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Afroanimismo y elecciones

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Jaime Arocha
24 de mayo de 2022 - 05:01 a. m.
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El profesor Moisés Wasserman es uno de los oráculos nacionales más respetados. Critica a la candidata vicepresidencial Francia Márquez por haber participado en “una ceremonia ancestral para invocar la fertilidad del campo”. Argumentó que, si ella había optado por una identidad progresista, mejor patrocinara la ciencia del estudio de suelos y uso de semillas mejoradas. Pese al llamado en pro del rigor científico, poco lo ejerció: el movimiento político de Francia no es el progresismo, sino “Soy porque somos”, el cual sí reivindica prácticas animistas, aquellas que el historiador israelí Huval Harari contrasta con las de los monoteísmos, humanismos y el dataísmo contemporáneo por basarse en principios morales y liturgias que a lo largo de la historia humana han sido las únicas que han demostrado su poder para salvaguardar la naturaleza. Otros científicos reivindican ese paradigma de fraternización entre seres vivientes, como Wade Davis, Phillipe Descola, quien acuñó la noción de ecosofía, o Arturo Escobar y Patricia Vargas, quienes resaltan las actuales tensiones entre biocentrismo y antropocentrismo 1.

En el contexto al cual se refiere y por el lenguaje del cual se vale, la oposición que plantea Wasserman entre animismo y ciencia acusa un tufillo racista. En estas columnas he reiterado la relevancia de aquella ceremonia de ombligada que consiste en afiliar a un nene o nena con el ambiente, sembrando su placenta con la semilla de un árbol germinada en una zotea, plataforma elevada que alberga la agricultura femenina afropacífica. Como sustrato, las mujeres usan tierra de hormiguero cuya capacidad fertilizante descubrieron mediante observaciones tan agudas como las de la ciencia occidental. La recogen en sus montes y logran una productividad de la cual ha dado cuenta la academia 2. Sin embargo, hoy en día esa tierra es un bien escaso y costoso debido a la proliferación de insecticidas inventados por científicos incapaces de comprender la complejidad ecosistémica. Vertidos junto con el mercurio y el cianuro que usa la minería aurífera industrializada, esos contaminantes acaban con flora, fauna y hasta con ese sello que tenían los pueblos ribereños de la región: niños y niñas primero aprendían a nadar; luego a caminar.

Semejante deterioro explica que, en 2016, mediante la Sentencia T.622, la Corte Constitucional declarara al río Atrato sujeto de derechos y justipreciara la contribución de sus pobladores indígenas y afros, incluyendo sus liturgias para la preservación de las aguas. De esa manera, convirtió a esos pueblos en defensores oficiales de una de las cuencas más importantes del mundo. Hoy, ellos son objeto de violencia y amenazas por ejercer el papel que les encomendó el Estado.

El profeta ya citado sostiene que Francia “se indigna, denuncia y reclama, pero no hace nada, y después invoca la ayuda de algún espíritu para que llueva”. Quizá lo más anticientífico sea manipular la realidad, y el exrector de la Universidad Nacional de Colombia lo hace al invisibilizar el premio Goldman que en 2018 Francia recibió debido a la lucha que desplegó por liberar de la minería moderna basada en el mercurio no solo a La Toma, su comunidad, sino al norte del Cauca. Allá, el uribato, a granel, les expedía licencias hasta a capitalistas de dudosa reputación, mientras que, al mismo tiempo, pugnaba por negar que los descendientes de la gente que fue esclavizada en esa región eran parte de comunidades negras con un pasado que las hacía acreedoras de los derechos a una territorialidad colectiva amparada tanto por la Ley 70 de 1993, como por el Convenio 169 de Organización Internacional del Trabajo.

Crecen quienes disienten de aproximaciones intelectuales y éticas como las que resalta el escrito de Wasserman. Incluyen antirracistas, feministas, antimachistas y ambientalistas que votarán por Petro debido a ilusiones inéditas en la historia nacional. La figuración y fortaleza de ellas se deben a Francia Márquez y al Proceso de Comunidades Negras que inspira su campaña.

Destaco, en primer lugar, la identificación, denuncia y combate de ese racismo siempre negado, cuyas raíces se remontan al crimen contra la humanidad consistente en reducir seres humanos a mercancías exportadas desde las desembocaduras de los ríos Senegal, Gambia, Volta, Congo y Níger, valiéndose de infames campos de concentración flotantes. Esa práctica antecedió a muchas del Holocausto, pero se prolongó por 400 años y hoy ha florecido en todo su esplendor ninguneando a esa candidata al identificarla con los simios y al reducir su vida a la de una sirvienta, palabra denigrante pero poco condenada.

En segundo lugar, el desenmascaramiento de la mentira referente al supuesto poder democratizante del mestizaje que se dice caracterizar a esta nación, pero que oculta condescendencia, inferiorización y segregación de gente indígena y negra sometiendo sus geografías a la marginación y el abandono.

En tercer lugar, ese “vivir sabroso”, ideal de alegría y dignidad que popularizaron las víctimas de la masacre de Bojayá como antídoto a la desesperanza que causa una reiteración de la guerra basada en la connivencia entre paramilitares y fuerzas armadas, según lo siguen denunciado los obispos de todo el litoral.

Y, por último, la aún incompleta reforma pedagógica mediante la Cátedra de Estudios Afrocolombianos con sus reivindicaciones de los aportes civilizatorios de las etnonaciones de África occidental y central, así como de la contribución de la gente negra tanto a la salvaguardia ecosistémica, como al sostenimiento de nuestra economía desde la colonia. De ahí que no sea gratuita otra reiteración que debería volverse cotidiana dentro del sistema educativo colombiano. La canta el músico chocoanao Alexis Play: Colombia se hizo a lomo de negro.

* Miembro fundador, Grupo de estudios afrocolombianos, Universidad Nacional; profesor, Programa de antropología, Universidad Externado de Colombia.

1 Vargas Sarmiento, Patricia. 2016. Historias de territorialidades en Colombia: biocentrismo y antropocentrismo. Bogotá: Zetta Comunicadores.

2 Arroyo, Jesús Eduardo; Camacho, Juana; Leyton, Mireya y González, Marbell. 2001. Zoteas biodiversidad y relaciones culturales en el Chocó biogeográfico colombiano. Quibdó: Instituto de investigaciones del Pacífico, Swissaid y Fundación Natura.

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