Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
De manera desprevenida, en septiembre del año pasado, me presenté al IX Encuentro de Portadores del Folclor, Música y Danza Tradicional. Sin embargo, los alabaos que interpretaron la maestra chocoana Fabiola Moreno y su nieta Lida Yuliana Parra Moreno replicaron la epifanía que experimenté en Chigorodó, alto Baudó, a lo largo del velorio de Wilfrido Palacios celebrado en mayo de 1992. Además de las dos voces y sus versos, la gestualidad de ambas realzó la muestra de liturgia fúnebre con la cual se presentaron. En el Afropacífico a las futuras cantadoras, les enseñan expresiones faciales, ondulaciones de brazos y flexiones de piernas que amplifiquen la energía de sus recitativos.
El canto de alabanza que más me sobrecogió incluye estas estrofas:
“Cuando un alma va para allá/y no tiene ningún pecado/Muerte, no seas atrevida/No hagas lo que no he mandado/ ¿Por qué me has traído esta alma sin acusar sus pecados? /Señor mío, Jesucristo/ ¿usted me va a perdonar? /Yo hallé esta alma en el camino/Que la mandaban/que la mandaban de allá. /Si la mandaban de allá/Y no tiene ningún pecado.
Entra, entra, alma dichosa/A esperar a quien te ha mandado/Entra alma dichosa/Entra a tu reposo/Tres gritos en el infierno/Pega a aquel que manda a otro/Si allá en la Tierra hay quien mande/Es como mando yo acá/Allá les mando su mundo para que lo cojan allá”.
Hace parte de un conjunto mayor de expresiones del arte religioso afro que tomaron fuerza desde la masacre de Bojayá en 2002. Valiéndose de alabaos tradicionales, las cantadoras de Pogue, una vereda de esa región, airearon sus añoranzas de justicia y vida sabrosa sepultadas por la violencia. No obstante, en el encuentro mencionado, abuela y nieta introdujeron algo así como una innovación teológica: morir en condiciones trágicas exime de pecado y, por lo tanto, hace expedita la salvación. Las dos cantadoras dramatizaron el desencuentro entre Jesús y la Muerte apelando al arraigado recurso del diálogo entre deidades, o a ellas y sus parentelas vivas: Cristo le reprocha a Muerte su arbitrariedad; ella lo contradice porque el fallecimiento era impredecible: “Yo hallé esa alma en el camino”. Así Jesús acepta ese destino y no sólo ordena la entrada de esa “alma dichosa”, sino que, con tres gritos, manda para el infierno al perpetrador. Como el ánima de la víctima queda sin pena, mas no la del victimario, ¿estaríamos ante un alabao de justicia reparativa?
Eran evidentes tanto el desconcierto de la audiencia urbana y andina que se había congregado, como la emoción con la cual recibía la pedagogía sobre las culturas del litoral. Esa apertura mental habría sido impensable sin la legitimación de la etnodiversidad que logró la Constitución de 1991. Sin embargo, la “gente bien” se aferra a ese hispanismo pétreo de la carta de 1886, y el cual explica la aceptación de quien blandió su arma contra la minga indígena, durante el estallido social en Cali.
Es esa combinación de odio, intolerancia y racismo la que se ampliaría si la derecha se apropia de la constituyente que propone el presidente Petro. Ya en Blu Radio, Vargas Lleras se frotó las manos ante la posibilidad de abolir la consulta previa a la cual han apelado los pueblos étnicos para salvaguardar la territorialidad a la cual le dio forma esa misma constitución hace ya 30 años. Ante una perspectiva tan nefasta, sería deseable que doña Fabiola y su nieta compusieran alabaos para que las divinidades le devolvieran el sentido común al mandatario de todos los colombianos.
* Miembro fundador del Grupo de Estudios Afrocolombianos, Universidad Nacional y director de la Nueva Revista Colombiana de Folclor.
