
